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Francisco Pizzorno y María Clara Pizzorno.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

City Winery Uruguay, el espíritu de una bodega en tres niveles

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El restaurante de Parque Rodó incluye una tienda y un espacio de proyecciones 360º

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Si el turista no va a la bodega, la bodega viene a él. Algo de eso pergeñaron los hermanos María Clara y Francisco Pizzorno, cuarta generación de bodegueros, para darle forma a City Winery Uruguay, una bodega urbana en una edificación reciclada, elegante y funcional, en el barrio Parque Rodó.

Los Pizzorno son originalmente del Piamonte, donde siempre se dedicaron a la fruticultura y la horticultura. En Canelones fue su bisabuelo quien marcó el camino del vino para la familia en 1910. Elaboraban, como casi todos, vino de mesa, hasta que en la década de 1990 Carlos Pizzorno inició la reconversión hacia el vino fino. “Hubo que reinsertar vid de mejor calidad, mejorar los procesos del viñedo y el cuidado”, relata su hija. “Y la calidad implica renunciar a la cantidad. Buscando nuevos mercados, en el año 2000 se hace la primera exportación, o sea, se busca ubicarse en otro consumidor”.

Actualmente Carlos Pizzorno lidera el área de producción, viñedos y bodega en Canelón Chico, su hijo Francisco está al frente de la parte comercial, mientras que María, que es contadora, se encarga de administración y finanzas.

En 2015, por iniciativa de los dos hermanos, comenzaron a incursionar en el enoturismo. “El cambio que hacemos es ver qué ocurría haciendo experiencias en la bodega y mostrándole a la gente nuestra historia”, cuenta María. Ese año Francisco comenzó con una sala de degustaciones. En 2018 inauguraron la posada en lo que fue la casa de sus abuelos: “Son cinco habitaciones para que la gente se pueda quedar, y hoy en día tenemos un salón más grande, un restaurante que opera todos los días al mediodía y hacemos eventos”.

Desde el fatídico 2020, recordado por la pandemia y a la vez por una gran añada, fueron madurando una decisión que torcería el eje del negocio: “Viendo un poquito cómo se paraba el mundo y cómo dejábamos de recibir turistas y nos visitaban un poco más los uruguayos, surge la idea de venir hacia Montevideo y trasladar la industria a la ciudad”, recuerda María.

Insumió ocho meses reformar la casa, que tiene 80 años, para que pudiera albergar un restaurante con capacidad para 60 personas y hacer del lugar un centro de interpretación del vino. “Intentamos ganarle cada espacio a la casa”, asegura María Clara Pizzorno, que cuenta lo que fue descubrir “lo que era Montevideo con estas casas, con los sótanos que tenían. Ahora la gente pasa por la vereda y se queda mirando porque la cava de la casa tiene las arcadas originales y es tremenda, realmente”.

La edificación mantiene sus gruesas paredes a la vista en los tramos de la escalera que comunica las tres plantas. Para ambientarla trajeron barricas y colocaron una estantería con capacidad para 650 botellas. Está en los planes instalar un ascensor para garantizar la accesibilidad a todos los pisos.

“Lo bueno es que hay clientes uruguayos que se han convertido en fieles después de la pandemia. Entonces, conservamos al turista local y el turismo receptivo por suerte empezó a aumentar de nuevo. En verdad, queríamos estar un poco más cerca y darle a la oferta turística de Montevideo un valor agregado. Acá se crea una experiencia inmersiva en la que mostramos el proceso de elaboración y la historia del vino en Uruguay a través de una sala 360, con seis proyectores que proyectan en los pisos y las paredes, y audífonos en inglés, portugués y español. Creíamos que hacía falta algo innovador como hay en otras partes del mundo: en Ámsterdam existe la Heineken Experience, en Buenos Aires hay bodegones con demostraciones de tango. Faltaba un mix de cultura y enoturismo en Montevideo para aquellos que quizás vienen por el día y no les da tiempo de recorrer una bodega; o capaz que les gusta el vino y simplemente quieren venir a cenar. Y además, para sumarles a los montevideanos una experiencia de vino a la vuelta de su casa”.

Para los Pizzorno es básico destacar que City Winery “es ante todo un restaurante en Parque Rodó”. Un restaurante nocturno, en una casa que funciona desde temprano para actividades complementarias. “Porque en este restaurante, que abre siempre a la noche, si tú venís de día podés hacer catas de vino y podés vivir la experiencia inmersiva en el rooftop. Si venís de noche podés cenar y también hay otro tipo de experiencia en el rooftop”.

En el ingreso a la cava, donde hay mesas, montaron una boutique de productos nacionales: aparte de vinos, de su etiqueta y una selección de otras bodegas, que irá cambiando: venden dulce de leche, aceite de oliva, sales saborizadas, prendas y carteras de la grifa Tranquera.

“La planta baja es el restaurante, el motivo principal de City Winery, y después, en el tercer piso, hay una sala inmersiva, donde se ofrecen dos shows. Uno durante el día, que se llama Vino 360, cuenta la historia del vino uruguayo a través de la familia Pizzorno; contamos los procesos de elaboración, la familia de inmigrantes, la vinificación de algunos vinos. En esta misma sala, de noche, está Move 360, que cuenta la historia de Uruguay a través de la música y la danza”.

Made in Uy

Tanto en la bodega como en la ciudad, cuentan con el asesoramiento gastronómico de Mauro Fernández, quien fue chef ejecutivo del hotel Sheraton y desde hace cuatro años los acompaña en un intento por resaltar “las raíces”, dice María. La carta contiene productos ineludibles, como la carne (entraña, bife ancho, picaña de cordero) y el dulce de leche, y platos como el chivito, la pasta rellena, los panqueques, el flan. Pero ese panorama clásico se sirve en un salón con sillones de cuero, puertas corredizas y luces bajas, donde un sommelier asignado a la mesa va recomendando maridajes. Como entradas hay mollejas al prosecco, hongos criollos y un fresco tartar de camarones de Rocha.

Se pueden elegir individualmente u optar por dos recorridos: el Clásico oriental, con dos copas, dos entradas y un café, o el Banquete rioplatense, con tres copas de vino reserva, una entrada, un principal, un postre y un café.

La visita a la bodega canaria tiene otros tiempos y dinámicas. “City es algo más descontracturado”, resume María Pizzorno, “porque la visita a Pizzorno siempre es más anticipada, o sea, es un plan, vas al aire libre, conocés el viñedo, mientras que acá muchas veces pasan por enfrente y hay gente que viene a un tapeo o picada. Se pide alguna copa, está un rato y se va. Es más improvisado, lo que nos rompe a nosotros mismos los esquemas; porque en Canelones yo ya sé las personas que van a venir”.

El show Vino 360 y el show Move, el nocturno, se venden en paquetes. Puede ser solamente el show con una copa de vino o puede ser el show de vino con una degustación tanto clásica como premium. Pero el producto estrella, cuenta María Pizzorno, es el show 360 más degustación de cinco regiones. “Es una cata que recorre Uruguay, no solamente Pizzorno. Y es un vino de una bodega de esos departamentos y un bocado relacionado a cada región. Quisimos darle una experiencia diferente a la persona que va a Pizzorno, Canelones. Teníamos que ser un vinculante con las demás bodegas. Cuesta $ 2.900 e incluye obviamente la experiencia inmersiva. Pero si tú solamente querés venir a consumir la experiencia con la copa de vino, dura aproximadamente 20 minutos y tiene un costo de $ 700”.

City Winery Uruguay (Joaquín Requena 1094 esquina Maldonado) abre como restaurante de 19.30 a 1.00. De miércoles a lunes, show Vino 360 de 11.00 a 17.00 y show Move a las 19.30. Reservas al 098756802.

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