Dentro de unos años podremos decir “misterioso como algoritmo de Netflix”. ¿Qué lleva al servicio de streaming a recomendar a sus usuarios unas cosas y no otras? Se supone que va conformando el gusto del cliente a razón de lo que este va mirando, es decir que si mirás películas de acción te recomienda películas de acción. Pero si tal cosa fuera cierta, ¿cómo es posible que no me haya avisado de inmediato del estreno de Prospect, esta maravilla de ciencia ficción?
Estamos en algún momento indeterminado del futuro y tenemos a un padre medio desastroso (Jay Duplass) y a su hija adolescente (Sophie Thatcher), que son cosechadores en la luna Bakhroma Green, un asteroide boscoso con gravedad y condiciones similares a la Tierra pero con una atmósfera peligrosamente tóxica e irrespirable. ¿Qué cosechan estos zaparrastrosos espaciales? Unas raras piedras preciosas que surgen dentro de unos seres mitad animal, mitad vegetal, y que son muy difíciles de cosechar pero valiosísimas, tanto por sus propiedades como por lo difícil de su extracción (que sólo saben ejecutar unos pocos).
Con la estación espacial cercana a tres ciclos (días) de alejarse del planeta para siempre, papá Duplass decide intentar una última cosecha y ahí es cuando, obviamente, las cosas se complican. Nuestra dupla protagónica cruzará caminos con la verdadera estrella de la función: Ezra, una suerte de bandido/pistolero/scavenger interpretado por Pedro Pascal (al que cuando, como acá, le dan material para trabajar, es formidable). Ezra es una suerte de combo perfecto entre Han Solo y Long John Silver, con una especial tendencia al lenguaje pomposo y anacrónico.
Hay aventura, claro, y un acercamiento a la ciencia ficción existencialista que recuerda la serie de novelas gráficas Lupus, de Frederik Peeters, o a lo mejor del género producido en la Unión Soviética por su ritmo, la profundidad de sus personajes y cierta melancolía (imposible no pensar en una novela de los hermanos Arkadi y Borís Strugatski), así como por su clima enrarecido (donde el presupuesto ajustado sólo potencia la imaginación). En cierto modo, Prospect remite a los escenarios de películas de fines de la década de 1980, como Enemigo mío, de Wolfgang Petersen, que también combinaba el género cienciaficcionero con otros.
Sumemos una gran interacción entre los personajes y entre ellos y el universo presentado, algo de historia de piratas o cowboys, y tendremos un gratísimo resultado.
Se necesitan urgente más películas de Chris Caldwell y Zeek Earl, los directores y guionistas de Prospect. Mientras tanto, se puede mirar en Youtube un cortometraje amateur anterior, que lleva el mismo nombre que esta película y que utilizaron como base para desarrollarla.
En cierta medida, Prospect nos recuerda que otro tipo de cine es posible. Uno donde la imaginación está al poder y no es necesario tener cientos de millones de dólares invertidos en megaestrellas, decenas de locaciones o espectaculares efectos especiales en CGI. Un tipo de cine que durante mucho tiempo encontró su nicho, justamente, en la ciencia ficción (y en el horror, siempre refugio de libertarios). Uno donde la buena utilización de un escenario, un conflicto claro y coordenadas ubicadas a medio camino entre la bizarrez y lo verosímil permiten la invención de un universo. Un universo imaginado desde lo micro y que permite sólo alucinar con lo macro, con lo que no vemos, con lo que nos sugieren que allí está (otras lunas, otras estaciones espaciales, la Tierra, transformada luego de tanto tiempo) y que, tal vez, algún día podremos llegar a conocer. Un cine que al mismo tiempo que dispara todo esto, se concentra en el relato, en los personajes –que no son meros monigotes, sino gente de carne y hueso– y en la situación en la que están metidos (en este caso, con el nudo al cuello por la falta de tiempo, con esa estación que se va y los abandonará para no volver).
Prospect es una joya de la ciencia ficción, de la mixturación de géneros, de buenas actuaciones y de resoluciones ingeniosas ante el bajo presupuesto. Es lo que supo ser Star Wars más de 40 años atrás, porque, más allá de no ser el inicio de un fenómeno semejante –¿es posible todavía iniciar un fenómeno semejante?–, sí tienen la misma manera de pararse frente al hacer cine, frente a hacer el cine que uno quiere hacer sin importar nada más, con el ingenio como el mayor de los recursos.
No dejemos, entonces, que el algoritmo de Netflix se saltee tan hermosa película. La ciencia ficción está tan viva como siempre, tan viva como siempre, en películas como Prospect, sin necesidad de megasagas interminables que han olvidado su nacimiento en una galaxia muy lejana o distopías protagonizadas por adolescentes conflictuados que son invariablemente “el elegido”.