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Lee Ranaldo

Foto: Fabián Uset, difusión

Calor blanco: con Lee Ranaldo, compositor y guitarrista de Sonic Youth

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Desde su primer EP en 1982 hasta su dolorosa disolución en 2011, Sonic Youth fue para el indie lo que Led Zeppelin para el hard rock: una referencia inexpugnable que redefinió un estilo y una expansión de los límites sónicos de la guitarra (exploraciones en las que Thurston Moore y Lee Ranaldo formarían una aleación tal que en cualquier listado de los mejores guitarristas de la historia siempre figurarían como dúo). Responsables de 16 álbumes oficiales y una inconmensurable cantidad de EP, recopilaciones y álbumes en vivo, siempre fue difícil saber quién era responsable de qué en un grupo tan armado con la colaboración y equivalente participación del núcleo creativo conformado por Moore, Kim Gordon y Ranaldo. Sin embargo, Ranaldo siempre pareció, al menos a lo lejos, el más calmo y meditabundo de los tres, con un estilo a veces más volcado al spoken word que al canto o a los gritos, y casi siempre reservándose no más de dos temas por disco, entre los que se encuentran algunos clásicos, como “Eric’s Trip”, “Hey Joni” y “Karen Revisited”. Aprovechando su incursión como jurado oficial en el 34° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, hablamos con el responsable de algunos de los sonidos más perdurables que hayan salido de seis cuerdas.

Primero hablemos de cine. Desde las películas que hacían con el cineasta Richard Kern y toda la movida artística neoyorquina, Sonic Youth estuvo muy mezclado con el mundo del cine.

Incluso antes de eso. Yo había estudiado cine en una universidad estadounidense con cine de vanguardia. Estudié con Ken Jacobs, Stan Brakhage y Jonas Mekas, una completa sección transversal del cine experimental de aquellos tiempos, y la conexión estuvo ahí desde muchísimo tiempo antes, diría que casi a la par que la música. Te podría decir que para el resto de los integrantes de Sonic Youth fue prácticamente igual, y en el tiempo que funcionamos como banda tuvimos la oportunidad de colaborar con distintos realizadores, desde Richard Kern a Harmony Korine, Spike Jonze, Richard Linklater, Olivier Assayas... Mucha gente del underground también. Siempre nos pareció muy interesante tener esa porción visual; el cine siempre fue una pasión originaria.

Qué canción específica asociada a una película dirías que fue seminal para vos.

Oh, Dios; esa es una pregunta muy compleja. Quizá lo que buscás ahí es una canción que sirva de buena ilustración del film. Podemos ir a One Plus One [Jean-Luc Godard, 1968] con “Sympathy for the Devil”, o A Hard Day’s Night [Alun Owen, 1964] y dar con la versión más pura de lo que Godard iba a celebrar diez años después. Por ahí la canción que más me viene a la mente es la de Harry Nilsson, “Everybody’s talking”, de Midnight Cowboy [John Schlesinger,1969]. Escuchás esa canción y casi inmediatamente ves escenas de esa película proyectándose en tus ojos.

Me acuerdo de una anécdota tuya de cuando grababan el videoclip de “Death Valley 69” con Richard Kern y vos estabas filmándolo mientras esperabas la llamada de tu pareja porque estabas a punto de tener a tu primer hijo.

Sí, ¿te acordás de ese video? Aparecíamos todos en el suelo, destripados. A mí me salían intestinos de vaca del estómago y, si me movía, Richard me gritaba: “¡No te muevas, que se van a correr los intestinos!”. Cada tanto, al finalizar una escena agarraba el teléfono para ver cómo iba la cosa, hasta que llegó un momento en que pregunté si habíamos terminado, porque tenía que ir ya al hospital, y me tuve que lavar toda esa sangre y vísceras que tenía arriba, tomar el auto e ir rajando para allá. Y sí, mi hijo al final nació ese día, 12 horas después.

En tu último disco trabajaste la composición de las letras junto con Jonathan Lethem. Me pareció muy interesante, porque es un gran escritor pero, además, es el responsable de uno de los mejores libros de análisis de un disco que haya leído: Fear of Music [2012], de Talking Heads.

Ese libro es uno de los mejores de esa colección [33 1/3] seguro. Lo leí recientemente. Nos conocíamos desde antes, pero desde que empezamos a colaborar juntos hemos tenido mucho más contacto. Ahora nuestra colaboración fue muy diferente de lo que fue en el álbum anterior, Electric Trim [2017]. Jonathan es un tipo de palabras, está completamente lleno de ellas, y trabajamos de maneras muy diferentes. Para el disco anterior le envié demos. Después, cuando empezamos a trabajar más intensamente, solía mostrarle una parte de la canción y otra parte no, y qué letras había trabajado, entonces él rellenaba los espacios en blanco y me lo enviaba de vuelta, y ahí yo tachaba alguna cosa y se lo volvía a enviar. Todo fue así, de ida y vuelta, y algunas canciones capaz que necesitaban una o dos líneas, o quizá una o dos palabras, y él siempre proveyó las justas. En algunos casos no tenía nada; llegaba a necesitar 40 versos y yo sólo había escrito tres, y él ponía el resto. Funcionó de maneras muy diferentes, pero siempre en esta dinámica de ida y vuelta, en un lindo diálogo. En este último disco fue algo mucho más cercano al collage: él me envió muchas palabras y yo tenía otras muchas y recortaba una línea acá y una línea allá. No fue tan colaborativo; él me envió un montón de material y yo me dediqué a recortar y reordenar.

Desde la separación de Sonic Youth, más allá de que todos ustedes siempre cubrieron varios terrenos artísticos, mantuvieron un perfil más personal: en la música de Kim Gordon se nota una influencia muy marcada por las artes plásticas; a Thurston Moore, más allá de sus trabajos experimentales, se le nota una cuota más tradicional de cantautor, y a vos es al que le veo una herencia más marcadamente literaria.

Sí, siempre me interesó mucho la literatura, pero las artes plásticas también. Lo interesante para mí es que cada uno de nosotros tiene un nuevo proyecto de grabación. El de Kim recién salió, el de Thurston también, y el mío sale en un mes; todos se están extendiendo en tres direcciones muy nuevas y diferentes. Pero mientras fuimos un grupo siempre estuvimos escribiendo activamente y, al mismo tiempo, plasmando nuestras ideas en proyectos de artes visuales, vinculados o no a la banda. Creo que todos seguimos con esas cosas.

He sido un gran fan de NYC Ghosts and Flowers [2000], tanto del álbum como de la canción, y siempre me llamó la atención la dura crítica que tuvo ese disco y ese tema en particular. Te lo comento porque fue una de las canciones que compusiste.

Ese álbum se concentra en la escena neoyorquina de los 50 y 60, los beats y la movida literaria de esa época ¿Sabés que ese álbum fue uno de los pocos que recibieran un 0 de 10 por la Pitchfork en toda la existencia de ese medio? Diez años más tarde, el tipo que hizo esa reseña, un escritor joven y estúpido, escribió una revisión de su nota en la que decía: “Estaba completamente equivocado”. No sé bien qué le dio después, un 6 o un 7, pero fue una de esas cosas graciosas y extrañas que pasaron, porque la gente no entendió ese álbum. Estábamos pensando mucho en nuestros héroes literarios y metiendo un montón de su poesía en nuestras letras. También fue el primer álbum que compusimos luego de que nos robaron todos nuestros instrumentos, por lo que estábamos trabajando con equipos equipos y no fue el álbum más confortable. También estábamos por incorporar a Jim O’Rourke a la formación, por lo que había un montón de transiciones en la banda. Pero yo también amo ese disco, y algunas de esas canciones se volvieron muy poderosas en vivo. Ese álbum se transforma completamente al ser tocado en vivo.

Me pareció extraña la vibra que tuvo la banda cuando vino a tocar a Montevideo en 2011. Había algo que no conectaba del todo, y fue curioso porque a la semana del show salió el comunicado sobre la ruptura amorosa de Thurston y Kim, y la disolución de la banda. ¿Qué recordás de esos conciertos?

Es verdad que había una onda muy extraña entre nosotros. Era un momento muy raro, y sabíamos que en esa gira por Sudamérica haríamos los últimos cinco shows juntos, y aunque tuvimos buenos conciertos, fueron momentos muy tensos.

¿Qué sentiste cuando Girl in a Band [2015], la autobiografía de Kim Gordon, salió al público? Te lo pregunto porque se sacan muchos de estos trapitos al sol.

La leí y me gustó. Conozco a Kim desde hace 30 años y escuché todas esas historias que aparecen en el libro, pero me gustó especialmente la primera mitad, en la que ella habla de crecer en California. Realmente me gustó eso. La segunda mitad me pareció más episódica. Creo que fue inteligente al no escribir la historia de Sonic Youth: era mucho más interesante, y mucho más Kim, esa otra opción.

Estaba pensando en este último concierto/instalación que diste en Mar del Plata. Fue como si intentaras buscarle todos los timbres y reverberaciones posibles a una guitarra, en tiempos en que la guitarra ha sido desplazada como instrumento principal de la música.

Esto es exactamente lo mismo que decía la gente en 1985, cuando fuimos a Inglaterra: “¿Por qué siguen tocando con guitarras? las guitarras están quedando out, todos usan sintetizadores”. Quizá es algo que está volviendo a pasar ahora; incluso mi último disco tiene muy poca guitarra, que es algo raro, pero no creo que alguna vez llegue a quedar fuera de uso. La guitarra es como el piano: es una orquesta portátil, que además tiene la ventaja de que la podés llevar a todos lados contigo. No es como una trompeta, con ella podés cantar y tocar al mismo tiempo. Siempre estará por ahí, no importa si es popular o no; no va a desaparecer. Sigue siendo un instrumento que ofrece muchísimas posibilidades.

¿Seguís escuchando música pop?

Oh, Dios, sí. Realmente estoy disfrutando del último disco de Billie Eilish, me encanta esa chica. Hay un montón de canciones de ese álbum que me parecen geniales. También me he metido profundamente en la música de Kanye West. A mis hijos les encanta y ponen eso en casa, también Kendrick Lamar. Kanye me parece un artista muy significativo. Fui a su primer concierto y escuché todos sus álbumes en orden, y me metí mucho a tratar de descifrar qué era lo que quería hacer desde la producción de cada uno. Y fue muy interesante para mí. Lo que hago en el estudio no se vincula tanto con esa música, pero muchos de ellos son de los productores más interesantes que hay ahora. Está la peculiaridad de que son de los artistas más populares y a la vez algunos de los que están haciendo producciones más experimentales en este momento. Algunos son muy minimalistas y hardcore. Yo, que siempre fui un tipo que ama los discos experimentales de estudio, desde Sgt. Pepper’s [1967] hasta ahora, me parecen de lo más interesante que hay en la vuelta.

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