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Fernando Cabrera (archivo, setiembre de 2016).

Foto: Pablo Vignali

Como dos ríos gemelos: Fernando Cabrera y Jorge Fandermole por primera vez juntos en Uruguay

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Montevideo y la ciudad argentina de Rosario tienen características en común. Nacieron y se desarrollaron a partir de su esencia portuaria, a lo largo de su historia acogieron a emigrantes extranjeros y criollos, y se consolidaron como ciudades de porte pero en las dimensiones de eso que llaman escala humana y a una distancia similar de la metrópolis Buenos Aires. Los transeúntes que han caminado sus calles aseguran que también comparten cierta línea arquitectónica, a tal punto que en algunas cuadras uno podría llegar a confundirse. Además del pulso progresista, ambas son reconocidas en la región, sobre todas las cosas, por su impronta cultural, seña de identidad de estas ciudades que se originó en los bajos portuarios y fermentó a lo largo del siglo XX, a base de bohemia y academia, con una oreja en los barcos y la otra tierra adentro.

Al navegar las trayectorias de Fernando Cabrera y Jorge Fandermole se podría afirmar que, al igual que Montevideo y Rosario, las ciudades que los identifican, también ellos comparten rasgos. Los dos nacieron en 1956, estudiaron guitarra desde niños e iniciaron sus carreras en el entorno de 1980, integrados a movimientos que remontaban el último repecho de las dictaduras –sus discos debut coinciden con las aperturas democráticas–, uno como parte de la reconocida trova rosarina, el otro como integrante de la inencasillable escena montevideana que tomaba la posta del canto popular y el candombe beat sesenteros. Con la canción como bandera, otra seña compartida es la paleta folclórica que incorporan y que tiñe sus creaciones. Reconocidos por colegas y especialistas de Uruguay y Argentina, su popularidad, aunque tal vez algo tímida en un principio, ha ido en ascenso hasta el presente, cuando se los puede catalogar como referentes y mantienen un público fiel y cautivo cada vez más numeroso.

Los músicos compartieron escenario por primera vez en mayo de 2019, en el marco del FestiBAl de Otoño en Buenos Aires. Para esa oportunidad prepararon una presentación especial en la que no sólo hicieron bloques solistas, sino que también versionaron sus repertorios juntos, a partir de una selección de canciones en la que cada uno eligió las que más le atraían del otro. Esta semana repetirán la experiencia en la banda oriental del Uruguay, en dos oportunidades: el viernes 14 en el festival Medio y Medio de Punta Ballena y el sábado 15 en el teatro Solís de la capital. Con esta excusa invitamos al montevideano y al santafesino a dejar sus impresiones sobre algunos tópicos, que a primera vista podrían formar parte de la cuenca de similitudes e inspiraciones en la que pescan sus canciones.

The Beatles

Fernando Cabrera (FC): Canon. Impulso y entusiasmo. Música portadora de felicidad. Me acompañan desde los siete años y, si puedo, será lo último que escuche.

Jorge Fandermole (JF): Cada vez que, intermitentemente, vuelvo a indagar sobre el misterio de una buena melodía, entre las primeras referencias vuelvo inevitablemente a la obra de estos.

Atahualpa Yupanqui

FC: “El alazán”. Después, 100 canciones más. Enseña a recurrir a nuestros géneros para expresarnos en el presente y para el futuro.

JF: Lamento que el conocimiento de la obra de compositores muy importantes vaya quedando relegada a los especialistas. Yupanqui es una de las marcas más fuertes del cancionero de por acá, y personalmente una influencia que persiste y se resignifica con el paso del tiempo, en niveles en que estética, ética e ideología están entramadas y no pueden separarse.

Alfredo Zitarrosa

FC: Aventajado alumno del anterior.

JF: Siempre tuve la idea de que Zitarrosa, por su obra y por su estilo expresivo, era el arquetipo del artista serio y sin fisuras. Es otro de los grandes creadores cuya obra persiste de tal modo que a las generaciones jóvenes de músicos argentinos, por ejemplo, no hace falta sugerirles escuchar su obra, porque la tienen presente y la versionan.

Mercedes Sosa

FC: Importantísima en sus primeros diez o 15 años. Dio a conocer decenas de autores nuevos y viejos, un caso similar al de Elis Regina. Después desbarrancó en su afán por mantenerse al día.

JF: Además de estar instalada en el imaginario del público, al menos de las generaciones que la conocieron, y con toda justicia, como la artista popular más querida y de mayor trascendencia colectiva, y la más representativa de la música popular argentina, es sin duda la más influyente en todas las generaciones de músicos de diferentes géneros. No sé si hay algo que yo pueda agregar a lo que se sabe de ella. Ha sido para la mayoría un ejemplo de coherencia ideológica y de rigor estético. Puede decirse que conocer el repertorio, ese recorte del cancionero de Mercedes Sosa, da la mejor idea del espíritu de nuestra música; ha mostrado lo más diverso. Nos ha enseñado a todos, aunque no podamos reproducirlo, cómo es volcar en la voz lo más profundo y entrañable de la interioridad humana. Y la disciplina de su preparación artística, que observó hasta el último día de su vida, es un ejemplo y una advertencia para todos los músicos.

Jorge Fandermole (archivo, noviembre de 2015).

Foto: Iván Franco

Aníbal Sampayo

FC: Inspirado precursor.

JF: La primera canción en la que tuve una noción de emoción poética fue “Canción de verano y remos”, de su autoría. Sampayo es otro de los uruguayos más presentes en la música argentina, muy influyente y cuya obra cada tanto reverdece en versiones nuevas.

Montevideo

FC: La conozco bastante, primero por mi bicicleta en la niñez y adolescencia, luego porque trabajé de taxista. Agradable ciudad; para vivir no la cambiaría por otra.

JF: No tengo demasiado interés en conocer profundamente las ciudades que visito, pero Montevideo me genera mucha atención y curiosidad, y creo que es una ciudad en la que tranquilamente podría vivir.

Rosario

FC: Sólo tengo la visión del turista. Me gusta mucho, pero nunca estoy más de un día y medio. Muchos músicos, escritores –y [Roberto] Fontanarrosa– nacieron allí.

JF: A pesar de que no nací ni vivo actualmente en Rosario, es como si fuera mi lugar por elección. Supo tener una escala de ciudad que siempre me pareció amigable, saludable y cómoda. Todo mi trabajo, la mayor parte de mis amigos y compañeros de proyecto, medios y recursos de todo tipo están en esta ciudad. Además, ha tenido, desde la vuelta a la democracia, políticas culturales consistentes que han apoyado el desarrollo de gran variedad de disciplinas artísticas. Tiene un arte muy dinámico y creativo.

La guitarra

FC: Fiel compañera. No pide nada y sólo da. Bueno, algo pide.

JF: Tuve una a los nueve años; la siguiente a los 20. No sé qué fue de ellas. Uso actualmente la misma guitarra desde 1984. Pero la guitarra como entidad genérica es un sitio recurrente al que yo accedo cotidianamente a tratar de comunicarme con algo mío y con el resto, probablemente sea una de las vías que me integra con el mundo.

El silencio

FC: Máximo insumo. Lo pondría en la misma categoría que el oxígeno. Lamentablemente poco apreciado por el ser humano.

JF: Es una de las condiciones que más deseo y extraño, uno de los estados más placenteros y saludables que suelo experimentar cuando lo encuentro. De todos modos, hace mucho que ha dejado de ser un estado absoluto, porque tengo mucho ruido sonando adentro todo el tiempo. Pero, relativamente hablando, a veces se pone más calmo y uno asocia eso al silencio. Siempre es una inminencia y una potencialidad. Y además está el silencio voluntario. El del sabio y el del escéptico son bastante parecidos. El del artista es un punto de inicio, el del místico una espera, y el del político generalmente es una estrategia o un ocultamiento; valores diferentes del mismo fenómeno.

La canción

FC: Burbuja infinita. Me ha ayudado mucho a vivir.

JF: Es una forma expresiva breve y poderosa, variada, múltiple, multiforme. Trata lo más banal y lo más trascendente desde el modo más burdo al más exquisito y delicado. Un gran reservorio de memoria histórica y cultural. Es la única forma expresiva artística en la que se me ha dado alguna habilidad.

Fandermole/Cabrera

FC: Su arte y amistad son las buenas sorpresas de los últimos tiempos. Un deleite hacer música juntos y charlar de otros temas.

JF: Es un artista que yo disfruto y admiro. Sus canciones han indagado muy felizmente en la poética del idioma y en la música, y han conseguido obtener ese tercer lenguaje íntegro capaz de emocionar e iluminar, mezclando el juego, la paradoja, la sorpresa de la sonoridad, lo crudo y lo delicado. Además, encontró su modo de tocar y cantar, su total singularidad. Y le sale muy bien. Es un placer compartir estas experiencias con él.

Cinco canciones del _parceiro_

Cabrera

Sueñero: me gusta el ritmo, que remite al norte argentino. Hermosa descripción de lo que somos todos los humanos, lo sepamos o no.

Navega: Podría estar en el repertorio de Milton Nascimento. Muy rica melódica, armónica y rítmicamente.

Vidala de las estrellas: Parece un blues de Jujuy o algo así. Como las buenas canciones, aplicable a muchos asuntos.

El miedo: Creo que es un acercamiento de Fander al rock nacional; dialoga o se integra a esa corriente.

Cuando: Muy cantable, contagiosa. La letra dice tantas cosas que parece un baúl sin fondo.

Fandermole

Paso Molino: Es un vals que me causa una gran nostalgia; evoca cosas que, aunque para mí son ajenas, sé que también las perdí en el camino, aunque con otra forma.

Imposibles: Me parece un modo elíptico genial del pesimismo frente a lo improbable. Y en lo formal, de paso, te da una clase sobre el uso de la aliteración.

Te abracé en la noche: De las numerosísimas canciones que han abordado el tema de las despedidas, esta tiene una síntesis devastadora.

La casa de al lado: Me gusta porque sí, y al igual que sobre el resto de las canciones, pero sobre esta muy especialmente, no quisiera saber los detalles de su significado; prefiero seguir imaginándome cualquier cosa.

Méritos y merecimientos: La temática amorosa en el cancionero es sin duda la más extensamente tratada, y en este caso el atractivo de “Méritos...” reside en el candor y la humildad, manifiestos desde el trato respetuoso en el uso del “usted”, hasta el modo eficazmente serio de formular la propuesta final.

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