Hacer ejercicio no está en la naturaleza humana porque, como explica en su libro Ejercicio (editorial Pasado y Presente, 2021) el profesor de Biología Evolutiva de Harvard Daniel Lieberman, “evolucionamos para ser físicamente activos por necesidad, no por placer o por voluntad propia. Sin embargo, cada vez más personas corren sin tener que hacerlo. Y corren sin perseguir una presa ni escapar de un depredador. Corren porque sí. O mejor dicho, porque algo –interno o externo– las empuja a hacerlo”. ¿Qué es ese algo?
En la zancada hay una fase de vuelo. Es ese momento en que los dos pies se separan del piso y el cuerpo flota, aunque sea por una fracción de segundo. “¿Quién no ha querido volar alguna vez?”, se pregunta Merceditas Cuevas, kinesióloga, licenciada en Educación Física y exrecordista nacional en maratón (primera mujer en bajar las tres horas en esta prueba). Porque correr no es sólo movimiento. Es impulso, placer, desahogo. Aunque también es estructura, rutina, disciplina. Y, en tiempos hiperproductivos y –paradójicamente– cada vez más sedentarios, puede ser una forma de escape.
¿Qué pasa en un cuerpo cuando corre? ¿Por qué, una vez que se adquiere el hábito, es tan difícil dejarlo? Y ¿cómo una práctica que a priori podría ser tan simple como poner un pie delante del otro sostenidamente y con ritmo se convirtió en un fenómeno global, identitario y muchas veces adictivo?
Por dentro: lo que pasa en el cuerpo
La ciencia respalda lo que el cuerpo ya sabe. Correr mejora la capacidad cardiovascular, fortalece el sistema muscular, activa el metabolismo y favorece la salud mental, entre otros tantos beneficios. A nivel neuroquímico, los efectos son llamativos y, de cierto modo, explican por qué algo que puede parecer tan sacrificado para algunos es tan placentero para otros.
No es casualidad que días después de correr una maratón (42,195 km) en Los Ángeles el baterista de Pink Floyd, Nick Mason, haya tuiteado: “Correr una maratón es la sensación más parecida a estar en un viaje de ácido sin haber tomado”. Como explican los argentinos Martín de Ambrosio y Alfredo Ves Losada en su libro Por qué corremos (Debate, 2013), “la mejor droga para los corredores es la droga cerebral”. Y lo que menciona Mason es en realidad lo que se conoce como runner’s high, “un estado entre el nirvana emocional, la armonía universal y la euforia que se da luego de una actividad intensa y prolongada”, según escriben los autores.
El psicólogo deportivo y atleta Gerardo Martino describe una experiencia muy común entre quienes corren habitualmente: un estado de conexión profunda, casi hipnótica, en el que el esfuerzo se transforma en placer. “En medio de la fatiga, hay momentos en los que el cuerpo entra en un flujo donde el esfuerzo se vuelve placentero, casi adictivo”. Esa sensación –el runner’s high– se asocia con la liberación de dopamina, endorfinas, serotonina y anandamida, sustancias que producen bienestar, reducen el estrés y pueden incluso causar euforia.
“No todas las personas experimentan ese efecto, ya que depende de factores como la intensidad del ejercicio, la predisposición biológica y el estado mental en el que se encuentre el corredor. No es algo que pase en cada entrenamiento, pero cuando sucede, es muy notorio”, detalló el psicólogo y corredor, y contó que es una sensación que ha sentido en entrenamientos largos o en momentos de gran esfuerzo en los que, de repente, todo parece más fácil.
Cuevas, desde su doble mirada, profesional y vivencial, explicó: “Durante la carrera se producen ondas alfa que te permiten estar tranquilo, relajado, con un conocimiento muy profundo de lo que te está pasando por dentro y a su vez muy expectante de lo que pasa afuera”. Para la corredora, también es un estado total de euforia, por eso cree que es tan adictivo.
Desde la perspectiva de la biomecánica, la diferencia entre caminar y correr está en la fase de vuelo de la zancada. Ese vuelo, que representa también ese deseo de llegar cada vez más lejos e ir más rápido, “tiene que ver con la historia misma del deportista, de querer desafiarse”, explicó Cuevas. A medida que se van logrando mayores distancias y tiempos, “entrás en un estado de alegría porque estás consiguiendo algo que vos planificaste y para lo que estás trabajando”.
La lógica detrás del hábito
La adherencia al running no se explica sólo por su efecto químico. “Correr cubre muchas necesidades humanas de forma sencilla”, dijo Cuevas. Necesidad de movimiento, de autoafirmación, de gratificación, de imponer el propio ritmo. Correr permite poner el cuerpo en acción sin depender de infraestructura ni dispositivos. “No precisás más que un calzado y un espacio. Es una forma de vida”, expresó.
Para Ricardo Flores, entrenador deportivo y politólogo, una de las claves está en la combinación entre lo físico y lo simbólico: “La dopamina juega un rol importante en la construcción de adherencia. Y la rutina física (entrenar para correr) no requiere muchos materiales o una infraestructura compleja como sucede con otros deportes”. Es que, comparado con otros deportes, el running supone procesos más accesibles y menos barreras materiales. En eso, en parte, radica su masividad.
Pero también esos factores convierten a esta práctica en funcional a las narrativas de autosuperación contemporáneas. “Hoy el running se adapta muy bien a los discursos que destacan lo individual frente a lo colectivo”, advirtió Flores.
Aunque muchas veces se lo representa como un acto individual, el running también genera comunidad. Hay grupos, clubes, carreras y, por supuesto, acciones compartidas en redes sociales. “Somos seres gregarios”, dijo Flores. Por eso, correr en comunidad motiva, divierte y genera seguridad y sentido de pertenencia.
Cuevas, por su parte, reivindicó el carácter introspectivo de correr: “Es un deporte individual. Uno no puede correr al ritmo de otro sin perder conexión con lo que está pasando dentro del cuerpo. Para mí, eso es clave”.
Algo que diferencia al running de otros deportes es la igualdad del recorrido. “En una carrera, el mismo trayecto lo corre un atleta de élite y una persona que corre su primera maratón”, dijo Cuevas. “Eso no pasa en otros deportes. No vas a jugar un partido con [Luis] Suárez, pero sí podés correr con [Eliud] Kipchoge”. Esa horizontalidad también alimenta el mito del running como experiencia universal.
Mediado por la lógica digital
Correr no sólo se hace: se exhibe, se mide, se comparte. Y se compra.
“El impacto de las tecnologías de la información y la comunicación en el running es innegable: quienes documentan sus rutinas comparten logros o interactúan en redes, no sólo mantienen viva la visibilidad del deporte, sino que también generan un engagement colectivo que redefine su práctica”, reflexionó el politólogo consultado, y agregó: “Correr un 5K o 10K ya no es sólo un desafío personal, sino un acto social mediado por la lógica digital”.
Es que las dinámicas de este deporte no escapan de lo mainstream social y deportivo: “Al dirigirse a públicos segmentados con contenidos especializados y comunidades virtuales, el running se inserta en la reproducción de hiperconsumos culturales-deportivos, típicos de una era marcada por el hipercapitalismo y la hipermodernidad. Las redes sociales, lejos de ser un escaparate, actúan como catalizadoras de esta fusión entre rendimiento físico, identidad digital y mercado”, agregó el investigador.
¿Resistencia o síntoma?
El running puede pensarse como una forma de resistencia frente a vidas cada vez más sedentarias, estresantes, exigentes, pero también como un síntoma. Porque, según explicó Flores, si bien ofrece un momento de desconexión, muchas veces está al servicio de la misma lógica de productividad que lo genera.
Allí están las redes sociales, los retos, los calendarios de competencias (y sus costos). El mercado ofrece ropa, aplicaciones, suplementos, viajes. Cada producto se promueve a la velocidad de una zancada. “Se ha gestado una superestructura en la que el mecanismo del éxito se realiza una vez que tenés un shot de entrenamiento sostenido”, analizó Flores. Pero eso no resuelve el estrés, lo gestiona. El running, entonces, se encuentra en ese tire y afloje entre ser resistencia y funcionar como herramienta del sistema que intenta resistir.
Vuelo propio
A pesar de todo, o precisamente por todo lo mencionado, correr sigue siendo una forma de reconectar con algo básico, visceral, primitivo. “Estás esforzándote, transpirando, cansándote, pero como eso está saliendo, entrás en un estado de euforia. Estás logrando algo que planificaste”, reflexionó Cuevas. “No importa el ritmo. Para vos, es tu vuelo”.
Y como concluyó Martino: “Correr es mucho más que un deporte: es un espacio donde las personas se desafían, encuentran claridad y refuerzan la identidad como atletas y personas”.