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Ensayo de la obra Otro teatro, en la sala Zavala Muniz. (archivo, diciembre de 2014)

Foto: Nicolás Celaya

Organismos internacionales se unen para medir el impacto de la pandemia en la industria cultural latinoamericana

2 minutos de lectura
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En un escenario incierto, las industrias culturales exploran las posibilidades de un mundo paralizado. ¿Qué sucede con la cancelación de obras y conciertos, de giras y festivales, de estrenos y rodajes? Encuentros que marcan agenda, como la Bienal de Venecia, los festivales de Cannes y Avignon, las Ferias del Libro de Guadalajara o Buenos Aires, ofrecen variantes virtuales o se postergan. Lejos de las certezas, y con una sustentabilidad en riesgo, el panorama del sector cultural se vuelve cada día más complejo.

Para ofrecer el primer aporte estadístico que permita evaluar el impacto del coronavirus en la industria cultural latinoamericana, el bloque de países de Mercosur Cultural, junto con la UNESCO, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Secretaría General Iberoamericana y la Organización de Estados Iberoamericanos se propusieron hacer un trabajo colaborativo con la idea de diseñar políticas y estrategias en función de las necesidades particulares de cada país.

María Frick, responsable del programa cultural de la oficina de la UNESCO en Montevideo (que también representa a los gobiernos de Argentina y Paraguay), contó a la diaria que el encargado de reunir esta información es el Sistema de Información Cultural de América del Sur, un programa que se creó en 2006 (cuando se reunieron los ministros de Cultura del Mercosur) “para revertir la falta de datos válidos sobre economía cultural”, lo que advertían como “una carencia histórica de la institucionalidad y la gestión cultural de la región”. ¿Quiénes integran este programa? Los Sistemas de Información o las Cuentas Satélite de Cultura de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay, Guyana, Surinam y Costa Rica.

En términos generales, aclara Frick, las Cuentas Satélite “se pueden describir como un conjunto de cuentas basado en los principios metodológicos de la contabilidad nacional, que presenta los distintos parámetros económicos –oferta y demanda– de la cultura de forma interrelacionada y en un período de tiempo dado”. Admite que su importancia es crucial, ya que permite calcular anualmente la contribución de las industrias culturales al Producto Interno Bruto de cada país y, por lo tanto, “visibilizar el aporte de la cultura” en el desarrollo económico.

¿Qué medir?

En este estudio, el impacto de la pandemia se medirá en la facturación, el valor agregado y el empleo en el sector cultural. Y se proyectarán dos escenarios: el primero contempla la proyección 2020 en condiciones normales, y el segundo proyecta el impacto de la suspensión de actividades presenciales y, a su vez, estima los efectos de la caída de la demanda en los demás sectores. En este caso se tomarán dos momentos: abril y junio de 2020. A su vez, se hará una encuesta regional para relevar la percepción que tienen los artistas y emprendedores culturales de las consecuencias de la pandemia en sus actividades. En este caso, precisa Frick, “se incluirán preguntas sobre el impacto económico (ventas, ingreso y capacidad de ahorro), condiciones laborales (nivel de precariedad y seguridad social) y capacidad de transición al mundo digital”.

Resultados

El estudio, dice, aportará información precisa sobre la magnitud del impacto, lo que permite proyectar posibles escenarios a nivel nacional, y facilitar “el diseño de políticas paliativas más eficientes para el sector”. También, como los datos siguen “una metodología adoptada regionalmente, los resultados del estudio permiten realizar comparaciones entre países” y “dimensionar la importancia del sector cultural en la economía de la región”. Frick observa que, en general, no se discute el valor de la cultura en términos de producción simbólica y expresión identitaria, pero reconoce que aún es necesario visibilizar el hecho de que la cultura también genera trabajo y riqueza, y que es un elemento fundamental de toda política pública que apunte al desarrollo sostenible.

Seguramente, este escenario motive una transformación cultural y modifique nuestros hábitos de consumo; resignifique enseñanzas y experiencias de procesos anteriores que hoy pueden ofrecer coordenadas para pensar el presente.

A fin de cuentas, la salida será, como siempre, colectiva.

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