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Maneco y Harry, de Elefante.

Foto: Ricardo Antúnez

Regreso pesado: Elefante presenta su nuevo disco en la sala Zitarrosa

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“Volvimos a fines de 2014. Hicimos una serie de shows, cosas que venían muy bien, pero no queríamos seguir exprimiendo el revival; entonces, el paso lógico, si funcionamos como banda, era sacar un disco nuevo. Ya era tiempo, porque el último disco de Elefante es de 2001. Pasó una vida”. Así habla el guitarrista Maneco Urquhart sobre el proceso que llevó al grupo Elefante a lanzar su flamante álbum, Detrás de los muros, en diciembre de 2018, 17 años después de Bazar, que era su último disco de estudio hasta el momento.

Elefante es una banda que siempre navegó por las oscuras y turbulentas aguas del under del rock montevideano, y es difícil colocarla en un estante específico de estilos, ya que en la olla sonora ponen algo de hard rock y metal alternativo, que por momentos condimentan con pizcas de electrónica. El grupo debutó en las bateas hace exactamente 20 años con Elefante 1, el primer álbum doble del rock uruguayo, que cuenta con nada menos que 19 canciones. “Fue doble porque teníamos muchas ganas de mostrar nuestra música y había muchas ideas”, cuenta Harry Kardos, bajista y compositor del grupo.

Elefante se disolvió en 2003, justo cuando empezaba la explosión de una nueva camada de rock nacional, con el Pilsen Rock y todo eso. La separación fue por cuestiones internas, básicamente de relacionamiento entre sus miembros. Pero hoy el ambiente cambió. “Se dio una química entre nosotros increíble, estamos muy bien humana y musicalmente”, dice Maneco.

Además de la mezcla incatalogable de estilos, una de las particularidades de Elefente –que hoy ya no lo es tanto, porque los tiempos cambiaron y es mucho más común en el mundo del rock– radica en que su cantante es mujer, Stella Maris, y que no abusa de los clichés vocales metaleros. Por ejemplo, en la segunda canción del nuevo disco, “Otra mitad”, de ambiente más calmo que otras, la cantante despliega una voz casi íntima, que susurra.

Dice Maneco: “Siempre tuve la idea de que hubiera una voz femenina. Y tuve la inmensa suerte de conocer a una cantante única, que sigue siéndolo. Sin desmerecer a nadie, porque si hay algo que en Uruguay sobra es talento, en el buen sentido –de abundancia–, he notado que lo de Stella es muy particular. En Argentina, por ejemplo, si uno se va a ver bandas que tengan un corte más hardcore, tirando a lo pesado, terminan teniendo un perfil que es bastante Patricia Sosa más AC/DC. Les cuesta separase de esa impronta vocal y por otro lado hacer algo más moderno”.

Si bien en el período de más de diez años en el que la banda estuvo disuelta tanto el guitarrista como el bajista siguieron haciendo música en otros proyectos, volver a componer y grabar con Elefante fue “un desafío”, dice Harry, ya que representaba una responsabilidad por el respeto a los dos discos anteriores.

“Eso llevó mucho tiempo, sobre todo por un filtro de calidad, de sonido, pero también de composición. Y llevó más tiempo de lo que se necesitaba por lo de siempre, una vieja regla que tiene Elefante, de hacer las cosas en casa”, cuenta el bajista.

Para el nuevo disco tenían cerca de 60 proyectos en la computadora, de los que 12 quedaron en el álbum transformados en canciones, aunque había muchas más terminadas. “Pero no íbamos a sacar un disco doble de vuelta, por eso lo del filtro: elegimos los mejores temas para poner”, dice Harry.

Dejar espacios

Las canciones de Elefante no suelen ser de esas típicas metaleras que todo el tiempo cabalgan al ritmo de las guitarras eléctricas, sino que por momentos dejan espacios, crean climas que desarrollan la clásica calma antes de la tormenta. La ya mencionada “Otra mitad” es un buen ejemplo de eso, y al final se pone densa.

Maneco explica que esos espacios dan lugar para colocar alguna pincelada de electrónica, pero siempre sutil. “En el primer disco tuvo su peso y su peculiaridad, por eso no nos sedujo tanto la electrónica para este disco. En otra época sí, porque era algo más nuevo, pero ahora ya es moneda corriente. Ves a los DJ que vienen, por los que la gente paga entradas de tres palos en adelante, y no lo podés creer”, opina el guitarrista.

Pero el juego de dejar espacios no quita que no les guste ni sepan hacer canciones al mejor estilo metal ortodoxo, rápido y abrasador, como muestra una de las mejores del disco, la apurada “Partículas”, con un bajo bombardero y atronador que guía la canción junto con las guitarras.

Por otro lado, también nos topamos con “Semillas”, el tema que cierra el disco, una milonga de pura cepa, con guitarra acústica, que nada tiene que ver con algo parecido al metal o a la electrónica. Pero lo que sí tiene que ver con este último género es el disco Mezzanine (1998), del grupo de Bristol (Inglaterra) Massive Attack, que mezcla electrónica con algo de hip hop, en el que resaltan los bajos caminantes y rastreros (para muestra vale escuchar “Angel”, por ejemplo) y que Maneco cita como una de sus influencias, demostrando que está lejos de ser un metalero ortodoxo. Después de todo, a fines de los años 80 fue cofundador de La Fábrica, una banda tecno que practicaba el do it yourserlf más casero.

Si se compara este nuevo disco con aquel primero de Elefante, se nota una marcada diferencia en la calidad de sonido y producción, pese a que el debut se grabó en un estudio profesional y el último en uno casero, propio de la banda. Elefante 1 suena más chato y opaco, Detrás de los muros derrocha dinámica y brillo. Pero en los 17 años que pasaron entre un disco y otro no sólo cambió la relación entre los miembros de la banda, sino la tecnología.

Maneco lo explica: “Lo que pasa es que no podés comparar un estudio de aquella época con los medios que puede tener cualquiera hoy en día para llevar adelante algún proyecto, y nosotros para grabar no tenemos ningún equipo exótico”.

Elefante presenta Detrás de los muros hoy a las 21.00 en la sala Zitarrosa, con entradas por Tickantel a $ 400, y hay 2x1 para suscriptores de la diaria.

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