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Negocio en Colonia del Sacramento.

Foto: Belén Itza

El coronavirus cambió el paisaje y golpeó la economía en Colonia del Sacramento

6 minutos de lectura
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Un grupo de empleados del sector gastronómico abrió una olla popular.

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Es domingo 10 de mayo. Si el mundo no estuviese sacudido por la llegada de la covid-19, hoy debería celebrarse el Día de la Madre. Pero hasta esa conmemoración se cambió este año a pedido de la Cámara de Comercio. Si este fuera un año como los anteriores, a esta hora, mediodía, los locales gastronómicos del centro y del Barrio Histórico de Colonia del Sacramento deberían estar desbordados. Pero esta vez el escenario es muy distinto. Los restaurantes abiertos son muy pocos, no llegan a completar los dedos de una mano.

En la avenida General Flores, a pocos metros de la plaza 25 de Agosto, abrió una parrillada tradicional de la ciudad, que estuvo cerrada desde el inicio de la epidemia de covid-19 hasta hace una semana. Volvió a abrir atendiendo el reclamo de una clientela local muy fiel. Las mesas que están ubicadas sobre el deck exterior están ocupadas y también algunas del interior del local. Todos los comensales hablan en uruguayo, en coloniense, más específicamente.

Pablo, el cuidacoches de esa cuadra, está entusiasmado con el movimiento que percibe. Dice que para él, “como para todos”, el trabajo “ha bajado mucho”. “Pero ya se está abriendo un poco, por suerte, se nota más movimiento”, añade, y sale raudo a atender a los ocupantes de un coche que estaciona sobre la acera opuesta.

Mientras se avanza en dirección al Barrio Histórico, el panorama en esa avenida se vuelve cada vez más desolador. Locales cerrados, otros vacíos, sin esperanza posible de reapertura. Las calles empedradas que separan a las centenarias construcciones también están desiertas este día. Lo mismo sucede en las plazas, en la basílica, en el faro. Tres pequeños restaurantes están abiertos. Hay pocos comensales en ellos, y son locatarios, según los delatan las matrículas de los vehículos estacionados a pocos metros. Una vuelta por el barrio sirve para ratificar lo que se ha dicho a lo largo de las últimas semanas: la covid-19 le pegó tremendo mazazo a la industria turística coloniense.

Sin visitas

Martín de Freitas, de 39 años, es montevideano. En 2016, junto con su pareja, decidieron abrir una posada en el casco histórico de Colonia del Sacramento y poco tiempo después un restaurante, con una hermosa terraza con vista al Río de la Plata. Llegaron a tener 20 empleados, pero a partir de 2018 los números fueron malos y “el coronavirus fue tremendo mazazo”, lamenta. Decidieron cerrar el restaurante “de modo definitivo” y “mantener la posada”, relata De Freitas, que además ocupa la presidencia de la Cámara Gastronómica de Colonia.

El empresario enumera varios factores que provocaron un descenso en la rentabilidad del sector turístico en Colonia: “altos costos para los comercios establecidos”, y “pérdida de competitividad con otros destinos; hoy en día te sale más barato ir al Caribe que pasar una semana en cualquier destino de Uruguay”. A eso se suma una sobreabundancia de ofertas gastronómicas y hoteleras en la antigua ciudad rioplatense. “Antes había muchos más visitantes que lugares de oferta, ahora creció mucho la cantidad de lugares; se dio vuelta la ecuación”. Hasta la llegada del coronavirus, Colonia del Sacramento tenía 160 restaurantes y 80 hoteles abiertos.

De Freitas cree que otras empresas del sector anunciarán el cierre en los próximos días. Para que el flujo de turistas recupere el vigor que tenía hasta hace dos meses habrá que esperar un tiempo que nadie se anima a prever. “Los restaurantes no pueden cubrir los costos. Imaginate que abran todos las puertas antes de que comience la llegada de los turistas extranjeros, no dan las cuentas”.

Para enfrentar esta situación, los empresarios gastronómicos y hoteleros reclaman la exoneración de la tarifa comercial de OSE y UTE, así como de los tributos municipales, y la extensión del seguro de paro para los trabajadores.

El retorno

Hoy es miércoles 14 de mayo. El movimiento de vehículos crece diariamente. Las tiendas de ropa que estuvieron cerradas durante casi dos meses ya están casi todas abiertas en General Flores. Una pequeña y céntrica hamburguesería también atiende al público. Allí trabajan varios jóvenes que, además, forman parte de un grupo de 16 empleados gastronómicos que abrieron una olla popular, con entrega a domicilio, en el marco de esta pandemia. La olla funciona en el club Colonia y el jefe de la cocina es Marcos Glisenti, de 27 años, que hasta marzo era el chef del restaurante que funcionaba en ese lugar. Con la pandemia declarada, los empleados del restaurante de este club y la hamburguesería Burger Point decidieron juntar fuerzas, bancar una olla que les diera de comer a todos ellos y a sus familias, y analizar qué podrían hacer para colaborar con otras personas que estaban atravesando situaciones similares. Hicieron mucho: a los pocos días ya estaban elaborando 170 platos diarios que se reparten por toda la ciudad gracias a la colaboración que prestan los taximetristas.

Los dueños de ambos restaurantes donaron carnes, frutas y verduras que tenían guardadas en depósitos, y lo mismo hicieron otros que también se vieron obligados a cerrar. Con esas mercaderías arrancaron la olla, que se ha visto nutrida por el aporte de los vecinos.

“Se fueron sumando cocineros y voluntarios de otros restaurantes, y usábamos las cosas de esta cocina [por el club Colonia]. Cuando empezaron a acabarse los alimentos no queríamos dejar de hacer esto que estamos haciendo, y abrimos las ventanas para que la gente dejara cosas aquí dentro. La gente donó, y muchos locales comerciales también lo han hecho. Literalmente esta es una olla popular”, asegura Marcos.

Dice que no han tenido colaboración de instituciones públicas y cree que ha llegado el momento de que algunos empresarios ayuden a los trabajadores de su rubro. “En Colonia hay gente que se ha enriquecido con el turismo, y la gente que trabaja en el sector se ha visto afectada. Debería recompensarse a esa gente que ha dado su vida por el turismo, la plaza está devastada, no existe el turismo interno en Colonia del Sacramento y es inviable abrir para vender cero. Se entiende la postura de la patronal, pero es algo que repercute mucho más en los trabajadores, muchísimo”, afirma.

Alexa Martínez tiene 19 años. Trabaja en la hamburguesería Burger Point y colabora con Marcos en la olla popular. “Yo nunca había vivido una crisis como esta. Los primeros días me impresionó mucho ver las calles totalmente vacías, los locales cerrados. Me habían hablado de la crisis del 2002, pero no sé si esta no ha sido peor”. Se muestra satisfecha con el trabajo de “organización social hecho entre los compañeros de varios restaurantes”, que les ha permitido sostenerse en estos días tan complejos y también sostener a más de un centenar de personas.

Alexa recuerda que los empleados gastronómicos tienen sueldos bajos y que sus ingresos se refuerzan con las propinas que otorgan los clientes, que no sabe cuándo volverán a aparecer. “El seguro de empleo para un mozo es una irrealidad. El ingreso fuerte del mozo es la propina, y al no poder trabajar la está pasando muy mal”, agrega Marcos.

De todos modos, Alexa se muestra confiada. “Nosotros volvimos abrir hace pocos días la hamburguesería y está funcionando con gente de la ciudad que viene a apoyar el emprendimiento. Ojalá que logre funcionar con clientela local, porque no sabemos cuándo volverán los turistas”.

Al continuar la marcha hacia el Barrio Histórico, por varias cuadras no se ve presencia extranjera. Pero debajo del faro, en las ruinas del convento San Ignacio, hay tres muchachos. Son mexicanos, estudiantes de intercambio que están viviendo en Montevideo. “Vinimos a Uruguay en marzo, poquitos días antes de que se cerraran las fronteras. Nunca habíamos estado en Colonia y vinimos a visitarla. Es muy linda. Me gustó a pesar de que no anda nadie en la calle. Debemos volvernos temprano, porque hay pocos turnos de transporte, y el último camión [por ómnibus] sale a las 16.00”, dice uno de ellos.

La apuesta interna

La profesora Cristina Otero está al frente de la Dirección de Turismo de la Intendencia de Colonia. Antes de ocupar ese cargo, trabajó, en paralelo a la docencia, en una agencia de turismo receptivo a partir de la década del 90. Desde esos lugares ha visto el crecimiento vertiginoso de la llegada de turistas a la ciudad, que se disparó una vez que la UNESCO declaró Patrimonio Histórico de la Humanidad al casco histórico de Colonia del Sacramento, en 1995.

Otero valora que Colonia “se ha transformado en un destino absolutamente internacional, por el puerto ingresan turistas de todas partes del mundo”, gracias al trabajo que durante décadas han desarrollado operadores públicos y privados. “Colonia ofrece patrimonio histórico y arquitectónico, contacto con la naturaleza, playas, aire libre, la vista limpia hacia el horizonte, que son cosas que a veces no valoramos quienes vivimos aquí”, subraya.

No obstante, el presente se ha tornado complejo. “Es un reto muy grande, porque estamos en una situación económica muy difícil para Colonia, totalmente impensada, en la que hubo casi 1.700 trabajadores del sector en el seguro de paro y hoy hay poco más de 1.000 gracias a la reapertura paulatina de algunos comercios”.

Otero coincide con la mirada que tienen los empresarios y trabajadores sobre el futuro del sector.

“Ya sabemos de varias empresas que no van a seguir abiertas, porque no pueden hacer frente a los costos de los alquileres. Tampoco podrán hacer frente a una nueva normalidad con 50% de la capacidad, porque no les permitirá tener un negocio redituable”.

Otero valora que en los últimos días “comercios y hoteles con mucha historia” hayan iniciado el proceso de reapertura a influjo, a veces, “a pedido de sus clientes”, que buscan salir de sus hogares tras dos meses de confinamiento.

Cree que en setiembre, con el regreso de las temperaturas cálidas, se vivirá un período de expansión en el sector. “Primero se hará turismo interno, y estamos preparando una batería de promociones para recibir a esos turistas. Hay que pasar la frontera del temor, del miedo, hay que estar confiados en que se cumplirán los protocolos sanitarios, porque mal nos va a ir si empezamos a tener casos de covid-19”, advierte. Otero apuesta a una de las fortalezas que tiene esta industria: “El turismo derrama dinero rápidamente, una vez que empieza a marchar tiene un retorno rápido. Aunque pasarán muchos meses, quizás una temporada, para sanear en parte lo que están pasando ahora las empresas y los trabajadores”.

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