La colección ¡A volar!, dedicada a álbumes ilustrados para niños, llegó al primer lustro y la editorial Banda Oriental lo celebró con una nueva entrega en la que confirma el camino que transita y que seguirá andando, que combina autores contemporáneos y clásicos.
Uno de los nuevos títulos es El diablito colorado, del prolífico Horacio Quiroga, ilustrado por Pantana (Sebastián Santana). Creado para sus hijos Eglé y Darío, forma parte de Los cuentos de mis hijos, una de las obras menos conocidas del autor. No transcurre en la selva, sino en la montaña, donde, luego de un terremoto, Ángel, el protagonista, descubre al pequeño diablito colorado del título, al que libera de una grieta en la que había quedado atrapado, por lo que, agradecido, lo acompañará y ayudará en distintas situaciones. De este modo, la fantasía se amalgama con la vida cotidiana del niño, y el diablito, que maneja a la perfección el oficio de la herrería, lo ayuda en un concurso de honda, lo venga de su maestro y lo salva de las amenazas de un hombre malvado que llega al pueblo.
Con ilustraciones a lápiz, muy expresivas y dinámicas, en las que el uso del color adquiere particular relieve, Pantana pone en escena cada situación, y compone un diablito encantador y singularísimo. Las ilustraciones van y vienen fluidamente con el texto, con el que comparten página y se mezclan, sobre todo en los diálogos, mediante el recurso de los globitos de las historietas. Aunque en el cuento son frecuentes las formas y giros típicos de los cuentos tradicionales, se despega de estos en una caracterización de los personajes más bien coloquial, cercana, a lo que se agrega un constante uso del humor y de la picardía en el caso del diablito (humor explotado en muy buena forma en el trabajo de ilustración). Entretenimiento asegurado, riqueza lingüística y miles de detalles para descubrir en sus páginas hacen de El diablito colorado una buena opción para la lectura compartida.
En El perro fantasma de Maxi Tellier también hay un niño protagonista a quien un compañero fantástico que se le aparece de repente ayuda en situaciones difíciles de su vida cotidiana. El cuento de Horacio Cavallo, ilustrado por Óscar Scotellaro, transcurre en una semana que da comienzo cuando una extraña anciana que se cruza en su camino le asigna un amigo muy particular: un perro fantasma, al que sólo Maxi puede ver, con el que se encariña de forma instantánea y al que bautiza Bambú. De estructura circular, empieza y termina con la presencia enigmática de la viejita y está estructurado por capítulos correspondientes a cada día de la semana, de lunes a lunes. Los conflictos y miedos de un niño solitario —el grandote que lo molesta en la escuela, un perro enorme que le gruñe y le infunde miedo—, junto a pequeñas escenas como el olvido de un cuaderno o la lealtad al amigo enamoradizo, propician que Maxi recurra a Bambú en su auxilio. En un relato ágil y tierno, el peculiar vínculo entre niño y mascota —una variante de amigo imaginario, con el ingrediente de la fantasía— transcurre sobre ruedas, y el protagonista se verá recompensado con la sorpresa que le espera cuando expire el tiempo de compañía del perro fantasma.
Por último, con Otros, nuevos, lindos, feos, menos y más amigos imaginarios, Fidel Sclavo retoma la idea de Los amigos imaginarios, publicado en la misma colección en 2013. Un bienvenido regreso de este autor —escritor, ilustrador y diseñador gráfico—, que a partir de fotografías de objetos de uso cotidiano encontrados por ahí, crea personajes e historias cuyo denominador común es una mirada poética de las cosas, en la que están siempre presentes el humor y la imaginación.
Esta quinta entrega de ¡A volar! ofrece, pues, tres excelentes opciones para empezar a festejar el Día Nacional del Libro, que se conmemora el viernes 26 de mayo.