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César Charlone.

Foto: Alessandro Maradei

César Charlone: “Quiero que la película del Frente Amplio sea colectiva”

9 minutos de lectura
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El director trabaja en un documental sobre los gobiernos de izquierda en Uruguay y ya se lanzó la campaña para recoger fondos y testimonios.

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Por culpa del coronavirus, hace un año César Charlone dejó de repartir su vida entre Brasil y Uruguay para instalarse en Montevideo. Al poco tiempo, fue convocado para poner en marcha un proyecto ambicioso: documentar los cambios que experimentó el país durante los tres períodos en que gobernó el Frente Amplio (FA). El viernes pasado, el proyecto Frente Amplio: 15 años de gobierno se presentó en público, y se abrieron las vías para colaborar con el proyecto, tanto financieramente como con aportes de contenidos. La idea de hacer una película con testimonios de dirigentes y de personas con menor visibilidad entusiasma al cineasta uruguayo más conocido dentro y fuera de fronteras.

Esta película tiene mucho de compromiso personal, ¿no es así?

Sí. Cuando estábamos filmando Ciudad de Dios [2003] con Fernando Meirelles hacíamos comidas con todo el equipo. En una de ellas apareció el director Walter Salles y nos saludó a cada uno diciendo “esta es una película que tiene que hacerse”. Yo creo que este documental también es una película que tiene que hacerse.

Es un desafío grande construir la historia de los gobiernos del Frente Amplio, no sólo para un cineasta, sino para la propia izquierda. Es común escuchar que la falta de un relato general fue uno de los problemas que condujo a la interrupción de los triunfos electorales.

Creo que no pretendemos tener un relato que lo explique. Como en toda película, vamos a poner cosas sobre la mesa y se irán sacando conclusiones, se irán viendo cosas. Pero sería pretencioso hacer ese relato. Son ellos, los protagonistas, los que van a decirlo. Gerardo Caetano, Miguel Fernández Galeano, Marcos Carámbula nos dan unas puntas lindísimas. Cada uno da su visión de lo que les parece que pasó, y nosotros la ponemos ahí.

¿Entonces va a estar estructurado en torno a entrevistas?

No. No está estructurado. Estamos buscando una estructura. Pongamos que hay una persona que tiene una historia lindísima, que a ella la afectó porque su hija fue la primera que pudo ir a la universidad: con esa gente vamos a construir la estructura.

Es decir, van a tratar de buscar el impacto de los gobiernos freteamplistas en la gente.

Totalmente. También tenemos un equipo voluntario que está haciendo investigaciones de materiales. Lorena Pérez, de Cinemateca, está trabajando con el archivo. Empezamos por arriba: Cinemateca, Udelar, pero de a poquito vamos yendo a las bases.

Se te conoce mayormente por tu trabajo en ficción. ¿Qué cambia en el trabajo en documental?

Tengo una trayectoria bastante grande en documentales que generalmente no pongo en el currículum. Pero, por ejemplo, cuando interrumpí mi carrera y me fui a Europa, después de que salí de la Escuela de Cine [de San Pablo], empecé a hacer documentalitos con proyección de diapositivas. En 1975 hice un audiovisual ‒les decíamos “peliculitas”‒ sobre la Huelga General [contra el Golpe de Estado de 1973] y la usamos para el Comité de Solidaridad con Uruguay en Londres, donde yo militaba. Y mi vuelta a Brasil se dio por un documental, de alguna manera. A Londres habían empezado a llegar noticias de un movimiento sindical que surgía en las afueras de San Pablo, en San Bernardo del Campo, donde había un líder metalúrgico que pintaba interesante, un tal Lula. No había internet ni nada, eran diarios, cartas y qué se yo. Le dije a mi compañera “qué copado, habría que estar allá filmando esto”, y ella me dice “el tipo que está filmando todo esto es esposo de una amiga”. “Volvámonos a Brasil ya”, le contesté. Fui inmediatamente a pedirle empleo a Renato Tapajós, que era el cineasta, y filmé muchísimo con él. Hicimos un documental que se dio aquí cuando abrió Cinemateca, Em nome da segurança nacional [1984], que era un juicio que se le hizo a la Ley de Seguridad Nacional, y se exhibió en doblete con una película que yo había hecho, Y cuando sea grande [1980], que denuncia la desaparición de niños. En esa época filmé mucho documental. Con Tapajós hicimos como tres o cuatro. Uno era un largometraje sobre el nacimiento del Partido de los Trabajadores [PT], pero lo fuimos dejando cuando el partido perdió las elecciones, aunque quedó muy lindo: se llamó Nada será como antes, ¿nada? (disponible en Vimeo). Hice mucho documental, y siempre lo llevé como algo paralelo; hacía comerciales y por otro lado, documentales. Claro, después me llamaron para hacer ficción y, como tiene más glamour, me proyectó más. Ahora hace poco hice uno que circuló en festivales, Red Trees [2017]. Siempre le tuve mucho cariño al documental. Me gusta.

Estás haciendo uno sobre la situación política de Brasil.

Estamos en eso. En 2016 estaba muy impactado con el tsunami conservador que barría el mundo: brexit, Trump, Erdogan. Y nos vimos venir el impeachment a Dilma, el golpe de la derecha. Me fisuré por filmar el impeachment y como tengo mucha suerte coincide que unos dias después me llama un productor para decirme que Anna Muylaert iba a filmar a Dilma dentro del Palacio de la Alvorada. Entonces me embarqué para allá. Simultáneamente, había comenzado con un amigo a seguir a Fernando Haddad, el alcalde de San Pablo, que nos parecía el último bastión importante de un gobierno de izquierda en la región. Perdió la reelección en San Pablo, pero me pareció copado y se me ocurrió seguirlo. Nos autorizó y lo hicimos. Lo seguimos al principio de la campaña, cuando él todavía no era el candidato a la presidencia sino el creador del programa del PT para la candidatura de Lula. Después, con el encarcelamiento de Lula, se convirtió en el candidato. Tengo como 15 discos duros de material de Haddad en bastidores durante esa campaña. Cuando me vine para aquí se los ofrecí a los muchachos de Coral, y se les ocurrió hacer una serie. La estamos estructurando. Eventualmente podemos hacer alguna entrevista para actualizarla, pero material hay de sobra. El nombre tentativo es Brasil, qué carajo te pasó, un poco para tratar de explicar en el exterior qué ocurrió. Curiosamente, en 2014, Spike Lee, con quien yo había trabajado [en Suker Free City, de 2004], me llamó para que le hiciera fotografía sobre ese fenómeno mundial que era Brasil. En los años de Lula, Brasil se convirtió en el país de moda, tanto que él vino a tratar de entender ese fenómeno. En definitiva, tengo mucho amor por el documental.

¿Cómo te movés entre fotografiar, escribir, preproducir, dirigir?

En el documental eso es muy lindo, porque la fotografía es la que cuenta la historia. Por ejemplo, en los documentales de Lula, Renato me decía “vamos a filmarlo haciendo tal cosa” y ahí tenía libertad total, porque vos elegís lo que vas a filmar, el cuadro, el plano, todo, y vas creando la historia. Lo que tiene de maravilloso el documental es que como no tiene un guion, de repente la entrevista es contigo y de pronto entra un perro saltando en dos patas y vas a eso, que de repente cuenta o le da una tensión a la escena que no tenía. Me sale más liberado el fotógrafo en el documental. Estaba filmando a Haddad y de repente se pone a tocar la guitarra; entonces yo, en vez de filmarlo pegadito, para transmitir su soledad y su placer con la música, me voy del lado de afuera de la casa y lo muestro chiquitito a través de una ventana. Como fotógrafo podés hacer esas interpretaciones.

¿Qué pensás de los documentales sobre la historia reciente de Brasil?

Me cruzaba con Petra [Costa] todos los días en el rodaje. Éramos 11 documentalistas en el impeachment.

¿Qué te pareció su documental, Al filo de la democracia (2019)? Consiguió registros impresionantes de Dilma Rousseff durante el impeachment y también en los momentos previos a la detención de Lula. La cámara está a centímetros de los protagonistas históricos.

Bueno, hay antecedentes de eso. El documental que abre ese estilo es Primary [1960], donde se filmaron los bastidores de la campaña de JF Kennedy. Después, João Salles hizo Entreatos [2004], donde filmaba justamente lo que pasaba en los entreactos, es decir, en los bastidores de la campaña de Lula. Hay una escena en la que entra José Dirceu y pregunta qué están filmando. Es cuestión de ponerse ahí y filmar. Muchas veces yo voy solo con el grabador de la cámara, sin sonidista, y filmo. En el auto de Haddad iba así. Tengo una llamada telefónica donde él discute la interna del partido que es... Haddad me dijo “¿y cómo te dejé filmar esto?”. Y porque te habías acostumbrado a que yo estuviera pegado a vos durante dos años, yo era una parte del auto. Se rio. Pero bueno, con el documental de Petra pasa como con el documental del Pepe aquí: nadie es profeta en su tierra. A poca gente le gusta el documental de Kusturica, pero en Brasil les fascina a amigos cineastas exigentes. Y con el de ella pasa mucho lo mismo: dicen que es un ego trip, que no sé cuánto. A mí me encantó, como uruguayo viéndolo de afuera. Es muy linda la cosa testimonial que cuenta, no me incomoda nada el ego trip porque es una es una artista colocándose. Cuando [Carlos] Musso pinta eso [señala un cuadro], pinta su memoria, sabemos que es él. Cuando Petra se coloca, está bárbaro. Y cuando a Kusturica le llama la atención cómo el Pepe toma mate y lo coloca, es él contándole a su gente, no a los uruguayos, cómo el Pepe toma mate.

Justamente, la historia familiar que revela Petra Costa tiene algo en común con la tuya. Su madre es la “oveja negra” revolucionaria de una familia conservadora y acaudalada. En tu familia también hay divisiones parecidas. Tu abuelo paterno fue ministro de Jorge Pacheco Areco y tu madre es Belela Herrera.

Ayer, entre los materiales que estábamos revisando, vi una edición del primer discurso de Seregni cuando habla de la oligarquía y hay tres retratos de mi abuelo. Yo, totalmente esquizofrénico, en un momento de mi vida tenía a mi abuelo César Charlone, ministro de Pacheco, y a mi otro abuelo, Carlos Herrera Mc Lean, yendo a Moscú invitado por el Partido Comunista como uno de los fundadores del FA. Y con mis padres, lo mismo.

Esa historia familiar tuya, que se mezcla con la de la fundación del Frente Amplio, ¿va a aparecer en el documental?

Quien está haciendo el documental es un exalumno del Christian [Brothers College], una persona que conoce la realidad de la República de Carrasco y en determinado momento toma conciencia de la otra. Y al tomar conciencia de la otra, siente que quiere participar con la gente que quiere cambiar esa realidad y trata de ayudar como pueda. Lo que contaba de trabajar con Renato Tapajós en las películas de Lula, acompañar todo lo que fue el PT, todo eso, forma parte de esa historia. No es una película sobre mí, así que creo que va a estar en la forma de contar, en la forma de sentir. El típico discurso que yo siempre repito: tenemos que ser conscientes y decirle a nuestros hijos que vivimos en el continente más desigual del universo, que por más que esté todo bárbaro hay una grieta, hay dos mundos. Y en Brasil es mucho peor, sin duda, son dos mundos casi raciales. Pero en toda América Latina los hay. Eso hace que surja el Frente Amplio cuando no había ningún partido que propusiera resolver ese problema y darles voz a los desposeídos.

Me imagino que la historia de los gobiernos del Frente Amplio hay que contarla porque puede haber un olvido, pero también porque para la gente más joven no hay memoria de cómo era el país antes, o sea, no había con qué compararlo. ¿Va a haber un contraste con la situación de Uruguay antes de 2004?

Tiene que estar presentado. De hecho, nosotros decimos a nivel interno que la película es sobre los tres períodos de gobierno del FA, pero que le vamos a dedicar 15% o 20% a un prólogo que introduzca la razón de la existencia del Frente, el comienzo. Ese prólogo puede estar desparramado por la película; el montaje lo dirá. Pero sí, va a haber referencias a lo que éramos, principalmente pensando en que mucha gente no lo sabe o mucha gente se lo olvidó. Mucha gente se olvida de lo que éramos.

Me quedé pensando en lo de ser profeta en su tierra. En tu caso pasa algo distinto, porque sos codirector de El baño del papa, la película más exitosa de Uruguay, y en el exterior también se te reconoce, aunque por otros trabajos.

Yo reconozco que el Uruguay ha sido muy generoso conmigo, porque tendemos a ser muy críticos con los que les va bien afuera. Siempre lo fue.

Y esa imagen tuya que se tiene en Uruguay, ¿cómo te parece que va ser afectada por el hecho de que te dediques a este documental sobre el Frente?

Cuando me llamaron para hacer La Redota yo sabía en lo que me estaba metiendo, porque, como decíamos con Pablo Vierci, el coguionista, hay tres millones de Artigas en Uruguay. Cada persona, cuando estábamos investigando, tenía sugerencias. Yo lo jorobaba a Pablo diciendo que al terminar la película, la entregaba y volvía a San Pablo. Esta película también, de repente la hago y me voy, porque va a haber un millón de insatisfechos. En Brasil se usa mucho la frase “de médico, cineasta y loco todo el mundo tiene un poco”. Todos tienen su película. Yo tengo clarísimo que el autor va a ser dos grandes orejas. Estoy escuchando mucho. Vamos a llamar a gente que colaboró con la película para hacer funciones especiales. Que sea una película colectiva.

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