Existe el miedo de que si los niños levantan pesas se puede ver perjudicado su crecimiento. No es casualidad que todavía hoy, pese a toda la evidencia científica que demuestra lo contrario, se siga sosteniendo que el entrenamiento de fuerza es únicamente para los más grandes. “Lamentablemente este mito sigue presente: incluso entrenadores y profesionales de la salud lo sostienen diciendo que el niño debe realizar ejercicio, pero sólo con su peso corporal. Esta recomendación parece ir más por un lado de desconocimiento que de cuidado”, alertó el preparador físico especializado en actividad física y salud en niños y adolescentes Eugenio Fierro.
El profesional indicó que si bien lo ideal es que, antes de usar pesas u otros implementos deportivos que suponen cargas externas, los niños sepan dominar su peso corporal, “si el movimiento se limitara únicamente a esa recomendación, tendríamos que limitar acciones que se producen en el juego libre, como lo es cargar objetos o a un compañero, por ejemplo”. Según Fierro, actualmente la evidencia que apoya el entrenamiento de fuerza en niños es robusta.
La fuerza es una de las cualidades físicas básicas que se deberían entrenar a lo largo de todas las etapas de la vida, y la niñez no es la excepción. “Se ha observado que los jóvenes de hoy son menos fuertes que décadas anteriores, y esto ocurre por la falta de movimiento, que es afectado por múltiples aspectos socioecológicos: familias inactivas, colegios inactivos, comunidad inactiva”, advirtió el preparador físico consultado por la diaria. Fierro es egresado de la Universidad Santo Tomás, de Chile, y forma parte de la academia High Fitness como entrenador y divulgador.
Dijo que los beneficios del entrenamiento de fuerza en edades tempranas son múltiples: “Mejora la composición corporal y la salud cardíaca, reduce la probabilidad de lesiones, mejora la competencia motriz y el desempeño en los deportes, así como la salud mental, entre otros beneficios biopsicosociales”. En contrapartida, el autor del libro High Fitness Kids (2021), quien además está detrás del podcast Fitness juvenil, indicó que los riesgos del sedentarismo y la inactividad física en la niñez pueden ir desde la ganancia de peso no saludable hasta el deterioro de la salud mental.
Existe evidencia de que “los jóvenes menos activos tienen una menor satisfacción con la vida y más trastornos del estado de ánimo en comparación con los más activos.
Por otro lado, se ha visto que el desinterés con la práctica de actividad física puede manifestarse a partir de los seis años, provocando que en la adolescencia y la adultez sean más reacios a realizar actividad física”, advirtió el docente. Es por esto que en la niñez se debe incentivar el aumento del alfabetismo motor que, según el especialista, implica desarrollar una amplia diversidad de habilidades motrices y cualidades como la fuerza y la capacidad aeróbica. Esto se puede motivar por medio de múltiples deportes o actividades físicas. Según explicó Fierro, con unos 60 minutos diarios de actividad física de moderada a vigorosa se podría generar una buena adherencia para que los niños se sientan a gusto con la actividad.
Claro que los más pequeños no deberían entrenar igual que los adultos. “Los programas de ejercicio físico en niños y adolescentes deben tener un enfoque lúdico, en el que estén presentes componentes pedagógicos en cuanto a directrices atingentes al vocabulario de los niños. Además, se deben crear actividades que impliquen un desafío mental. No olvidemos que la principal motivación de los niños para una actividad es la diversión, aprender algo nuevo y hacer amigos. Esto es distinto de lo que sucede con los adultos, que muchas veces practican ejercicio por motivaciones estéticas”, recordó Fierro.
A su vez, el preparador físico destacó que existe un componente muy valioso que se puede aplicar en el entrenamiento de los más chicos: se lo conoce como feelings (sentimientos, en inglés) y tiene que ver con fomentar la sociabilidad con sus pares y el entorno en general. “Si queremos construir una sociedad que desarrolle mejores seres humanos, se puede aportar desde el movimiento con actividades físicas de cooperación”, señaló Fierro.
Cuándo y en qué contexto
Al cargar a un amigo, traccionar una cuerda, trepar un árbol, recorrer un pasamanos o incluso al hacer alguna pirueta como el paro de manos, los niños realizan casi de forma innata actividades en las que desarrollan la fuerza. De todas formas, cuando se trata de ejercitar esta capacidad mediante una actividad más estructurada, se aconseja que tengan al menos cinco o seis años. “Esa es una edad óptima recomendada por la evidencia, ya que es cuando los niños pueden seguir las directrices del entrenador, además es cuando muchos suelen participar en actividades deportivas y es razonable que también puedan beneficiarse del entrenamiento de fuerza con ejercicios de diversidad motriz”, explicó Fierro.
Es probable que el escenario que se nos venga a la mente al pensar en el entrenamiento de fuerza sea el de un gimnasio repleto de aparatos y pesas. Pero al vincular fuerza y niñez esa imagen no encaja. Porque, como dijo Fierro, los gimnasios más tradicionales, “en donde únicamente hay máquinas de musculación y cintas de correr o bicicletas estáticas diseñadas para segmentos corporales de adultos, no son el lugar más atractivo para incorporar el ejercicio en niños, ya que ellos no adhieren a actividades de ese estilo”.
En contrapartida, el entrenador destacó que los gimnasios de entrenamiento funcional y crossfit podrían ser más adecuados porque, generalmente, “son instalaciones que ofrecen actividades grupales de fitness infanto-juvenil que fomentan la socialización (factor clave en el ejercicio en jóvenes)”. Además, agregó que en este tipo de centros hay materiales deportivos que pueden ser muy versátiles y posibilitan el desempeño motor.
Fierro recalcó que es clave que estos espacios de entrenamiento sean seguros para los más chicos. Esto tiene que ver en parte con el orden, el buen estado de los materiales e incluso la correcta delimitación de las zonas que pueden suponer potenciales peligros. Además, es importante que los entrenadores hagan un seguimiento de cada niño para que puedan desarrollar sus habilidades físicas con motivación y confianza.
Los ejercicios de fuerza para niños pueden hacerse con el propio peso corporal pero también con elementos como bandas elásticas, balones medicinales y kettlebells (o pesas rusas), por ejemplo. A su vez, existen deportes como la halterofilia que, según advirtió Fierro, pueden practicarse “siempre y cuando el niño haya tenido una correcta progresión de aprendizaje y ganancia en las mejoras de su competencia motriz general y específica de esa disciplina”.
El juego
El ejercicio es cualquier actividad física planificada, estructurada y repetitiva que se realiza para mejorar o mantener la salud y la condición física. No supone un juego en sí mismo o una competencia, como sí sucede en el caso de los deportes. Pero eso no quiere decir que no pueda tener un componente lúdico.
Si el entrenador logra volcar en las clases su creatividad, los niños pueden entrenar mientras se divierten y juegan. “Esta creatividad puede ir desde lo verbal, dando directrices como ‘desplazate como un tigre’, en lugar de decir cuatro apoyos, o ‘realiza saltos de rana’, en lugar de decirles sentadillas con saltos”, ejemplificó Fierro sobre cómo generar motivación a través del movimiento animal. “El vínculo de ejercicios fitness con actividades lúdicas de colaboración o cooperación puede ser una gran estrategia para el armado de un circuito de estaciones de entrenamiento funcional para niños”, agregó.
“Posiblemente, la falta de presencia de niños en actividades más fitness se deba a que el entrenamiento se ve como algo más estructurado y por eso parecería no cumplir con sus intereses. Pero no es así”, indicó el entrenador, quien marcó algunas diferencias: en el caso de los deportes, socialmente se los reconoce como espacios de entretenimiento y por eso tienen mayor participación infantil. Fierro recomendó a los entrenadores de niños de diferentes deportes que incluyan, por medio de componentes lúdicos, el entrenamiento de fuerza como eje central en su preparación física, para reducir lesiones y aumentar el rendimiento y la participación deportiva general.
Que les interese y se diviertan, que se sientan seguros y que sean desafiados a realizar movimientos que realmente puedan hacer de acuerdo con sus habilidades motrices son algunos de los lineamientos fundamentales que destacó Fierro cuando se busca generar en niños y jóvenes la adherencia al ejercicio desde una experiencia positiva y educativa.