Nacida en Montevideo y con apenas 28 años de edad, Elián Stolarsky cuenta con un currículum asombroso. Egresada del Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes, no ha cesado en sumar aprendizaje y experiencia a su formación, motivada por múltiples relatos y diversas formas expresivas. Su interés la ha llevado a incursionar de forma constante en los terrenos de la literatura, la filosofía, la danza y el teatro, construyendo de esta forma su propio universo, que se manifiesta prioritariamente por medio de las artes visuales. Stolarsky se ha formado con docentes reconocidos del medio nacional y ha sido aplaudida tanto en nuestro país como a nivel internacional. Cuenta con una amplia trayectoria y ha expuesto en ciudades de Brasil, Estados Unidos, México, Francia, Bélgica, España, China, Alemania y Paraguay. Es, asimismo, ganadora de prestigiosas becas de formación en el exterior.
La exposición que desde hace una semana alberga el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) está compuesta por cientos de obras de la artista realizadas entre 2015 y 2017. Congregando una única temática, son tres los diferentes procedimientos técnicos expuestos, que dieron forma a tres años intensos de creación: animación, tapiz y dibujo.
“El conjunto de su creación encuentra una simbiosis de intereses que se imbrican de manera persistente y rigurosa en el estudio experimental con distintos medios técnicos y materiales, en especial en técnicas de grabado, dibujo, pintura, a las que fueron incorporándose, con una atención creciente, la animación y en el arte textil", dice María Eugenia Grau, curadora de la exhibición.
La sensibilidad de Elián se pronuncia al servicio de la historia y de su propia historia, a través de los relatos familiares de inmigrantes polacos y de una abuela turca sefaradí, sobre los horrores de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. La mirada joven de la artista actualiza la destrucción, la devastación y la miseria de una guerra que por momentos parece ser cosa del pasado, pero de la que todos los días vemos nuevas imágenes en nuevas guerras, en nuevos bombardeos, en nuevos exterminios que, en última instancia, carecen de sentido o poseen un sentido insuficiente. Ante el sufrimiento de nuevas almas perdidas huyendo del odio, con miedo del que alguna vez fue su lugar en el mundo y del que sólo quedaron ruinas, Elián crea y convierte lágrimas y escombros en arte.
Las miradas se deslizan sobre piezas de lienzo. Huele a tinta, pintura, impresos, humo, sangre y a una guerra que deja en su haber infinitas almas en pena. La trama queda expuesta no en la propia tela, sino en los filamentos cuando el texto se deshilacha, como el dolor que se siente en los finos hilos rojos que suelta el cuerpo herido en un contexto desaparecido.
La pérdida de consistencia ante la desolación se traduce en una transparencia de los rostros que son el rostro del mundo, el sentido mutilado y el orden que ya no existe, de lo que ya no está. Los huecos, los vacíos, los retazos dibujan los finos trazos de la mirada de Elián a través de su obra.
Y todos los otros revela el universo creativo de esta joven extraordinaria. El dibujo, que es su comienzo y su leitmotiv, se destaca por las fotografías de esa guerra que son todas las guerras, en trazos finos como hilos que se escapan de la trama, sobre soportes vacíos, de nada, de ausencias, de desamparo, de incertidumbre y que, asimismo, permiten vislumbrar una remembranza de ciertos grabados de Goya, por ejemplo, pintor que se encuentra entre sus referentes.
En los tapices, forma expresiva con la que iniciara relación durante su residencia en el Frans Masereel Centrum de Kasterlee, Bélgica, en 2014, añade una cuota material y sensible de su relación identitaria: las telas. Tanto es así que “Rebeca” es la única pieza de la muestra que lleva nombre propio; la artista le dio puntadas a mano, porque está hecha con retazos de prendas de su abuela, quien también cosía sus propias ropas.
La animación, por su parte, tiene para la artista un sentido propio que, entre otros, se asemeja al oxímoron, figura de opuestos. La contradicción de lo que se ve de forma eterna en una animación, que es en realidad un instante en loop, desafía al espectador al encuentro de los mundos de Elián y de los suyos propios.
Y todos los otros, de Elián Stolarsky, está en la sala 4 del Museo Nacional de Artes Visuales (Herrera y Reissig esquina Tomás Giribaldi, Parque Rodó) hasta el 10 de junio, de martes a domingo de 14.00 a 19.00.