Laskina era un barsucho que descansaba en la intersección de Prudencio Vázquez y Vega con José Figueira, donde Punta Carretas acaricia al Parque Rodó. En el ocaso de la década del 80 supo ser una interesante cueva de rock. Por ejemplo, el 9 de diciembre de 1989, unos días después de que Luis Alberto Lacalle fuera elegido presidente de la República, ahí marcaron presencia Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Exactamente una semana después hizo su debut una banda que también ostentaba un nombre largo, pero era uruguaya: Buitres Después de la Una, integrada por Gabriel Peluffo (voz y armónica), Gustavo Parodi (guitarra y voz) y Marcelo Lasso (batería), que venían de Los Estómagos, la banda clave del rock posdictadura. Se les había sumado José Pepe Rambao (bajo y voz), que no era desconocido, ya que había suplantado por un tiempo a Fabián El Hueso Hernández en la icónica banda. Lo demás es historia más que conocida, la de Buitres, que ya lleva 30 años, una docena de discos de estudio y muchos seguidores.
“Todos tenemos percepciones diferentes. Me acordaba dónde estaba el escenario pero no las tarimas; ellos me lo refrescaron un poco”, dice Parodi, quien luego de tres décadas volvió a pisar el lugar donde tocaron por primera vez, que ya no se llama igual ni es un barcito: ahora es un coqueto restopub, con cerveza artesanal y todo eso. Por “ellos” Parodi se refiere a Peluffo y a Orlando Fernández, el actual bajista de la banda, con quienes charlamos in situ.
Fernández entró a la banda en 2005, cuando Rambao pasó a colgarse la guitarra. Por esas cosas de la vida, o más bien porque esto es chico y nos conocemos todos, el hoy bajista de Buitres (y por entonces guitarrista de Cadáveres Ilustres) estaba en aquel toque debut, pero del otro lado, como espectador. Confiesa que los fue a ver “medio enojado” y con algo de resentimiento, porque se había terminado Los Estómagos. Entonces, sintió que el toque era como una prueba para ver qué podían hacer. Al final, le gustó.
“Fue el arranque, salir de aquella sombra que arrastrábamos de Los Estómagos, y fue como respirar aire otra vez. Como cada vez que arranca una aventura nueva, no nos dábamos mucha cuenta de qué iba a pasar después, pero salimos un poco fastidiados por la poca gente que había venido”, cuenta Parodi. Peluffo acota que entre los dos shows –hicieron otro la noche siguiente– fueron cerca de 120 personas. Todo lo contrario a lo que les pasa ahora. Para festejar los 30 años la banda había fijado una única fecha en el Antel Arena –recinto que alberga a 10.000 personas–, el viernes 17 de mayo, pero como las entradas volaron, sumaron otra para el sábado 18, de la que todavía queda algún boleto, en venta por Tickantel (de $ 450 a $ 650). Para Peluffo fue una sorpresa, y agradece al público porque la rápida venta le parece “un gesto tremendo de afecto”.
Mientras los músicos picotean una deliciosa torta en el mismo espacio físico que los contempló en vivo por primera vez, les proponemos escuchar una lista antojadiza y arbitraria de algunos de sus temas más exitosos, para comentarlos y ver qué les disparan. Parodi confiesa que cada tanto agarra un disco de Buitres y escucha alguna canción en particular, “pero como civil”, así como puede escuchar cualquier otra banda que le gusta, es decir, no en plan “voy a escuchar mi obra para ver qué maravillosa que es”.
Hotel de los corazones destrozados
“Eso es lo que me acuerdo de Laskina, ese primer disco, que era algo totalmente diferente a Los Estómagos y que tenía este tipo de atrocidades, de agarrar una canción de los 50, ponerle una letra y salir a cantarla”, dice Parodi, mientras suena el tercer tema del primer y homónimo disco de Buitres, editado en 1990. Se trata de una versión podrida y en español de “Heartbreak Hotel”, uno de los tantos himnos de Elvis Presley. El guitarrista recuerda cantarla justamente en el toque debut, pero nunca más. Fue mucho más popular “Una noche”, otra versión del Rey (“One Night”), cantada por Peluffo, que abría el disco con toda la polenta.
En aquellas primeras épocas, luego de un toque en la Facultad de Arquitectura, un amigo de la banda les recriminó que hacían “un montón de covers”. “Sí, pero esperá”, contestó Peluffo. Era la forma que tenían de sostener los shows, que duraban no más de 35 minutos, porque ya no eran Los Estómagos. “Las versiones fueron como el caballo de Troya para las demás canciones”, compara el cantante. De todas formas, algunas personas ni siquiera sabían que eran versiones. Lo mismo les había pasado con su banda anterior. Algunos despistados no tenían la menor idea de que “Cambalache” no era de Los Estómagos...
No te puedo matar
Hace 30 años no había cámaras para escracharte si tocabas la armónica mientras manejabas. “Comprate una armónica y tenela en el auto, vas a ver que, tocando y manejando, se te ocurren cosas”, le habían recomendado a Parodi. Así fue que al guitarrista se le vino una pegadiza melodía, y les insistió a sus compañeros: “Miren qué bueno que está esto”. “Es una de esas pajerías que hacía el todo el tiempo, de agarrar un leitmotiv”, interrumpe Peluffo, que recuerda clarito cuando se llevó a su casa un casete de un ensayo con la grabación de “No te puedo matar” y se dio cuenta de dos cosas: que era un hit y que la tenía que cantar Parodi. “Porque el tono no era para mí, y no había que cambiarle el tono. Él la había cantado en un ensayo, para mostrarlo. Y es el primer hit de la banda, al punto de que 30 años después todavía lo seguimos tocando”, reflexiona Peluffo.
El amor es un perro del infierno
“Predicadores impostores / del deber y del poder, / mercenarios de la sumisión, / de la joven embriaguez. / Cuántos cayeron en tu máquina de la verdad. / Revisionistas / hasta del placer, / con cuidado que esta vez / a alguien va a morder”, cantaba Peluffo en este tema, un rockabilly –otra vez lo cincuentero– con una adictiva línea de guitarra, digna de película de espías, que cierra el segundo disco del grupo, La bruja (1991). Parodi cuenta que, en aquella primera época, con Rambao se pasaban tocando rock & roll viejo, por eso hacían muchas canciones siguiendo el estilo. El título del tema surgió de Love is a Dog from Hell (1977), un compendio de poemas de Charles Bukowski.
“La letra es mía”, dice Peluffo, y agrega: “Habla de la juventud a la que nosotros nos enfrentamos durante muchos años, que tenía muy claro qué era lo que había que hacer, y lo decían. Eran jóvenes que tenían mucha influencia y que, teóricamente, pertenecían a algo de vanguardia, pero en realidad estaban llenos de prejuicios sobre cómo tenían que ser el arte, el sexo, la política y la vida; entonces, parecía una especie de decálogo del lord inglés más conservador, aplicado al Montevideo de los 80”, explica el cantante.
Ojos rojos
“Nos estábamos yendo al bombo, la gente no paraba la oreja con nosotros, no había acercamiento, y no vendíamos discos”, recuerda Peluffo, sobre la etapa previa a la salida de Maraviya (1993), un disco bisagra para la carrera de la banda, que además fue el primero que editaron en CD. “No había más bonus para nosotros”, añade Parodi. “Grabábamos ese disco y se terminaba la historia. Los Buitres no vendían, había aparecido el hip hop y toda una cantidad de cosas”.
Un riff machacón, bien punk, ramonero, le dice adiós a los 50. “Ojos rojos” es una de las grandes canciones de Maraviya. “Lo que fue una vez / lo quiero siempre, / aún hay tiempo para una muerte más”, cantaba Peluffo. Hoy confiesa que, en el momento en que escribió la letra –que obviamente, versa sobre “volver a tener algo que se tuvo una vez y se perdió”–, como una mujer, no era consciente “de lo joven que era”. “Las cosas se pierden más adelante, no tan joven”, dice.
Condenado el corazón
Rambao cayó al ensayo con un tema. Luego de escucharlo, Peluffo le dijo que era un hit , y más adelante le escribió una letra, pero el bajista ya tenía una y se la mostró. El cantante la leyó, agarró la suya, la arrugó en su mano y la tiró. “Era horrible, comparada con la del Pepe no tenía nada qué hacer”, admite Peluffo. “Malditos tus ojos, / tienen condenado el corazón / al juego de su luz”, decía el estribillo. La letra de Rambao quedó y “Condenado el corazón” se convirtió en uno de los más grandes éxitos del grupo, dueño de un riff introductorio, también, medio ramonero. Parodi cuenta que Peluffo siempre recuerda que antes de grabar ese disco habían ido a ver a The Ramones en el Estadio Obras Sanitarias de Buenos Aires, y que les había pegado su influencia, pero el guitarrista alega que, además de que el recital se escuchó “muy mal”, el punk era un estilo que ya traían “muy arraigado”. “Se hizo muy fácil hacer ese tipo de canciones”, subraya.
Peluffo repasa que antes de grabar Maraviya venían del disco La bruja, en el que tocaron estilos que no dominaban demasiado. “A veces , volvés a los que escuchaste toda la vida, ves a miles de personas saltando y pensás que, de última, no vale la pena irse demasiado”, señala. Agrega que cuando salió el disco ya había cambiado la actitud del público hacia la banda, y luego, gracias a varios de sus hits, Buitres “estalló a nivel nacional”.
Años después, en 1996, tanto “Condenado el corazón” como “Ojos rojos” y otros éxitos del grupo fueron grabados de vuelta para el álbum El amor te ha hecho idiota, porque –dice Peluffo– pensaron que los podían mejorar. “Y vos sabes que no –interrumpe Parodi–, porque decís ‘esta canción les gustó, imaginate grabada mejor’, pero es mentira, la canción que les gusta es la que escucharon por primera vez”.
Te llevo en el sentimiento
Cuando Parodi era adolescente y paraba la oreja en la radio, solía escuchar, una y otra vez, “Sister Golden Hair”, de la banda de folk y rock suavetón America, cuya introducción tenía un punteo minimalista, melodioso y pegadizo. Cuando en los 90 vino la revolución del CD a Uruguay, el guitarrista de Buitres se topó de vuelta con America, y al escuchar otra vez la canción de la hermana de pelo dorado, lo primero que se le vino a la mente fue “hacerla más rápida y más sucia”. Entonces, el guitarrista le tiró la idea a Peluffo, que se llevó un casete con una versión más rápida. Más temprano que tarde, apareció con la letra. “En la luz de aquel domingo / cuando yo te conocí, / tus colores en el viento / fueron mucho para mí. / Y nació este sentimiento / que ya no puedo parar, / está suelto y corre como un animal”. Habían parido “Te llevo en el sentimiento”.
“También es otra canción que demoraron en darse cuenta de que no era nuestra, pero los veteranos se daban cuenta enseguida”, dice Parodi. El tema se ligó inmediatamente a cualquier cosa que tuviera relación con una pelota de fútbol, y pasó a ser la banda sonora de infinitos programas deportivos de radio, televisión y afines. Peluffo piensa que la letra original del tema es “muy naíf” y “muy angelical”, por eso se le ocurrió cambiarle la intención y hacer que el narrador le cante a la novia como si fuera un cuadro de fútbol. “Nos reíamos de la idea –agrega el cantante–, porque en ese momento no era tan frecuente. Ahora sí...”.
Cadillac solitario
Hacía tiempo que Parodi les insistía a sus compañeros que había que grabar una versión de esta canción, un himno del pop-rock español lanzado en 1983 por Loquillo y Trogloditas. “Nunca le dábamos bola”, confiesa Peluffo. Pero un día lo hicieron. La grabaron para el disco Buena suerte... Hasta siempre (2001), pero no vio la luz. Fue en 2003, cuando empezaba aquel auge del rock nacional que dio lugar al primer Pilsen Rock, que el tema salió en un CD, como un simple, para difundir en las radios, y luego fue agregado como bonus track de la reedición del disco Rantifusa, editado originalmente en 1998.
Peluffo cuenta: “Fue el primer tema de la banda que empezaron a pasar en las radios. A no ser por locutores o operadores a los que les gustaba la banda, no había un tema de Buitres sonando en la radio. Los Estómagos se formó en 1983, Buitres en 1989, y recién en 2003 pasaron un tema de Buitres por todas la radios. El argumento fue que era nuestro primer tema radiable porque no tenía distorsión. Pensábamos que el mundo estaba en contra nuestra, cosa que todavía pensamos.... Imaginate si habrá sido traumático”, remata el cantante, y dibuja una amplia sonrisa.
Mincho bar
Un arpegio misterioso y medio western. Otra vez la armónica. Luego, Peluffo larga: “Qué hacer, / aquel perfume de amores pasados, / qué hacer. / Después, / qué importa del después si es como un rosario / sin fe”. “Mincho bar” formó parte del disco Mientras (2003) y se convirtió en un hit instantáneo de Buitres. “Es un temazo que trajo el hombre”, dice Peluffo, señalando a Parodi. “La letra es de él, yo al Mincho no iba, no me dejaban salir”, bromea el guitarrista. El vocalista cuenta que cometió el “sacrilegio” de ponerles letra a las partes de la canción que Parodi había dejado para hacer puentes instrumentales. “La letra la terminé cinco minutos antes de grabarla, como siempre, en el lugar del desayuno del hotel espantoso en el que nos quedábamos en Buenos Aires”, recuerda Peluffo. “Yo sí iba al Mincho, es una historia real”, remata.