La cantidad de películas que nunca llegan a estrenarse en Uruguay es innumerable. No ahora, con todo lógicamente paralizado por la pandemia, sino como norma. De todas las películas que se lanzan cada año –en Estados Unidos; no entremos siquiera a pensar en todo el mundo– es una ínfima parte la que llega a las salas de cine uruguayas, y muchas veces el criterio de selección es misterioso.
Es el caso de Concrete y Free Fire, dos películas que recientemente han llegado a servicios de streaming. Aunque ambas cuentan con el trabajo de directores reconocidos, elencos con estrellas y exhiben estupendos resultados, ninguna tuvo la fortuna de exhibirse en Uruguay en pantalla grande. Valga entonces este rescate por justicia, pero también para ofrecer opciones a quienes buscan buenas películas en Amazon o Netflix.
La poética de la violencia
El guionista S Craig Zahler tenía apenas un pinito en su haber: la interesante The Incident (2011), que pasó medio desapercibida. No obstante, en ella ya asomaban las formas de lo que luego sería su estilo cuando tomó el toro por los cuernos e irrumpió en la escena cinematográfica como guionista y director de Bone Tomahawk (2015), en la que hacía las veces de guionista y director.
Este violentísimo, pausado e increíblemente bien desarrollado western de horror, que entra cómodo en cualquier top 5 de “westerns modernos”, puso a Zahler en las diversas listas de “a seguir”, especialmente en sitios web de género o fantástico. Quedaba comprobar si el tipo era realmente una promesa o si el film no había sido más que un golpe de suerte. Entonces vino Brawl in Cell Block 99 (2017), donde... no quedaba claro. No era un mal thriller de acción, pero el ritmo cansino le jugaba una mala pasada, lo que se sumaba a una arriesgada opción de casting en su actor protagonista (Vince Vaughn; ya volveremos a él), quien difícilmente daba con el rol de tipo duro de manera convincente.
Con apenas dos películas en su haber –una muy buena y otra más o menos–, una tercera película de Zahler era de todos modos interesante y había que verla. Y llegó Dragged Across Concrete, que resultó ser una obra maestra. Tenemos aquí varias historias policiales/criminales/negras o como gusten ustedes llamarlas, que transcurren lentamente y se fusionan en una sola.
Por un lado, hay dos policías suspendidos por un arresto violento (apenas violento, dirían ellos) que empiezan a considerar pasarse al otro lado de la ley. Un maravilloso Mel Gibson en uno de sus mejores protagónicos en años y un sorprendente Vince Vaughn, medido, entregado, comprometido en la mejor actuación que le conozco en toda su carrera y a partir de la cual se ha revalorizado completamente como actor dramático. Por otro lado, está la historia de un exconvicto que ni bien pisa la calle es tentado por su amigo de toda la vida para volver al crimen. Por último, ocurren unos robos increíblemente violentos que unos enmascarados llevan a cabo en distintas partes de la ciudad y en los que se hacen siempre de poco dinero al tiempo que dejan un tendal de cadáveres a su paso.
Estas tres historias se construyen durante una hora y media larga para luego –cuando la olla puesta a hervir salte por los aires en sus 60 minutos finales– entregar un tramo tenso como pocos, una precisa set piece en la que hasta el más pintado va a terminar comiéndose las uñas cuando todas las historias confluyan.
En dos horas y media, Zahler construye personajes grises, humanos, creíbles y muy poco políticamente correctos (ciertas frases puestas en boca del polémico Gibson hicieron que todo espacio de reseña fílmica a tono con los tiempos que corren matara la película sin más) que protagonizan un relato clásico, una gran entrega de cine negro que remite a los inolvidables 70, al polar francés (que nunca tuvo remilgos) y, obviamente, a la obra del director. Dragged Across Concrete es de los mejores films de los últimos años y, sin duda, la mejor película del realizador hasta el momento.
Tiroteo absurdo
Y para hablar de carreras personales y destacadas, pocos pueden competir en tiempos recientes con Ben Wheatley. El británico comenzó su carrera en publicidad y televisión, pero a partir del estreno de Down Terrace, en 2009, se pasó al cine de manera definitiva.
Si bien su primera película –un drama entre criminales, pausado y con un humor difícil– no fue lo que uno llamaría un éxito, ganó suficiente prestigio para preparar y estrenar en 2011 su obra maestra: Kill List, una revisión del género horror pagano (The Wicker Man es la más famosa del rubro), con asesinos a sueldo como protagonistas.
Desde entonces no paró y se fueron sucediendo sus películas: la comedia negra Sightseers, la lisérgica y extrañísima A Field in England, la adaptación de JG Ballard en High Rise (quizá su película más popular) con Tom Hiddleston, la casi no vista Happy New Year, Colin Burstead y, el año pasado, una nueva adaptación del clásico Rebecca, realizada para Netflix. No se quedó quieto ni siquiera durante la pandemia: escribió, produjo y dirigió In the Earth, película de horror minimalista que recién ha comenzado su recorrido por festivales.
El nivel medio de Wheatley es tremendo; con sus altas y bajas, no tiene una sola película mala (confieso que todavía me falta ver Rebecca, pero apuesto a que mantiene un mínimo de calidad) y varias son excelentes.
Estrenada en 2017, Free Fire pasó casi desapercibida. Y es sorprendente por al menos dos motivos: es quizá la película más accesible (y la más divertida) del realizador y cuenta con un elenco asombroso, encabezado por primeras figuras.
La historia se ambienta en Boston en la década de 1970. En una apartada fábrica abandonada se trafican armas entre compradores miembros del IRA y vendedores locales que, de repente y sin que nadie pueda evitarlo, sale realmente mal.
Compradores, vendedores e intermediarios se ven envueltos en un largo tiroteo que ocupa prácticamente toda la película: 55 minutos de su rápida hora y media son intercambios de disparos, amparados en un realismo poco cinematográfico que reza “acertarle un tiro a alguien, y matarlo, no es moco de pavo”. La situación se torna casi absurda a medida que se resuelve (o no: prácticamente quedan todos encajonados dentro de esa fábrica a tiro unos de otros).
Wheatley apela entonces a la comedia de acción –con una buena cuota de su infaltable humor negro– y acierta otra vez. Desarrolla una historia simple pero muy efectiva, que se torna por demás graciosa a medida que más y más disparos se cruzan en ese claustrofóbico espacio abandonado.
La trama sencilla está respaldada por una banda sonora genial y un elenco maravilloso. Cillian Murphy, Armie Hammer y Brie Larson son los protagónicos, pero los verdaderos hallazgos están en el elenco secundario (que no lo es tanto): Enzo Cilenti, Michael Smiley (uno de los preferidos del director, no falta casi en ninguna de sus películas), Noah Taylor, Jack Reynor y, destacándose, Sam Riley y un enchufado Sharlto Copley que se roba la película en cuanta escena aparece.
Dragged Across Concrete, de S Craig Zahler. En Prime Video.
Free Fire, de Ben Wheatley. En Netflix.