¿Cómo se divulga la historia de un país? Obviamente, mediante cursos e investigaciones, pero ¿cómo se llega al no estudioso, al ciudadano de a pie? ¿Cómo se le cuenta qué pasó en un país, qué historias interesantísimas construyeron el alma, la memoria, la vida de un pueblo?
Si algo nos enseñó el western estadounidense es que el cine y la televisión son excelentes herramientas para ello –tan es así que la historia del país del norte se construyó en fotogramas antes que en libros de texto, por aquello de que antes de imprimir la historia siempre hay que imprimir la leyenda–, y esta práctica es algo imitado y compartido por todas las productoras audiovisuales del mundo. Pero si alguien parece haber comprendido mejor que nadie esto es Corea.
Gracias a la popularidad de las ficciones coreanas, un cinéfilo sin demasiado vuelo sabe que la era Joseón –que supo darle nombre al mismo país– se extendió entre 1392 y 1910, siendo un sistema feudal extenso y bastante estático que mantuvo desconectado al país de cualquier influencia exterior, cuyo fin tuvo lugar, justamente, por injerencia extranjera, más precisamente la invasión y ocupación japonesa que se sostuvo hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Precisamente entonces se ambienta la estupenda serie Mr. Sunshine: en 1900, en los estertores finales de un sistema social y político ahogado por su propia arrogancia, enfrentado al evolucionado mundo a su alrededor. La historia comienza en 1871, cuando no son otros que los Estados Unidos de América los que llegan a las costas de Joseón con intenciones de negociar pero son recibidos a los tiros por los belicosos coreanos, quienes consideraban a los bárbaros de piel clara poco menos que salvajes. Es en ese momento que nuestro protagonista, Choi Yoo-jin (quién será interpretado de adulto por la estrella Lee Byung-hun, en su regreso tras nueve años a la televisión), un niño campesino hijo de dos sirvientes de un poderoso señor feudal, queda huérfano por capricho de su patrón y escapa hasta lograr refugiarse en un barco gringo que lo llevará a América. Allí, crece hasta volverse parte de los marines, rebautizado como Eugene Choi, y participa con mérito en la Guerra con España de 1898. Dada su ascendencia –y que habla fluidamente coreano– es el elegido en 1900 para volver a su país como diplomático (y espía), en un segundo intento de Estados Unidos por entablar negociaciones con el imperio asiático.
El problema es que los norteamericanos no son los únicos interesados en Joseón; los japoneses son una presencia molesta, violenta e incómoda desde hace años. Ante ellos se ha levantado un ejército oculto –los Cuerpos Heroicos, resistencia revolucionaria que ha sabido tener mucha presencia fílmica recientemente– que cuenta entre sus integrantes a Go Ae-shin (la protagonista de The Handmaiden, Kim Tae-ri), la nieta de nada menos que aquel poderoso lord feudal, que ha se ha convertido en una rebelde y experta francotiradora, dispuesta a enfrentar a los invasores así sea entre las sombras.
Como no puede ocurrir de otra manera, el espía y la rebelde pronto se enamoran y se vuelven el centro de una compleja y extensa trama –la serie consta de 24 capítulos de entre 70 y 90 minutos– que se construye con la historia de no menos de ocho personajes protagonistas –a los mencionados podemos sumar a Goo Dong-mae (Yoo Yeon-seok), una suerte de contracara oscura del protagonista, un niño que también huye de la crueldad feudal coreana, pero a Japón, y regresa como un samurái invasor; Lee Yang-hwa (Kim Min-jung), la dueña del hotel cosmopolita local, viuda de un rico ciudadano japonés, con varios secretos en su haber, y Kim Hee-sung (Byun Yo-han), un amigo de Choi, hijo de nobles coreanos pero educado en Japón. La serie pega sus buenos saltos temporales pero se desarrolla con paciencia y minuciosidad.
Mr. Sunshine es otra muestra –y van...– del alto nivel de la producción audiovisual coreana reciente (se estrenó en su país de origen el año pasado). Adolece de todos los clichés del melodrama (de las telenovelas, en una palabra) de ficción: traiciones, romances prohibidos, tramas secundarias que explotan en los momentos más inesperados, agradecidos secundarios graciosos, pero está filmada –su fotografía es de no creer–, actuada, escrita (por la experta en el género Kim Eun-sook, que hace de esta su octava producción televisiva exitosa) y producida con un nivel excelente, con un cariño y un mimo que la aleja del producto genérico y anónimo que suelen ser las producciones televisivas y la incluye, por derecho propio, en esta primavera de la televisión, que también puede ser coreana.