En 1994 Gastón Ciarlo (Dino para todo el mundo) vivía en Ginebra, Suiza, hacía ya varios años, los suficientes como para llegar a preguntarse “¿qué estoy haciendo acá?”. Allá no le iba mal, nunca pasó hambre ni frío, pero sentía que no era su tierra. Miraba los paisajes y le parecían todos divinos, como los que ilustran un almanaque. “Pero cuando estás acá, con el mate y el termo abajo del brazo, vos sos parte del paisaje”, dice hoy el músico desde Dolores, Soriano.
Así fue que hace 25 años el cantautor no aguantó más y se vino a Montevideo. El 27 de agosto de 1994, unos pocos días antes de pisar suelo matero, un amigo le dijo: “Vamos, que están estos botijas que cantan canciones muy lindas y hay algunas que me parece que son tuyas”. Entonces, partió raudo hacia el viejo teatro La Candela, en 21 de Setiembre y Coronel Mora, y quedó “maravillado”.
A principios de los 90, los músicos Walter Bordoni (1962) y Gastón Rodríguez (1964) integraban una especie de cooperativa que se llamaba Taller de Músicos el Sótano, que nucleaba a jóvenes con la misma inquietud: hacer música y armar recitales. Allí ambos forjaron una gran afinidad estética; entonces, en 1994 armaron un espectáculo despojado, en el que tocaban los dos solos, cuyo repertorio estaba conformado por sus canciones y tres de Dino, todas del álbum Vientos del sur (1977): “Una tarde tranquila”, “Autobiografía Nº 2” y la que le da nombre al disco:
Vientos del sur, / que me traen el frío, / vientos del sur, /no me dejen dormir, / porque el sueño / se parece a la muerte, / Khayyam lo dijo / hace algún tiempo ya.
Bordoni dice que la idea de incluir algunas canciones del clásico cantautor no era para homenajearlo sino para tenerlo cerca, ya que Dino estaba lejos y tenía gran ascendencia sobre ellos. “Siempre lo consideramos un maestro y una gran influencia. Podríamos haber hecho canciones del Darno [Eduardo Darnauchans], por ejemplo, que es otro de nuestros maestros, pero en el caso de Dino influyó que hacía varios años que no estaba en el país y que su música ya no sonaba, entonces nos parecía una linda cosa, pero más que nada fue para sacarnos las ganas de cantar sus canciones. Cuando yo empecé a tocar la guitarra de oído, tocaba canciones de Dino”, cuenta Bordoni.
Por aquel entonces Bordoni ya manejaba el concepto de “Aguafuertes montevideanas”, muchos años antes de que se materializara en una canción y en un disco, ya que es bastante fanático del escritor argentino Roberto Arlt y de sus Aguafuertes porteñas, un libro que recopila artículos de prensa escritos en 1933 que pintan paisajes de Buenos Aires. “Multitud de gente bien vestida. Los desdichados evitan esta calle; los miserables que albergan un proyecto, la eluden; los soñadores que llevan un mundo adentro, la esquivan; todos aquellos que necesitan de la calle para desparramar su angustia o para recogerla en un ovillo nervioso, no entran en esta, que es el escaparate vivo del lujo, de las mujeres que cuestan mucho dinero y de la vida que pasa vertiginosamente”, escribió Arlt en “La calle Florida”.
Con el título del espectáculo en la cabeza, fueron armando un repertorio que tuviera relación con las crónicas ciudadanas, y allí también cuadraban las canciones de Dino. A su vez, Bordoni arrancaba el espectáculo “canturriando” el tango “Acquaforte”, compuesto por los argentinos Horacio Pettorossi y Juan Carlos Marambio Catán y grabado por Carlos Gardel en 1933, que retrata “la eterna y triste fiesta / de los que viven al ritmo de un gotán”, uno de los tangos más bajoneros de los que pasaron por la gola de don Carlos: “Las pobres milongas, / dopadas de besos, / me miran extrañas, / con curiosidad. / Ya no me conocen: / estoy solo y viejo, / no hay luz en mis ojos, / la vida se va”.
“Está Dino afuera”
Una noche de agosto de 1994 moría la segunda fecha del espectáculo Aguafuertes montevideanas en La Candela. Bordoni y Rodríguez eran los botijas a los que había ido a ver –y escuchar– Dino. Cuando terminaron de tocar, un amigo de Bordoni les dijo: “Che, está Dino afuera”. No lo podían creer, porque pensaban que el músico seguía en Suiza; es más, les constaba que pocos días antes Mariana Ingold y Osvaldo Fattoruso lo habían ido a visitar. “Tanto Dino como nosotros quedamos muy emocionados. Quedó muy sorprendido, porque él estaba convencido de que nadie se acordaba de él y de esas canciones. Igual, pidió que no nos avisaran, porque no sabía con qué se iba a encontrar. Por suerte se ve que le gustó; se quedó a saludar, y a partir de ese entonces se instaló en el país”, recuerda Bordoni.
Dino cuenta que en la actualidad ya está un poco más acostumbrado a que versionen sus canciones, pero que no era así en aquel lejano 1994, cuando esto incluso le daba “vergüenza”. “¿Cómo estos locos pueden hacer canciones mías?”, pensaba, y él mismo subraya su “perfil bajo”. A partir de aquel primer encuentro con Bordoni y Rodríguez Dino quedó conectado con ellos y tuvo el impulso de retomar su carrera, pero poco a poco, porque –confiesa– “no tenía muchas ganas de hacer cosas”. “Pensaba: ‘Ya pasé, ya está, tienen que seguir otros’, pero siempre el vicio despunta”, dice.
En 1997 Bordoni y Rodríguez lanzaron el disco Aguafuertes montevideanas, cuya canción homónima había compuesto el primero a partir del concepto que dio origen al ciclo de recitales. La intertextualidad con el tango de Gardel se hizo carne, ya que Bordoni tomó prestado su primer verso para que también diera el puntapié inicial a su canción: “Es medianoche, el cabaret despierta”. Y, como no podía ser de otra manera, también menciona “una milonga de Dino colgada en el ropero”, para cerrar el círculo. Si bien la canción tiene más de 20 años, pinta escenas que aún permanecen, incluso con más protagonismo. Bordoni acota que, entre los personajes que menciona, aparece Juan Carlos Onetti, que también está muy presente en el disco. “En esta época tan políticamente correcta”, dice, es un escritor “no muy reivindicado, pero yo sigo pensando que la obra del tipo y su manera de ver la vida tienen mucho que ver con nosotros”, señala Bordoni.
Es medianoche, la aldea no es la misma, / la tele ya no tiene a Curly, Larry y Moe, / abrieron un shopping en el cine del barrio / donde venden en cuotas la foto de Dios. / Es medianoche y los payasos ya se marchan, / quizás mañana el telón vuelva a subir / trayendo anticuerpos contra la cordura / que los mediocres obligan a vivir. / E irán pasando las visiones más lejanas, / los últimos pedazos de tu moña azul, / las lágrimas del plebiscito del 80, / la foto que falta del balazo de Brum, / una milonga de Dino colgada en el ropero, / la última copa de Onetti y Díaz Grey, / un taponazo de Ghiggia rasgando el aire del tiempo, / aguafuertes montevideanas del ayer.
Aguafuertes de hoy
Más allá de todo, recién ahora, 25 años después, Bordoni, Rodríguez y Dino harán por primera vez un espectáculo entero con los tres en el escenario, a punta de guitarra. Claro está, se llamará Aguafuertes montevideanas y tendrá lugar en la sala Camacuá, hoy a las 21.30, con entradas por Tickantel a $ 400 (hay 2x1 para suscriptores de la diaria). Los músicos van a cantar juntos, interactuar y cruzar versiones –uno canta la del otro, el otro la de uno y el otro la del otro–, y además de los clásicos, en el caso de Bordoni y Rodríguez van a estrenar canciones que ni siquiera están grabadas.
Por supuesto, van a tocar “Aguafuertes montevideanas”, no porque sea el nombre del espectáculo sino porque si llegara a faltar no los dejarían salir de la sala, bromea Bordoni. En el toque original el músico versionó a Dino sin Dino, pero ahora lo hará junto a él, lo que implica todo un desafío, y más teniendo en cuenta que cantará nada menos que “Autobiografía Nº 2” (aunque la verdadera historia “nadie la sabrá”). Dino, siempre con su perfil bajo, dice que jamás en la vida se le ocurriría decirle a Bordoni cómo interpretar esa canción. “Él la canta muy bien y en una forma muy diferente a la mía. Además, yo aprovecho y aprendo, por supuesto”, dice el cantautor.
El 30 de setiembre Dino cumplirá 74 años. Señala que está en un momento en el que se plantea si seguir tocando o no, o quizás hacerlo a mucho menor ritmo, porque los años ya le pesan. “Las rodillas ya no funcionan como antes, y los inviernos ahora son mucho más largos y más fríos que antes. A veces la pienso tres veces... Por ahora sigo, pero cuando largue todo el mundo se va a enterar”, agrega. Además, confiesa que el impulso para seguir se lo da la gente que lo ve, que le da las gracias por su música y algo más: “El otro día fui al cumpleaños de una señora de casi 70 años, que estaba con amigas, y habían sido de las muchachas que fueron torturadas durante la dictadura. Me decían que soy un referente y lloraban, o sea que hay algo para hacer todavía, mientras no se haga lo que se tiene que hacer, es decir, justicia de una vez por todas”.
Así como Bordoni no puede escapar de “Aguafuertes montevideanas”, qué duda cabe, “Milonga de pelo largo” persigue a Dino por todos lados. Aunque no quiera cantarla, lo tiene que hacer. Dice que si la omite la gente se puede ofender, y por último reflexiona sobre por qué esa canción tuvo tanto impacto: “Porque narra una especie de fotografía de una época de Uruguay, porque habla de nosotros cuando éramos jovencitos –yo era recién casado, con mi hijo chiquito– y te echaban, te mandaban al seguro de paro y arreglate como puedas. Resulta que para conseguir trabajo te ponían una cantidad de trabas, y en aquella época caminabas por la calle con el pelo largo y te gritaban: ‘¡Cortate el pelo, melenudo!’. Los que hemos trabajado toda la vida ahora estamos tratando de que esto no cambie, porque si llega a cambiar olvidate de que haya un aumento de jubilaciones, por ejemplo. O sea que se juega mucho”.
Frazada del pobre hombre que siente frío / y no se queja, ya no se queja.
Aguafuertes montevideanas, hoy a las 21.30 en la sala Camacuá (Camacuá 575 y Reconquista, Ciudad Vieja). Entradas por Tickantel a $ 400, con 2x1 para Comunidad la diaria.