Vuelve a Montevideo una de las artistas más representativas de la estética vanguardista del folclore argentino: esta vez, Liliana Herrero se presentará el viernes a las 21.00 en el Auditorio del SODRE, en el peculiar formato de Música de la Tierra, que cruza el atractivo encuentro de un concierto y una charla. Así, la cantante entrerriana celebrará sus tres décadas de carrera, en los que apostó por reversionar a autores fundamentales de la música popular argentina.
Cuando en 1987 se editó su primer disco, el motor de la idea había sido su amigo Fito Páez. Ahora, Herrero adelanta que está pensando en editar un nuevo álbum: “Quiero ver si puedo elegir diez temas claves para mi vida, y para la vida que compartimos cuando vivíamos juntos en Rosario. A él se le ocurrió la idea de ese primer disco y en ese momento le dije que me parecía una pavada, que yo estaba muy bien habiendo vuelto a la universidad. Después se armó esa grabación y fue pasando el tiempo, a los dos años vino otro disco, pasaron otros cuatro años y vino el tercero. Y después perdí la cuenta. Pero el motivo por el que yo estoy arriba de los escenarios no surgió de una idea personal, sino de Fito”.
A lo largo de una discografía sorprendente, Herrero ha construido un mundo signado por la memoria. En ese sentido, explica el vínculo con sus trabajos anteriores: “En algunos momentos se produce una extrañeza, y en otros una alegría enorme, porque hay cosas que te encantan y otras que no. También han pasado los años, el horizonte sonoro sobre el que se crean los discos, y que ha correspondido mucho a las producciones que hemos hecho, al sonido que queríamos buscar; y a veces también al sonido de la época, que influye mucho”. Cree que dialogar con esa memoria siempre es una obligación, y en su caso lo advierte como un compromiso personal, porque “sin esa memoria es muy difícil construir música”. En ese ida y vuelta, “la memoria no es algo que está fijo y determinado: aparece, se presenta, desaparece, de golpe recordás algo. Uno con el arte memorioso recupera el cuerpo total de lo que fue”. Para ella, la poética y la política de Atahualpa Yupanqui, Juan Falú y Violeta Parra “no están allá lejos y hace tiempo, sino en el presente y en el futuro. Es interesante pensar que los autores nos están esperando, porque siempre va a haber un diálogo distinto con ellos. Y sobre esa memoria hay que provocar un estallido, porque si no estarías condenado a quedarte prendado en un estilo, y hay que debatir con eso. Y los grandes cantores son estímulos para ir amasando tu propio estilo”.
Herrero, a la que Mercedes Sosa consideró su sucesora, cree que la única batalla interesante se da con el pasado, y con cómo interrogar y “hacer estallar” eso que sucedió. “No creo que en Uruguay se haga murga o candombe sin recostarse en los grandes murgueros y candomberos que ha tenido la historia del país. Sin embargo, el candombe en Fernando Cabrera está, y está desarmado; ha pasado por una zaranda propia. Y me parece muy interesante en ese sentido. Para poner un ejemplo –que hay muchos, porque hay demasiados músicos buenos en Uruguay–”, dice, años después de haber interpretado obras de Cabrera, Eduardo Mateo, Aníbal Sampayo, Osiris Rodríguez Castillo.
El recital del viernes será en plan trío, y Herero hará un tema de cada disco. “A mí ese formato me gusta muchísimo, porque uno va cantando y contando al mismo tiempo”, dice, con esa tonada tan propia, moldeada en la orilla brava, entre el agua turbia y la correntada.