Quizás no cuenta con el reconocimiento de parte de quienes no manifiestan ningún tipo de interés por el género, pero para el público de esta movida, ya sea el de la actualidad o el de hace 20, 30 años, el nombre de Rolando Paz no sólo es uno de los fundamentales para entender la música tropical de nuestro país, sino que además se trata de una figura que goza de mucha simpatía popular. De una forma similar a lo que sucedía con el Chino Fuentes, cantante de –entre otras orquestas– El Cubano de América y de Sonora Cumanacao, fallecido en 2013 y a quien apodaban, no sin algo de razón, “el cantante del pueblo”, Paz es una de esas figuras que despiertan admiración y respeto en la gran mayoría de la movida. Formó parte de Antillano, y antes de Sonora Cumanacao, en lo que quizás haya sido su época dorada, en la década del 80, cuando la orquesta de Néstor Román se consolidó como una de las mejores de la música tropical de esos años en base a un muy buen sonido, un repertorio cuidado, mucho diálogo con las nuevas vertientes de la salsa y al talento indiscutible de sus dos cantantes, Paz y Fuentes. En ese entonces se dan éxitos como “María Teresa y Danilo”, “El aguacero”, “Comuniquémonos”, “Civilización”, “Oye, puchula” o “Las manos”, entre otros. Pero aparte de ser una figura fundamental de los 80, a Paz le cabe otro mérito. Luego del pasaje del pop latino, que fue fugaz pero intenso, en los primeros años del siglo XXI la tropical quedó un poco mareada por el sacudón. Por un lado cambió la industria, y por otro también se plantearon dudas en torno a qué hacer artísticamente. Recordemos que en menos de 20 años la tropical había pasado por dos de sus fenómenos más fuertes y movilizadores: Karibe con K y el pop latino. También tomemos en cuenta que un componente principal de este género es el baile, y eso hace que lo que quiere escuchar y bailar el público sea fundamental para las orquestas. El dilema era qué quería escuchar el público, y a su vez, cuál y cómo era ese público. Dentro del mareo de esos años, que sin dudas dejó de saldo más intentos fallidos que aciertos, cabe mencionar a Sonora Borinquen, que siguió manteniendo su repertorio tradicional, L’ Autentika y La Cumana, que fueron ejemplos claros de una buena conjugación entre tradición y presente, y a solistas como Gerardo Nieto, Alex Stella y Rolando Paz. Si tuviéramos que destacar un tema que defina ese momento de transición y que permita ver de qué forma se buscó calidad y un nuevo sonido que a su vez conectara con la tradición, este perfectamente podría ser “Magdalena”, de Paz, una canción sobre una joven que en plena crisis de 2001 se va a España a prostituirse.
Luego de volver de Buenos Aires, donde estuvo incursionando en orquestas de salsa, y de su paso por Antillano, Paz formó su orquesta Melómanos. Es ahí donde supo mantener el repertorio que lo había hecho célebre en el ambiente, aunque integrando un sonido contemporáneo y nuevas inquietudes estéticas y temáticas. En cuanto a las letras, quizás fue Cumanacao la que más se apartó de las dos grandes vertientes temáticas de la tropical, como son el discurso erótico-amoroso y la autorreferencia en torno a la orquesta y el baile. La orquesta de Román, influenciada significativamente por El Gran Combo y por la dupla de Willie Colon y Rubén Blades, empezó a integrar a su repertorio canciones de temáticas como el desempleo, la delincuencia, la situación del pobre en Latinoamérica. En los años posteriores al pop latino, tanto Gerardo Nieto como Paz tomaron ese camino y no es casual que en pocos años hayan salido a la calle canciones como “Héroes”, “Cristóbal Pérez” o “Mi barrio”, de Nieto, y “El chuky” o “Magdalena”, de Paz.
En ese sentido, Paz ha adquirido cierto lugar de trovador de la tropical o de cantor popular dentro del ambiente, alguien capaz de conservar la tradición y de adaptarse a las nuevas influencias, logrando una comunicación con el público que pocos tienen en la movida y generando que la gente se sienta identificada con lo que escucha, con lo que un artista canta de lo que vive cotidianamente, y todo eso con una calidad musical inoxidable.
Miedos infundados
Su último disco, La vigencia del sabor, confirma todas sus virtudes y desmiente varios miedos infundados. Los puristas de la tropical se suelen horrorizar con todo lo nuevo, y muchas veces con razón. No sólo el pop latino, sino los intentos de cumbia villera y de fusión con el reguetón o con otros ritmos tropicales han sido en su mayoría fallidos, realizados sin conexión alguna entre las dos partes, es decir entre el bagaje de quien versiona y el alma de lo nuevo que va a integrar. Justamente en la buena conexión entre estas partes se basó el éxito de toda la tropical uruguaya, que integró lo que ya se venía haciendo (candombe, tango) con los ritmos tropicales, y también se conectó con el alma de esos ritmos ajenos. Los últimos intentos de fusión, en cambio, han sido fallidos, salvo algunas excepciones, como las versiones de algunos reguetoneros famosos de Mariano Bermúdez y Los Negroni, y lo que ha hecho Paz con otros ritmos por lo general bastardeados, como el reguetón y la bachata.
La vigencia del sabor es una muestra clara de los recursos utilizados por Paz y del lugar que ha conseguido dentro de la historia de la tropical. En los 14 temas que componen su último trabajo se puede encontrar versiones de Los Iracundos hechas bachatas (“Cierra los ojos”), reguetoneros (“No llores más por él”) y canciones nuevas relacionadas con la tropical más actual (“Ejecutiva”, “La iguana”), plenas autorreferenciales (“Llegó la Pao”, “A mi papá”) y clásicos que demuestran que su intención es jugar todo el tiempo con un pie en la tradición y otro en la actualidad. Ejemplos de esto son el enganchado de cumbias colombianas que rescata obras de orquestas como Los Velázquez o la Orquesta Barrientos; “Julia Lee”, el clásico de Efraín Rivera conocido por la versión de la orquesta de Mon Rivera; “Che che colé”, la famosa plena de Willie Colón popularizada por Héctor Lavoe, y hasta cumbias al estilo santafesino del Grupo Cali o de Los Palmeras (“Cómo pude amarla”). Este trabajo demuestra no sólo la vigencia de un músico con larga trayectoria, sino su calidad a la hora de jugar entre géneros y recursos, creando una obra de valor y un disco para bailar de principio a fin. Como antes, como ahora.
La vigencia del sabor. Rolando Paz; Del barrio, 2017.