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Deep State

Ni James Bond, ni Jack Ryan, ni Jason Bourne: Max Easton

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“Deep State” describe de modo hiperrealista el mundo del espionaje internacional.

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Diez años atrás, Max Easton (Mark Strong) era uno de los mejores agentes del MI6 –el servicio secreto británico– pero se retiró para emprender una nueva vida y formar una familia, alejado de la existencia violenta que había llevado hasta entonces. Pero como bien decían Les Luthiers, es muy difícil dejar atrás el pasado, así que este vuelve muy dispuesto a hacerle pasar un mal rato a Max.

Prácticamente chantajeado por George White (Alistair Petrie), quien fuera su superior, Max tiene que aceptar volver a Beirut y eliminar a un equipo de espías que aparentemente se han amotinado. Hay una razón de peso para Max: su hijo Harry (Joe Dempsie) formaba parte de ese equipo y sus compañeros lo asesinaron. O al menos eso es lo que parece.

“Aparentemente” es la palabra operativa para esta nueva serie británica –estrenada, sin embargo, por el canal estadounidense Fox y disponible en su servicio Play– ya que nada, absolutamente nada, es lo que parece en un principio.

Deep State utiliza una narrativa para nada convencional. Dos líneas temporales que avanzan al unísono: la del presente y la de tres días antes. La información varía y se acumula en ambas líneas temporales, y así uno resignifica los datos que va recibiendo y va construyendo una imagen de la “realidad” que los personajes, en cambio, logran armar sólo con medias verdades y retazos. Esto, sumado al hecho de que casi todos los personajes mienten o engañan, hacen de seguir la historia un verdadero desafío.

Porque ahí es donde la serie creada por Simon Maxwell y Matthew Parkhill se destaca. Lejos de proponerse solamente como un vehículo de acción, prefiere desarrollar un complejo thriller de espías que rinde homenaje a las mejores novelas de John Le Carré. Estos espías lejos están de ser hombres superpoderosos a lo Jason Bourne, o cargados de artilugios a lo James Bond, sino que, por el contrario, son seres falibles que cotidianamente ignoran de qué lado de la línea están parados hoy.

En cierta medida, Deep State oficia de respuesta británica a la nueva serie Jack Ryan (estrenada por Amazon el año pasado y con una segunda temporada a punto de llegar). Si allí el joven analista de la CIA tiene bien claros los papeles y enemigos, en esta serie no parece haber peores enemigos que los internos. La mera idea de patriotismo despertaría burlas, ya que lo que estamos atestiguando es la ejecución de una operación encubierta (eliminar a todos los científicos iraníes capaces de desarrollar energía nuclear en el país asiático) y luego la eliminación de los propios ejecutores. La serie pasa de la figura de “árabes malos” para volverlos simplemente parte del escenario. Los malos acá son todos los agentes, y son todos occidentales.

Hombre fuerte

No sólo el planteo absolutamente venal (y aterradoramente verosímil) es de destacar en Deep State. Su sobria realización –bien británica, podríamos decir–, a cargo del director Robert Connelly, su concreta duración de ocho episodios y el tenso ritmo que desarrolla la transforman en un producto notable, incluso en esta época de muy buenas series de televisión prácticamente bombardeando nuestra pantalla. Y amén de todo lo anterior, cuenta con uno de los mejores actores activos como protagonista: Mark Strong.

Strong, que dio sus primeros pasos en teatro, se ha transformado en una de las caras más reconocibles de Hollywood, donde usualmente se lo emplea como villano. Así, ha deambulado entre franquicias varias (el díptico Kingsmen, la primera de Sherlock Holmes de Guy Ritchie), películas de superhéroes (secundario en el fiasco Green Lantern, villano principal en la venidera Shazam!) y siempre funcional antagonista (Robin Hood de Ridley Scott, por decir una) y también se ha lucido en producciones independientes y generarando personajes inolvidables para la pantalla chica.

Strong aprovecha aquí la oportunidad y la extensión de esta propuesta para desarrollar un personaje complejo, conflictivo, uno con el que es fácil empatizar a pesar de verlo actuar de manera bastante horrible (digamos que Max Easton se mueve como pez en el agua entre las cuchilladas por la espalda, los atentados con bombas y los chantajes con información sobre terceros). Muchas veces desaprovechado por los grandes estudios, es un placer ver a Strong dar todo de sí.

Con una historia adulta y bien desarrollada de manera autoconclusiva en ocho capítulos, un pulso excelente para la dirección y un elenco que secunda de primera mano a su excelente protagonista, Deep State se torna una de esas series que no debería pasar desapercibidas, sobre todo ahora que se ha confirmado una segunda temporada, que suma nada más y nada menos que al gran Walton Goggins (quien sigue en busca de una serie tan buena como Justified).

Ideal para maratonear, sobre todo para los amantes del género de espionaje.

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