La producción de una historieta es un trabajo de equipo que emplea a numerosas personas, incluidos editores, coloristas, rotuladores y entintadores. Dos de estos roles son (sin mucha discusión posible) los que se encuentran en lo más alto de la pirámide: el guionista y el dibujante.
Ambos combinan su talento, cuando no viene combinado en una única persona, para contar la mejor historia posible. Y hay combinaciones que en las últimas décadas fueron responsables de hitos fundamentales del noveno arte. En primer lugar, es obligatorio mencionar a Stan Lee y Jack Kirby, quienes crearon (¡cocrearon!) un universo entero de personajes. De la unión de ambos surgieron los X-Men, los Cuatro Fantásticos, Hulk, Thor y Iron Man, entre muchísimos otros.
Hablando de los X-Men, de no ser por la unión de Chris Claremont y John Byrne, quizá los adolescentes mutantes no se hubieran convertido en el grupo más popular de Marvel Comics, mucho antes de que el cine devolviera a los Vengadores a su sitial de privilegio. Casi al mismo tiempo, Marv Wolfman y George Pérez hacían algo parecido con los Jóvenes Titanes en DC Comics.
Más cerca en el tiempo, algunos emparejamientos de guionistas y dibujantes nos garantizan un altísimo piso de calidad en sus obras. Jeph Loeb y Tim Sale crearon recordadas historias de Batman, como The Long Halloween (1996) y Dark Victory (1999), situadas en los primeros años de carrera del justiciero, mientras que contaron los orígenes de varios superhéroes de Marvel en miniseries como Daredevil: Amarillo (2001), Spider-Man: Azul (2002) o Capitán América: Blanco (2008).
Autos, ropa y gente hablando
El guionista escocés Grant Morrison encontró, en su compatriota Frank Quitely, el complemento perfecto para crear obras destacadísimas como la maxiserie All-Star Superman (2005), el drama sobre la experimentación animal We3 (2004), además de pasajes recordados en series de Batman y de los X-Men.
La pareja creadora que nos une en esta oportunidad trabaja junta desde 1999, cuando el siempre confiable sello Vertigo publicó Scene of the Crime, una miniserie noir acerca de un detective privado que investigaba una desaparición con ayuda de un fotógrafo de escenas del crimen.
El guion era responsabilidad de Ed Brubaker, quien al año siguiente firmaría un contrato de exclusividad con DC Comics (propietaria de Vertigo), que lo llevaría a escribir una de las series mensuales de Batman, título preferido por aquellos creadores con sangre detectivesca en las venas. Junto a Greg Rucka estuvo al frente de la brillante Gotham Central (2003), que contaba historias de los policías de la ciudad más gótica de los cómics, en las que el hombre murciélago era sólo una presencia fugaz. Más tarde escribiría uno de los momentos más altos del Capitán América para Marvel.
Los dibujos de Scene of the Crime eran de Michael Lark, pero precisó ayuda para las tintas, de las que se encargó Sean Phillips. Allí comenzó una amistad que se mantiene hasta nuestros días y que permitió la existencia de numerosas historietas de calidad superlativa.
“Le gusta dibujar el tipo de cosas que me gusta escribir”, dijo una vez Brubaker al sitio Sktchd. “Tuve mucha suerte al encontrar a Sean, porque no hay muchos artistas de historieta que puedan dibujar cosas del mundo real, como autos, ropa y gente parada hablando, y darles el tono y estilo que él les da”.
En 2005, Brubaker y Phillips crearon Criminal, una serie antológica acerca de personas que viven del lado menos celebrado de la ley, que lleva unos 30 números recopilados en siete tomos muy recomendables. También son responsables de Incógnito (2008), sobre un supervillano en el programa de protección de testigos, y en 2016 se anunció que el uruguayo Fede Álvarez estaría detrás de su adaptación cinematográfica.
Otros títulos de la dupla son Fatale (2018), protagonizado por una femme fatale de los años 30 que mágicamente sigue viva en nuestros días; The Fade Out (2014), sobre un guionista de Hollywood en la era de las listas negras; y Kill or Be Killed (2016), con un joven “vengador anónimo” perseguido por un demonio que lo obliga a seguir matando gente que se lo merece.
El bello durmiente
Uno de los mejores títulos de la dupla se llama Sleeper y fue publicado en 2003 por el sello Wildstorm (también parte de DC) dentro de su universo de superhéroes, que incluye supergrupos conocidos por los amantes del género, como Wild C.A.T.S., The Authority y Stormwatch. En 2002 Brubaker fue invitado a guionar la miniserie Point Blank, con dibujos de Colin Wilson, en la que el popular personaje Grifter investigaba el intento de homicidio de John Lynch, una suerte de “Nick Fury” de aquellos lares.
En esa historia hizo su primera aparición Holden Carver, agente encubierto que se había infiltrado en la peligrosa organización del supervillano conocido como Tao. La única persona que sabía de este doble rol era Lynch, quien luego del atentado contra su vida quedaba en un coma profundo. La vida de Carver, atrapado (¿para siempre?) en lo más profundo de las filas enemigas, fue la excusa para los 24 brillantes y hermosos números de Sleeper, escritos por Brubaker y dibujados por Phillips, que se publicaron entre 2003 y 2005.
Si bien Brubaker señalaba en el epílogo de Point Blank que no era necesario un gran conocimiento del “Universo Wildstorm” para entender la historia, un poquito nos mintió. Sin embargo, la serie que vendría a continuación funciona de manera completamente independiente, a la vez que sirve de puerta de entrada a ese mundillo.
Sleeper es una hermosa historia, con un dibujo genial como el que nos tiene acostumbrados el talentoso señor Phillips. Se trata de un drama policial, que gira alrededor de nuestro sufrido Carver, y que casualmente involucra a un montón de personas con habilidades superhumanas, pero que sin estas habilidades, funcionaría igual de bien.
Este agente doble se encuentra en rápido ascenso dentro de la organización criminal de la que forma parte, devanándose los sesos por cumplir sus misiones con la menor cantidad de víctimas inocentes y buscando la mejor forma de salir de allí. Así transcurre el primero de los dos volúmenes, con el lector sudando bulones (o superbulones) sin saber cómo hará Carver para salvar su pellejo cuando todas las sospechas apunten hacia él.
Todo se vuelve más complejo, y a la vez más simple, con el volumen dos de la serie. Si Sydney Bristow tenía problemas para ordenar sus lealtades en la serie televisiva Alias, aquí nuestro protagonista queda al borde del trastorno de personalidades múltiples. Con Lynch de regreso entre los vivos y enfrentado a Tao, Carver se sentirá carne de cañón en una guerra mucho más grande que él, y se preocupará en principio por su propia supervivencia.
A esa altura de la serie no sabremos si él es un agente triple o cuádruple, y por momentos nos sentiremos en aquel episodio de Friends en el que Phoebe decía: “They don’t know that we know they know we know” (“ellos no saben que nosotros sabemos que ellos saben que nosotros sabemos”).
Chanzas aparte, la confusión nunca llega a ser tan grande. Y detrás de todo eso seguirá la subtrama de su amistad con el torpe Genocidio y la complejísima historia de amor con la Señorita Miseria (cada uno con su superpoder), reafirmando que estamos frente a otro de esos clásicos modernos, que quizás no sea más famoso por encontrarse inmerso en un universo superheroico que no es de los más familiares.
Un ejemplo perfecto de cómo Ed Brubaker y Sean Phillips son un equipo creativo al que siempre vale la pena echarle el ojo.