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Dejen que duerma: reseña de “Locamente millonarios”, dirigida por Jon M Chu

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Locamente millonarios fue una de las sorpresas comerciales del año, que se estrenó en agosto en Estados Unidos y todavía aguarda el lanzamiento en algunas plazas muy importantes (China, nada menos), pero ya se ubica como la sexta comedia romántica más taquillera de todos los tiempos. Los productores no le tenían tanta fe, por el hecho de que es la primera película hollywoodense desde El club de la buena estrella (Wayne Wang, 1993) que, ambientada en la actualidad, tiene un reparto casi totalmente integrado por asiáticos o por personas de ascendencia asiática. Todos los personajes importantes son de etnia china (aun si están interpretados, en algunos casos, por un malayo-británico, una japonesa, un filipino y un descendiente de coreanos).

Rachel, la protagonista, creció en Nueva York. Su novio, Nick Young, es de Singapur pero está estudiando en Estados Unidos. Él invita a Rachel a ir a su tierra natal a conocer a su familia. Hace más de año que están juntos, pero Rachel no tenía idea de que Nick fuera rico, y mucho menos de que fuera tan demencialmente rico. Lo de “millonarios” en el título local queda corto: es un billionaire, es decir, alguien cuya fortuna se mide en miles de millones de dólares. Ella lo va descubriendo paulatinamente durante el viaje, ya que él nunca se lo había mencionado, y ella es ajena a los chismes de familias adineradas. En parte es por esto que él se enamoró de ella: porque lo quiere “por cómo es él como persona”, sin considerar su estatus ni su dinero. De esa manera, el descubrimiento que ella hace junto con los espectadores es más entretenido e implica en muchos sentidos salirse de la realidad y meterse en lugares a los que una persona común tiene vedada la entrada: una suite privada con cama a bordo de un avión, un palacio de 200 millones de dólares, una fiesta privada en la piscina del Marina Bay Sands (el hotel más caro del mundo), y un desfile de autos de marca y alta costura como para hacer delirar a los espectadores fútiles.

Nick no sólo dispone de los recursos económicos para llevar a Rachel a esos lugares, sino que es el centro de la atención de todos, porque es el heredero potencial de la mayor fortuna, y es joven y bello. Así, Rachel descubre que tiene entre sus manos el trofeo masculino principal de ese entorno de elite. Y él es, además, perfecto: está perdidamente enamorado y es escultural, atento, amoroso, elegante, protector, humilde, receptivo y sexualmente fogoso (siempre en forma suave y amable).

El subtexto de Cenicienta está reforzado con varias comparaciones con la nobleza. En el prólogo, ubicado en 1995, vemos el momento en el que la familia Young adquirió un lujoso hotel británico que hasta entonces pertenecía a un lord: es un traspaso que ubica aristocracia y megafortuna asiática en un mismo eje paradigmático. Reiteradamente, a Nick se lo alude como el “heredero” y su condición no tiene nada que ver con un mérito personal –salvo por el hecho de que, como buen “príncipe”, se asume que él mágicamente encarna las capacidades inherentes a su posición–. Dinero y familia son parte de un sistema triple: la otra pata que lo complementa es la belleza física. Los ricos que además lucen espléndidos son los que deslumbran a los demás. Aquellos que sean gorditos, petisos y no tengan rostro de muñeco o de muñeca, si quieren evitar el ostracismo, deben saber ocupar la función de bufones, hacer payasadas y contar chistes (como a los bufones, se les permite incluso el eventual comentario cínico sobre ese ambiente obscenamente lujoso).

La película empieza con un epígrafe atribuido a Napoleón Bonaparte: “Dejen que China duerma, porque cuando se despierte el mundo entero va a temblar” (aunque en realidad ningún historiador pudo rastrear la frase más allá de la película 55 días en Pekín (Nicholas Ray, 1963), en la que el personaje interpretado por David Niven la “cita”, atribuyéndosela a Napoleón.) La noción del poder económico asiático como el nuevo imperio dominante puede resonar en la escena en la que un grupo de jóvenes se traslada en tres helicópteros al sonido de la “Cabalgata de las valquirias”. La referencia es, obviamente, a la terrible escena de Apocalypse Now (1979) en la que los soldados estadounidenses masacran a un pueblo vietnamita. Ahora son los asiáticos los que están en los helicópteros, y ni siquiera se molestan en un ataque militar, porque disponen del poder mucho más decisivo del dinero y se pueden ahorrar los traumas de conciencia de la violencia física: simplemente se dirigen a una lujosísima despedida de soltero a bordo de un carguero especialmente fletado para la ocasión (y donde, para seguir con las alusiones bélicas, se dispara una bazuca a modo de fuegos artificiales, que es también una alusión fálica a la orgía que probablemente se va a desencadenar, que el montaje omite en forma pudorosa y deja claro que Nick se retira antes de que se concrete, para no manchar su condición de príncipe azul).

Exaltar el poder económico asiático es parte del funcionamiento de la película, basada en el poder casi sobrenatural de Nick. Locamente millonarios juega con algunas nociones para dar algún lugar a la otra parte, es decir, a los estadounidenses. Se insiste (en forma simpáticamente humorística) en la colonización cultural de los chinos (su fascinación con la música estadounidense y con la moda europea, y su absorción a veces muy camp de esos elementos). Las elites de Singapur van a estudiar a Estados Unidos. Salvo en algunos momentos puntuales, casi todos los personajes hablan inglés (incluso cuando charlan entre ellos, no sea cosa de exigir de los espectadores yanquis leer muchos subtítulos). La familia Young es cristiana. Y luego, el cierne “filosófico” (perdón) de la película tiene que ver con la diferencia cultural entre los estadounidenses –que sólo piensan en la felicidad personal y la iniciativa individual– y los chinos -–que se pliegan al objetivo suprapersonal de construir un poder duradero a nivel familiar, empresarial y nacional–. La película mima a los espectadores occidentales con alguna victoria simbólica de Rachel en base a la inteligencia (siempre reforzada por la belleza física), que hace las veces de síntesis, pero bien podría verse como premio consuelo.

Locamente millonarios (Crazy Rich Asians) | Dirigida por Jon M Chu. Basada en una novela de Kevin Kwan. Con Constance Wu, Henry Golding, Michelle Yeoh. 2018. Ejido, Grupocine Punta Carretas, Alfabeta, Movie Montevideo, Las Piedras Shopping, Punta Shopping.

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