La dinámica de los músicos de la Banda Sinfónica de Montevideo (BSM) era juntarse todos los días, ensayar durante tres horas, luego seguir al menos una hora más cada uno en su casa, para después tocar juntos otra vez, escucharse, hacer conciertos, y así. En los 113 años de vida que tiene la BSM nunca había pasado que esa dinámica tan natural se viera afectada como ahora, con el distanciamiento social y todo eso. Entonces, los músicos empezaron a pensar qué podían hacer para sobrellevar al confinamiento y seguir tocando.
Martín Jorge, director titular de la BSM, recuerda que al principio de la pandemia aparecieron videos de las grandes orquestas del mundo, en los que en un formato de imagen de mosaico se veía a cada músico tocando, conformando un puzle sonoro, pero la mayoría eran playbacks sobre un sonido de alta calidad, aunque “estaba muy bien hecho”. “Al comienzo, cuando no se sabía qué era lo que iba a pasar, era una forma que tenían las orquestas de mostrar que estaban ahí, como un gesto más de marketing. Nosotros no tenemos esa capacidad de grabación de alta calidad, y además no nos parecía que fuera lo que se debía comunicar. No es solamente entretener y decir ‘acá estoy’, sino pensar en cómo puedo seguir haciendo mi trabajo cumpliendo con la misión de la difusión musical”, señala.
Así las cosas, como no podían estar juntos, decidieron que cada músico se grabara en su casa con su celular. Pero, claro, una cosa es un guitarrista que se canta una y listo, y otra muy distinta es un conjunto grande de músicos entretejiendo el sonido orquestal. Además, Jorge subraya que en la BSM hay músicos muy jóvenes, por lo tanto, “muy tecnológicos”, y en el otro extremo hay “más veteranos” y “menos tecnológicos”.
Entonces, empezaron a recorrer un camino de exploración, de menor a mayor en cuanto a cantidad de músicos. Arrancaron con algo muy sencillo y corto, cuatro saxos interpretando “La cucaracha”, y fueron avanzando en cantidad de intérpretes y complejidad de piezas. Así terminaron con la obertura de la ópera Guillermo Tell, del tano Gioachino Rossini, con 54 músicos. Uno de los desafíos que les planteó la experiencia fue la edición del video, por eso armaron un equipo audiovisual para que se encargara del proceso, lo que implicó la generación de cinco puestos de trabajo, al menos para los próximos tres meses.
Cada músico se marca el tempo con metrónomo, revisa la partitura, más alguna que otra indicación, se graba en su casa, y luego se sincronizan todas las partes. Además, en posproducción se arregla algún defecto que puede haber en el audio, dado que a veces el sonido grabado en un celular puede variar y no ser óptimo. “Es un sonido que jamás se va a parecer al de la banda en vivo y tampoco al que podríamos lograr si fuéramos a grabar un disco en un estudio, pero representa la realidad que estamos viviendo”, acota Jorge.
Los videos se pueden ver en el canal de Youtube de la BSM, y además de los ya mencionados se puede encontrar “Manuelita”, de María Elena Walsh, a puro chelo y contrabajo, y un minuto del primer movimiento de la Quinta sinfonía de Beethoven sólo con instrumentos de viento de metal. Del maestro de Bonn también hay un video con la pieza conocida como “Marcha turca”, que por estos lares nos suena más conocida por ser la melodía adaptada para la cortina de El Chavo del 8 (“The Elephant Never Forgets”, del francés Jean-Jacques Perrey, es la original del famoso programa de televisión).
Uruguay, nomás
Cuando empezó la pandemia la BSM estaba trabajando en la ópera San Francisco de Asís (1910), del compositor uruguayo Luis Sambucetti (1860-1926), entonces hubo que readaptar algunas escenas de la obra para transmitirlas por el canal de Youtube. Ya se subieron cinco partes, y se colgarán dos más esta semana. Más adelante, el 15 de junio, empezará el ciclo dedicado a autores nacionales. Jorge dice que lo armaron no sólo porque se trata de compositores nacidos en este suelo, sino porque la situación les dio la oportunidad de tener más tiempo para investigar y grabar de una forma distinta obras que aparecen en el archivo de la BSM y que tal vez no se interpretan desde hace un siglo. “No sabemos la recepción que va a tener en el público, pero creemos que estamos haciendo un aporte”, acota.
El ciclo tendrá seis entregas y arrancará con Tomás Giribaldi (1847-1930), un compositor uruguayo que Jorge señala que es poco conocido, ya que cuando se habla de exponentes nacionales de música clásica el primero que siempre se nos viene a la cabeza es Eduardo Fabini, porque todos lo hemos tenido en la palma de la mano alguna vez, en los billetes de 100 pesos. El director de la BSM sostiene que parece que no hubiera más compositores clásicos uruguayos, pero en realidad hay muchos, aunque “cuando no hay pandemia tampoco se ejecutan muy seguido”.
Los músicos de la BSM interpretarán desde sus casas fragmentos de La parisina (1878), de Giribaldi, considerada la primera ópera uruguaya. Jorge subraya que, según los registros, la obra se interpretó por última vez en 1898. Dice que buscan llamar la atención sobre Giribaldi porque es un “gran compositor” y capaz que la única gente que lo conoce, aparte de los músicos, es la que vive sobre la corta avenida que lleva su nombre, en el Parque Rodó. “Vamos a terminar este ciclo con Jaurés Lamarque Pons, que compuso hasta la década del 80 y representa una última tradición, que mezcla la música ciudadana de Montevideo con el candombe y lo sinfónico”, cuenta.
Por último habrá una etapa de readaptación, que tiene como fin la cercanía con el público ˗siempre de manera “virtual”, claro˗. En los próximos días la BSM lanzará una consigna con el objetivo de formar una gran “Cumparsita virtual”, para que todo el que quiera participar pueda enviar un fragmento del legendario tango tocado con el instrumento que tenga a mano. “No es algo que esté orientado para el que sepa, sino para aquel que toque un instrumento o cante y quiera sumarse. Si leen música, van a tener para bajarse una partitura; si no leen música y tienen buen oído, van a tener un audio”, explica.
Todas estas movidas tendrán ocupada a la BSM por lo menos hasta el 31 de julio. Los músicos van a seguir trabajando desde sus casas y por ahora no piensan en la vuelta al escenario. Jorge subraya que el trabajo de los músicos en una orquesta sinfónica “es muy íntimo”, ya que, por ejemplo, los encargados de los clarinetes tocan casi hombro con hombro, y hay muchos músicos “soplando permanentemente”, por lo que los instrumentos “despiden saliva y demás”. Se puede decir que es una sinfonía de gotículas.