En 1980 se festejaron los 300 años de Colonia del Sacramento. Durante todo ese año se realizaron eventos, siendo uno de sus puntos fuertes la representación teatral, en el Campus Municipal, de la obra escrita por Iris López Crespo acerca de la fundación realizada por Manuel Lobo (la cual sería también publicada). Como destaca Agustín Arduin en un pormenorizado estudio sobre el tricentenario: “Los festejos estuvieron presentes durante el devenir de todo el año del tricentenario, pero existió cierta concentración de actividades entre fines de enero y comienzos de febrero, al coincidir las fechas con las que 300 años antes la expedición portuguesa a cargo de Manuel de Lobo establece el primer asentamiento de la Colônia do Santíssimo Sacramento”. De esa forma, durante tres fines de semana seguidos, “además de izar sus respectivos pabellones en el portón de campo, entre el 26 de enero y el 10 de febrero de 1980, se celebraron noches temáticas nombradas: noche de Uruguay, noche de España, noche de Argentina, noche de Paraguay, noche de Brasil y noche de Portugal.”
La dictadura cívico-militar se propuso, acorde con sus ideales y proyectos, enmarcar los festejos en un clima nacionalista y patrimonialista, rescatando un pasado que era ofrecido como monumento. Esas “noches” se correspondían con la perspectiva museística, en que lo portugués y lo español tenían espacios estancos y específicos, mientras que el artiguismo aparecía por aquí y por allá, salpicando todo. Ese pasado ascético y carente de conflictos cortaba todo lazo con el presente, escenificaba y teatralizaba cierta imagen de Colonia, una imagen donde lo “portugués”, lo “español” o lo “oriental” eran mostrados como “esencias”, objetos inertes para ver desde la vitrina.
Ese año, dentro de esta concepción del pasado, salieron dos publicaciones de divulgación histórica: A la abuelita de la Patria en su Tricentenario, folleto del Club de Leones, y Colonia, una historia de 300 años, editado por la Universidad del Trabajo.
Estos textos, como trabajos de divulgación, abundan en lo descriptivo y pintoresco, intentando perfilar un ambiente familiar, de aldea o pueblo chico, donde todo transcurre de manera amable y sin conflictos.
En el texto publicado por UTU se menciona: “Naciste en aquel enero de 1680… Fortaleza del Santísimo Sacramento. Entre tus muros de palo a pique, los fosos, el Bastión de la Bandera o de San Antonio y el puente levadizo junto a la puerta que custodiaba la Plaza de Armas; se levantaban las primeras construcciones de tierra y paja, que el sol doraba./ La pequeña aldea se adormecía quizá en bellos atardeceres, de paz campesina, luego de un episodio de grandeza. Sitiada, destruida, renacida del fuego y vuelta a sitiar; nostálgica, tranquila o turbulenta, en la alborada de América todos te querían para sí”. Y luego se afirma: “Es un pueblo que regresa a su pasado para cimentar su presente y proyectar su futuro”.
El conflicto, la guerra, en esta visión, queda reducido a un leve oleaje. Parece haber una continuidad de ese adormecimiento, de esa “paz campesina”, la cual obvia o evita todos los desgarros y traumas contenidos en ese pasado. El futuro consistía en rescatar ese entorno aldeano, ahora ofrecido en bandeja como paseo patrimonial y sitio turístico.
Imágenes
El pintoresquismo se asocia a la Calle de los Suspiros, de la cual se incluye una foto actual con gente paseando. En el breve texto se dice: “Presencia de soldados, de aventureros, de criollos, de indios y esclavos. Y hoy cual caricia del recuerdo, engarzado en tus muros y añejos tejados, en rejas y floridos balcones sugieres ensueños vividos en una etapa heroica y haces vibrar la imaginación de poetas y pintores que tienen en ti motivo de inspiración.” La Calle de los Suspiros como postal, al igual que todo el Barrio Histórico, puesto allí para la inspiración romanticona, fácil y sensiblera de poetas y pintores. Colonia for export.
El texto incluido en el folleto del Club de Leones, firmado por el Cnel. (R) Artigas Miranda Dutra, participa de un espíritu similar: “Casi tres siglos han pasado… ¿Qué fue de aquel Fuerte de 40 pasos, en recinto peninsular de tan sólo 470 por 340 metros?... Cinco cincuentenarios cumplidos, uno a punto de arribo, y en ellos, aconteceres heroicos, pujantes o desalentadores; riqueza y miseria; turbulencia o mansedumbre; nacer y morir, pero siempre un eterno renacer.” El texto abunda en el empleo de puntos suspensivos, para darle cierto tono lírico y evanescente, en contraposiciones, y frases efectistas y pintorescas. El título del trabajo ya da su clave: “Colonia del Sacramento. Historia, leyenda y poesía”. Todo a nivel de postal, por supuesto, de un romanticismo ya arcaico y en extremo sensiblero. Recordemos que el Año de la Orientalidad (1975) trajo a flote todos los ripios del peor Zorrilla de San Martín.
El Barrio Sur, que se clausuró al surgir el Barrio Histórico, es pintado en estos tonos campechanos y dulzones: “El Barrio Histórico [sic] era el de la soldadesca y lavanderas del río… del antiguo puerto donde dos compañías de ómnibus, en multicolor y ruidoso pregonar, se disputaban los pasajeros porteños… barrio del ‘Boliche del Agua Sucia’… de los clásicos personajes populares: ‘la vieja Peta’ y el loco ‘Vicente’, con domicilio en las rocas del sur… barrio de pastizales y cardales, del clásico ‘bajo’ adueñado de la propia ‘Calle de los Suspiros’… barrio de casuchos ruinosos con tejas coloniales… de muros de piedra inclinados cada vez más hacia el arroyo….”
Existe aún una Colonia quintaescenciada, esa del “romanticismo y los duendes”, del indio de “pie descalzo” y de la “negra pastelera”, de “mantilla y fru-fru de miriñaque”. Estas imágenes, sacadas del repertorio más gastado de la historia colonial, esa que prolifera en los manuales escolares, muestran una ciudad aldeana y carente de conflictos. Esa ciudad, ajena a los desgarros de la historia, era la que quiso reivindicarse por la dictadura cívico-militar. El autor concluye con estas palabras: “Sin vanidad de historiador, escritor ni poeta, simplemente en nuestra calidad de soldado al servicio de una causa noble, como es extraer la presencia inmutable de un pasado para con él forjar la grandeza de un futuro, hemos querido dejar este testimonio de amor al viejo y antiguo Barrio Sur”. En la creación de ese mito de la aldea apacible, sin duda su militancia fue efectiva. Otra vez Colonia for export.
Ya pasaron 45 años de aquel tricentenario; sin embargo, algunas de estas imágenes y concepciones históricas permanecen. Colonia del Sacramento, luego Barrio Sur, siempre fue una zona de disputa. Esta disputa, aunque es pregonada por los guías y vendida al turismo, se acalla en sus implicancias más riesgosas y se aparta del presente. La masacre y el despojo siguen vendiéndose como postal.