El año pasado estuvo 12 días en coma, pero en diciembre Raúl Tintabrava Castro ya había vuelto al ruedo. Y este miércoles a las 21.00 en el Auditorio Adela Reta reestrenará, con entradas agotadas, Anarquía, el espectáculo que Falta y Resto presentó en el carnaval de 2007. Para hablar de ese retorno, el legendario fundador y letrista de la Falta nos esperó en lo que llama su “oficina” —un bar que descansa en una esquina de Pocitos—, pero es difícil no irse por las ramas con este carnavalero que las vivió todas. Y las puede contar.
¿Por qué vuelven a interpretar Anarquía a diez años de su estreno?
Fue una idea de Felipe Castro, mi hijo. Porque en su momento fue muy exitoso y nos dio la posibilidad de ir a lugares increíbles en Argentina, por ejemplo, donde no sabían lo que era una murga. Pero además, porque cuando repasamos el guion, vimos que estaba lleno de cosas que son muy actuales. Y también porque fue la primera vez que la Falta hizo todo con músicas inéditas.
En una parte de Anarquía cantan: “Con el paso del tiempo, lo que ayer era izquierda, poco a poco se ha ido corriendo de lugar, y los que antes estaban al borde del abismo, hoy, más equilibrados, se corren hacia acá”. ¿Cómo lo ves diez años después?
Cada vez peor. Se siguen corriendo. Vamos todos por el corredor del centro, y los que van por afuera de ese corredor son políticamente incorrectos. Viruta [el protagonista] era totalmente incorrecto políticamente, y está bueno que de vez en cuando se tire desde lo artístico cosas que sean “políticamente incorrectas”, si es que existen, porque remueven y hacen pensar otra opción. En ese mismo cuplé dice: “Ahora capitalismo no es más mala palabra. La doctrina marxista se ha vuelto un tanto light, no hay que socializar medios de producción, atraer capitales es la consigna actual”. Es una mezcla entre objetivos posibles y soñados, que se da en la realidad y que la cuestionás, pero el país para sobrevivir tiene que hacer lo que dice la murga, atraer capitales. La murga se hace la pregunta; después solucionarlo será tema de la gente y de la política.
En Anarquía Viruta realizaba escraches. ¿A quiénes se los haría hoy?
A Sendic, aunque era muy amigo del padre, ¿viste? Capaz que por eso lo bancaría un poquito más. Escracharía a la AUF en algún momento y a... qué compromiso... Damiani. Y también a algunos medios de comunicación.
¿En quiénes te basaste para el personaje de Viruta?
En muchos. Mi padre tenía cosas de él y también el padre del Mono [Orlando da Costa], que hace el personaje. Hay muchos Viruta por todos los barrios. Después de que lo hicimos en carnaval, la gente venía y nos decía: “Viruta vivía acá a la vuelta, en el Cerrito de la Victoria”.
Hablando de Damiani: ¿qué te quedó de la candidatura a vicepresidente de Peñarol?
Una hermosísima anécdota de mi vida, que valoro como tal. Y agradezco a la hinchada de Peñarol, sobre todo a los 50 votos que faltaron para que yo me metiera en la directiva, porque me hubiera vuelto loco.
Al final, te salvaron.
Me salvaron. Es muy inteligente la hinchada de Peñarol; me dijo: “Flaco, seguí haciendo canciones, quedate quieto que esto no es para vos”. Peñarol es una vidriera tan grande... Yo creía que era famoso hasta que llegue a Peñarol, ahí me di cuenta de lo que es la gente que te mira y te habla de Peñarol. En la cama está la cruz y al lado el banderín —y lo mismo con los de Nacional—. Entonces, tipos que no le rinden culto a nada, se lo rinden a Peñarol. El día de las elecciones debe de haber sido una de las cosas más alucinantes que me pasó en la vida, convivir con la hinchada en el Palacio [Peñarol] y conversar con la gente. Pero una cosa es la campaña y otra tener que ir a averiguar si el alambrado de Los Aromos no tiene ningún agujero. Yo no tengo esa disponibilidad, ni de tiempo ni de ganas. Para mí, Peñarol es más una entelequia de ilusiones y de poesía.
Volviendo a Anarquía, en la obra cantan: “¿De qué carajo sirven los movimientos, si no se tiene nada para decir? El arte de la murga no es divisible, por eso es imposible hacerlo competir”...
Se sigue partiendo al arte en rubros. Para sacarse la responsabilidad de arriba, el tipo que vota traje no lo vota en relación al espectáculo que está viendo, sino a los otros trajes de los demás conjuntos. Entonces, a veces termina favoreciéndose a gente que hace espectáculos sin armonía en general, del guion y la puesta en escena. Hemos hecho desastres de hermosos espectáculos de murga por la puesta en escena, por hacer correr a todos para un lado y a todos para el otro. El carnaval corre mucho riesgo de sobrecargar. Hay que tener un poco más de sutileza.
¿Qué pensás de la prueba de admisión?
No estuve de acuerdo, no estoy de acuerdo y no estaré de acuerdo nunca con la prueba de admisión. Para mí la censura de la prueba de admisión puede empezar siendo estética, y no tiene razón de ser, están coartando la libertad de expresión. Es la propia gente de los tablados la que tiene que decidir lo que quiere ver o no, y no cuatro o cinco tipos que dicen lo que está bien y mal. Si hubiera habido prueba de admisión cuando empezó Falta y Resto, no nos hubieran dejado salir, al darse cuenta de que lo que cantábamos estaba teñido de una visión política totalmente distinta a la de la dictadura.
Pero sin prueba de admisión, hoy habría 300 murgas por concurso.
Que vayan todos y que en la primera rueda quede eliminado 80%, qué me importa, pero ya estuvieron en carnaval, pueden salir y hacer tablados. Por ejemplo, yo puedo no pasar a la segunda rueda, pero de repente lo que digo es sumamente importante y lo estoy diciendo de una manera increíble, y capaz que el jurado me dice que no, pero la calle ya lo vio.
Cuando arrancó Falta y Resto, en 1980, tenían que ir a la Comisión de Censura de la dictadura.
Sí, llevabas la letra. En 1981 nos hicieron alguna corrección, no nos tacharon mucho, pero ya en 1982, cuando fuimos a buscar la letra, estaba prácticamente 80% con rojo: “No, no, no”. Salí de la Comisión de Censura y fui al boliche donde me estaban esperando los muchachos de la murga, les mostré y se querían morir. Había un veterano que me dijo: “¿Qué querés, flaco?, si andás con la tinta brava”. Y ahí fue que empezó el apodo.
En la parte de Anarquía en la que hacen un escrache en la mansión de un industrial textil llamado Antonio Masputo, Viruta dice: “Si Masputo es su apellido, que le sirva de consuelo que Masputo fue su padre y Masputo fue su abuelo”. Diez años después...
No lo escribiría, pero ya está escrito y va a salir así. Pensamos modificarlo, pero el Mono me dijo: “Si lo modificamos, es mentira, vamos como fue”. En esa época éramos así, después nos dimos cuenta de que éramos unos soretes.
Cuando lo escuché, me acordé del revuelo que se generó con Cucuzú [Walter Brilka] y su personaje Gayman. Lo curioso es que diez años no es nada.
No es nada, pero cambió todo. Loco, este año en la Falta van a salir seis mujeres. Si a mí me decías eso antes, te miraba y te decía... Y ahora me doy cuenta de que era un machista de mierda. Hay canciones mías que ya no las suscribo.
No me digas “La hermana de la Coneja” [con letra de Castro y música de Jaime Roos].
No, esa sigue vigente. Estás loco, fue la única mujer que me dio plata en mi vida. Está ahí, en [la calle] Canelones [por la sede de AGADU], paso dos por tres y me dice: “Tomá, flaco”. Esa letra es intocable, es de mármol de Carrara. Pasa hoy, sigue pasando y va a pasar siempre.
“Hoy es señora de Tal / y en el Este veranea. / No imagina el que la vea / que era de Playa Pascual”. En esos versos hay algo de resentimiento.
Obvio, puta que lo parió, esta mina que salió y yo acá, muerto.
¿Cómo surgió la letra?
En un 121, viniendo para Pocitos. Una mujer que se subió adelante mío tenía lentes con cadenita. Me hice toda la cabeza. Yo vivía con mi primera mujer, Rosario [Lazaroff], en Barreiro y Payan, y le dije: “Acabo de ver a una mujer con lentes con cadenita y me provocó un tema”. “Escribilo”, me dijo. Yo tenía un cuaderno naranja y venía de trabajar en Las Bases, un semanario político que quedaba en la Ciudad Vieja, entonces, arranqué: “En un depósito sucio, bastión de la Ciudad Vieja”. Pero también se mezclan un montón de historias, como en todo. Hay partes de verdad, de leyenda y de invención.
Me contabas que en el próximo carnaval van a salir seis mujeres con Falta y Resto, pero supongo que porque son muy buenas y no sólo porque son mujeres.
No, porque son mujeres. La murga en general es un ámbito bastante machista, entonces, pensamos que poner seis mujeres en un coro de 13 personas le va a dar un sonido especial que todavía no ha habido, mitad y mitad. Eso es lo que buscamos, por el lado del sonido femenino y masculino entremezclado. Y obviamente que tienen que cantar muy bien para calificar, porque van a estar al lado de muchachos que cantan muy bien. Va a haber mucho laburo para el arreglador, porque no es lo mismo arreglar un coro de hombres, con un máximo y un mínimo para llegar en la escala de las notas, que un coro con mujeres, que lo amplía muchísimo más.
Después de más de 35 años, ¿cuál es la motivación para seguir saliendo con la murga?
Hacer cantar al mundo. Quiero estar un día caminando por Liverpool, dar vuelta una esquina y ver a un grupo de ingleses cantado murga, como pasaba acá cuando tocábamos la guitarra como los Beatles. Ese es mi sueño. Estoy tranquilo porque sé que no lo voy a lograr, pero nunca lo voy a perder.
En la página web de Falta y Resto leí que dictan talleres de murga, y al instante me acordé de “Los futuros murguistas”, de Jaime Roos: “La murga vive”...
“Nadie la enseña en ningún lugar”. Sí, cambió, se enseña, por suerte. Me parece que quería decir que era un género subterráneo. Al pibe nadie se la enseñaba, para aprenderla tenía que estar en el ensayo, “una sombra junto al medio tanque”. Además, hoy la murga se desplazó de clase social y amplió el espectro, se basa más en la clase media; antes era mucho más marginal.
De todas tus coautorías con Jaime, ¿cuál es tu preferida?
Las amo a todas, pero mi favorita es “Que el letrista no se olvide”. Me parece un decálogo para mí mismo, de lo que no me tengo que olvidar.
¿De qué no se tiene que olvidar el letrista para el próximo carnaval?
De darle ilusión a la gente, porque está muy desilusionada. Hay que decirle que no está todo tan mal como pensamos. Que miremos para adentro, para atrás y sobre todo para delante, que podemos hacer terrible país. Y que somos hermanos, que tenemos que cantar juntos. Yo vengo de una experiencia de vida muy fuerte y me di cuenta de que uno tiene muchos menos enemigos y muchos más amigos de los que piensa, y quiero tratar de decirle eso a la gente, que piense en positivo, que críe a sus hijos pensando que van a ser los mejores del mundo y no unos hijos de puta “infanto-juveniles”, como decían antes.
El año pasado tuviste un paro cardíaco de cerca de 20 minutos. ¿Recordás algo de ese momento?
Cosas muy aleatorias. Estuve 12 días en coma y tengo recuerdos de sueños de esos días, pero no sé si de cuando estaba con el corazón latiendo. De lo que estoy seguro es de que no hay dolor. No recuerdo dolor, sólo un bucólico placer. Se ve que por efecto de las drogas que me encajaban para mantenerme vivo. El recuerdo más nítido que tengo de ese momento es estar caminando por la playa del Cerro. Al costado veía pasar gente en blanco y negro, que eran amigos muertos, y a mis padres, sonriéndome, como una película. Entonces, caminé para un barco color naranja y de repente empezó a cantar el flaco Jaime: “Allá en el cielo te están llamando, / y en una de esas lo vas a oír” [versos de la canción “Tal vez Cheché”], y después: “Cuando se incendie una catedral, / manos de fuego abrirán tus alas / y tu graznido renacerá”, y sentí que gritaban “Fénix no baja” y que mis hijos me agarraban de los brazos y me sacaban de la playa.
¿Eso sería “El Cielo”?
No sé, pero me quitó un poco de miedo a la muerte. Me hizo ver que es una cosa posible y que está todo bien. No hay que hacer tanta bulla.