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Registro fotográfico 360. Productora Carpincho contento

Foto: Ignacio Correa

El envío uruguayo a la Bienal de Arquitectura conforma un díptico con la mesa memorial de Punta Carretas

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El futuro es intangible y probablemente obedezca a nuevos diseños, lo mismo que la propuesta que de mayo a noviembre representará a Uruguay en la Bienal Internacional de Arquitectura de Venecia. Próximamente. Visiones desde el territorio mínimo propone una serie de conversaciones entendidas como ensayos audiovisuales en 360 grados. Los invitados, de distintas disciplinas y experiencias, protagonizan intercambios, debates y hasta premoniciones mientras intentan responder la interrogante del encuentro: ¿cómo viviremos juntos?

Para conseguir que la instalación se pueda ver en Montevideo, en paralelo, en setiembre, los curadores están sondeando posibilidades junto con la Embajada de Italia en Uruguay y el Espacio Idea (antes los envíos a la bienal se exhibían en el Museo Nacional de Artes Visuales y últimamente en el hall de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, FADU).

Por ahora la energía está puesta en el montaje de estos originales mediometrajes en una bienal que se celebrará en condiciones cambiantes y tras un año de postergación; mientras trabajan en su respectivo catálogo, donde apuntaron a explorar géneros, que no fueran papers o artículos extremadamente académicos, que pudieran tener descripciones y, en ciertos casos, una condición más poética o autoficcional, además de desarrollar un sitio web con streaming a las distintas salas y acceso a los textos comisionados. Esto es parte de lo que adelanta Lourdes Silva, una de las responsables del proyecto, sobre sus antecedentes documentales y sus derivaciones como investigación in situ.

Además de compartir algunos autores, hay un vínculo conceptual entre la mesa negra del memorial de la excárcel de Punta Carretas y esta mesa blanca de diálogos cruzados que montarán en la Bienal de Venecia.

En conjunto con Federico Lagomarsino, Federico Lapeyre y tres colegas más ganamos en 2019 el llamado a memorial de los familiares de presos políticos de la cárcel de Punta Carretas. El proyecto se basa en una construcción a escala urbana –si se quiere, es una especie de ready made– que replica la mesa de visitas que estaba en el penal. Llegamos a esa forma y a esa cuestión conceptual revisando material de archivo del Serpaj [Servicio Paz y Justicia] y también trabajando con familiares, con Crysol, porque es un memorial que llevan adelante los familiares de quienes estuvieron presos. Es a partir de ellos que el Ministerio de Educación y Cultura propone este concurso público.

La inauguración terminó teniendo muy bajo perfil.

Claro, en realidad nosotros terminamos la obra sobre fines del año pasado, teníamos fijada una inauguración con 200 personas, controlada aunque bastante masiva, pero dado el contexto pandémico y los rebrotes, no la pudimos hacer. Y por ahora tampoco hemos tenido instancias como para activar la pieza de una manera más pública, más allá de los usos cívicos y urbanos que se le dan, como comer, estar ahí, conversar, que era un poco la idea de este memorial: que no fuera un objeto de contemplación, pasivo, con una condición fuertemente artística, sino un objeto de uso, y que tuviera escala urbana. Además, en la mayor parte de los relatos de los familiares aparecía la mesa como territorio mínimo de interacción. Allí era donde se tomaban de las manos, escribían en la mesa, llevaban cosas, era una zona de muchísimo ritual, de encuentro, entonces nos parecía interesante colocar eso en el espacio público. Es una mesa extensa, hecha en acero, está tallada con láser y tiene los nombres en columnas, como si fuera una gran hoja, de las personas que estuvieron presas. Armar ese listado de alrededor de 700 nombres fue bastante caótico, porque era por Whatsapp, con los familiares, iba apareciendo gente que no estaba registrada antes. Ese trabajo de archivo fue peculiar, porque no hay una documentación tan rigurosa sobre esa cuestión, más allá de la que llevan esas personas que participaron.

Esta mesa mira hacia el pasado, es un homenaje, un recordatorio, mientras que esta otra, que van a montar en el pabellón en Venecia, se proyecta y coloca al espectador en otra posición.

Lo planteamos como un díptico más allá de que el memorial activa cierta condición de la memoria o del recuerdo pero a partir del uso. En el caso de esta, blanca, es una mesa-pantalla, como una tabula rasa: lo que se imprime allí es nuevo y son visiones a futuro. Además, concebimos la mesa blanca como un dispositivo nómade, digamos: la mesa con la cámara 360° en el medio, con la cámara cenital, y con una serie de consignas y de invitados, en un formato conversacional, es un dispositivo en sí mismo. En este caso va a estar en un espacio expositivo, y cuando venga a Uruguay también, pero nos interesa llevarlo después a territorio, a otros sitios, y mapear determinadas agendas.

"Próximamente. Visiones sobre el territorio mínimo" 2.

Foto: Ignacio Correa

¿Se van a agregar panelistas?

Otra de las propuestas que evaluamos para Uruguay fue volver a pedir la sala del Instituto Nacional de Artes Escénicas, donde hicimos el rodaje, construir nuevamente el dispositivo pero para que sea de uso público, que vaya quien quiera, a partir de una consigna, y pueda ponerse a discutir, en una dimensión un poco más expandida, por fuera de campos disciplinares o de experticias. Por otro lado, en un momento, cuando recién ganamos este concurso, tuvimos algunas reuniones porque interesaba que Próximamente tuviera un emplazamiento territorial: llevarlo al Apex del Cerro o a espacios de extensión de la Universidad de la República y probarlo allí. Es decir que el proyecto tiene una pata de investigación que excede lo expositivo, algo que viene sucediendo con los envíos de arquitectura mayoritariamente en los últimos seis años. De hecho, escribimos sobre eso en el catálogo. Aquí hay una construcción específica que después deriva en una investigación y probablemente en un proyecto de extensión. Pero ya la tradición de los envíos recientes tiene esto implícito.

¿Qué consideraron para seleccionar a los invitados que se verán en la bienal?

El tema esta vez es ¿Cómo viviremos juntos? y es la primera vez que una bienal de arquitectura plantea una pregunta y no una afirmación. El curador general es el libanés Hashim Sarkis, posdoctorado de la Universidad de Massachusets, y propuso este tópico incitando, de acuerdo al texto de la bienal, a la imaginación espacial y política de los arquitectos y de las arquitectas (aunque es una pregunta masculinizada). Nosotros entendíamos que para atisbar, o ensayar, en realidad, una posible respuesta era necesario e imprescindible desbordar el campo disciplinar de la arquitectura e invitar a personas que pertenezcan a otros marcos conceptuales o a otras formas de la práctica académica, al trabajo comunitario. La pregunta sobre el habitar y el vivir juntos desborda la arquitectura, necesita de la sociología, de la antropología, de la psicología, de las artes, de la literatura y de más. En esto de cuestionar cierta condición a veces dogmática del objeto de estudio de la arquitectura, armamos ese grupo.

Hay varias mesas que tienen moderadores pero hay una que es una asamblea de cooperativas de vivienda, otra es el soliloquio de una vidente, otra es de mujeres migrantes con sus hijos: la idea era trabajar a partir de cierta cartografía afectiva de los lugares donde han vivido y proyectan vivir; el texto comisionado es de Valeria España; en el caso de la mesa en la que participan antropólogos, sociólogos y demógrafos, en la que la pregunta fue ¿Cómo moriremos juntos?, el texto es de Cristian Espinoza. Hay una mesa dedicada a pensar patrimonio en clave de futuro, la idea de monumento y de copia en un contexto urbano, y el texto fue comisionado a Fernando Foglino. En la mesa de alcaldes y alcaldesas trabajamos la promesa en la política, y está moderada por Eduardo Álvarez Pedrosian. Hay una mesa con el sindicato de repartidores de Uruguay, o sea, los trabajadores de las cadenas Pedidos Ya, Glovo y demás, donde los invitamos a que comentaran su experiencia en cuanto a la construcción del territorio y a ciertos pedidos y reivindicaciones de carácter laboral. Después hay un debate entre un gerente de ciberseguridad y un hacker de verdad. Hay otra que coordinamos en conjunto con Plan Ceibal, con 40 adolescentes, que se llama Diseñando el Cambio, y trabajamos con las maquetas que quedan hechas basura en la FADU: las pedimos y generamos, en lugar de una mesa, un taller de seis horas.

Hay además una fiesta final, un banquete, en el que la mesa se rompe y se cae por su propio peso, y esa mesa tiene una desgrabación que pareciera ser poesía concreta; el texto se lo solicitamos a Ramiro Sanchiz. Es una pieza de ficción un poco distópica.

Ahora estoy terminando de hacer las fichas: cada mesa tuvo su duración, seis horas o 20 minutos, así que también el tiempo de habitar juntos en ese set es distinto. Y el set tenía su lado A, que es la mesa con las cámaras y ese fondo infinito negro, y el lado B, la mesa circular en la que recibíamos a la gente y estábamos trabajando. Filmamos esto, por suerte, en febrero de 2020, 1.000 horas durante una semana, a días de que se declarara la pandemia en Uruguay. Todavía estamos en el trabajo de limpieza de esas imágenes. Los contenidos web de las diferentes mesas van a estar en formato tiny planet: vas a ver la mesa como una esfera, te vas acercando y te movés. Luego, lo que se lleva a Venecia es una instalación fuertemente inmersiva, en la que entrás en ese fuego cruzado de las conversaciones, que estamos diseñando con los Head Brothers (Mar y Juan Pablo Colasso). El equipo es grande, y Mathías Chumino restauró y editó las imágenes 360.

¿En qué medida ingresó la pandemia en el diálogo?

Hay varios textos comisionados que hablan del contexto de pandemia. En la mesa de la vidente apareció esta cuestión y hay más referencias claras. En el texto final del catálogo, a modo de conclusiones, reflexionamos sobre cómo este dispositivo de mesa y de bustos parlantes de alguna manera anticipó la zoomificación y el distanciamiento social. Es algo que terminó haciendo mucho sentido con este proyecto, que justamente se llama Próximamente en alusión a lo próximo a nivel espacial pero también a nivel temporal, en un contexto en el que las proximidades están puestas en cuestión. De hecho, sería un proyecto muy difícil de desarrollar, desde su rodaje y desde su matriz inicial, ahora; sería casi imposible; es un envío que cuenta entre 70 y 80 invitados y no podemos hacer una foto de todos juntos ahora. Sobre todos esos aspectos reflexionamos mucho porque también hacen a las lógicas del habitar y de la arquitectura.

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