Curiosa Naturalia capítulo segundo: edición especulativa es una muestra de Martín Batallés y Erika del Pino que se basa en la colección del Museo de Historia Natural Dr. CA Torres de la Llosa. La exposición se inspiró en los gabinetes de curiosidades o cuartos de maravillas de los siglos XVI, XVII y XVIII. En esas habitaciones o muebles la aristocracia exponía objetos exóticos de distintas partes del mundo.
Los gabinetes coincidieron con la época de grandes descubrimientos geográficos y la exploración de sitios remotos. Así, mientras el hombre buscaba ampliar el conocimiento, estos espacios actuaron como predecesores de la ciencia moderna y de los actuales museos. A partir de una residencia en el museo, donde se dedicaron a investigar y explorar su acervo, los artistas crearon un proyecto con el que buscan indagar en los cruces entre el arte y la ciencia, las taxidermias, los herbarios, las bibliotecas y las “rarezas” en general.
En el piso más alto de la muestra nos encontramos con un jardín artificial donde no vuela ni una mosca. Hongos rojos, marrones y verdosos crecen sobre una base de madera. Plantas, hojas y capullos que se elevan, ramifican y resquebrajan mientras flores celestes y fucsias se derraman hacia los costados. A un par de metros, vemos reptiles que se trepan sobre ramas, y a su alrededor se observan peces que parecen nadar detrás de una vitrina. Enfrente, sobre otra mesa de madera, se acumulan cráneos de animales con enormes cuernos que se extienden a los lados.
Al atravesar la puerta del segundo piso se tiene la impresión de entrar a un zoológico petrificado o una selva aséptica donde todo está catalogado. Entre leopardos y venados disecados, iluminados de forma difusa por tubos de luz fría, decenas de pájaros miran fijo desde las vitrinas.
Sobre el centro del espacio está una de las instalaciones de los artistas: dos cubos de vidrio se elevan uno sobre otro. Encima de la mesa en que se apoyan, un cartel de madera indica: “Disociación de los organismos (tres dramas coreográficos inesperados)”. Dentro de los cubos hay pájaros blancos con alas azules, y huesos como pequeñas ramas. Sobre la tapa se enrosca una enorme serpiente de piel marrón que finaliza en un pico. Por encima, un ave blanca con cabeza de serpiente eleva sus alas.
Estos artistas buscan ubicarse donde el límite entre lo real y lo irreal se hace difuso. Según contaron a la diaria, para crear sus instalaciones tomaron elementos del museo que estaban en desuso, pedazos de animales que se desintegraban, y les volvieron a dar vida. En su residencia pasaron horas leyendo y revolviendo cajas en busca de rarezas. “En las colecciones siempre hay estas piezas que no terminan de encajar del todo en el discurso o en la ficción que se monta en la vitrina”, explicó Batallés.
Reliquias silvestres
La muestra también toma parte de la Biblioteca Central. Todo el sitio parece remitir al espacio donde trabajaría un alquimista, o al hogar de una bruja. Allí, sobre una larga mesa encontramos pájaros de ojos dorados, esqueletos diminutos, libros de tapa labrada, caparazones de tortuga, caracoles de un naranja cremoso, y lo que parecen ser moluscos y fragmentos de coral dentro de un hexágono de vidrio. Se destaca además un murciélago disecado que extiende sus alas sobre una tabla de madera, y los cráneos y vértebras de animales. A su alrededor, sobre los estantes con libros, se estiran lagartos disecados, los pájaros muertos se acumulan detrás de un vidrio, y vemos ilustraciones de plantas y flores junto a modelos anatómicos.
Los autores de la muestra se definen como naturalistas entusiastas. A ambos les fascina la naturaleza, aunque no son estrictamente académicos. Del Pino es diseñadora teatral y creadora escénica egresada de la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático. Batallés tiene un vínculo mayor con la materia, es técnico en Museología por la Facultad de Humanidades, pero también es fotógrafo, diseñador gráfico, dibujante y tiene tres libros de poesía editados.
Ambos se interesaron en la llamada zoología fantástica. Los híbridos, los animales mitológicos que solían aparecer en estos gabinetes de curiosidades a partir de creencias de la época. Pero tampoco dejan de asombrarse por las creaciones de la propia naturaleza, “que son mucho más raras de lo que cualquiera de nosotros podamos crear, y donde cualquier imaginación se queda corta”, expresó Del Pino.
Allí donde comparten terreno la ciencia y el arte circula Curiosa Naturalia. La investigación en que se basó empezó por los libros ilustrados del siglo XIX y principios del XX. Pero el arte no sólo circula en dibujos o grabados, también está en las descripciones de los elementos que se exponen. “Hay un montón de poesía científica en torno al hablar de la naturaleza o de la construcción de lo que llamamos naturaleza en la modernidad”, puntualiza Del Pino.
Mucho de lo expuesto en la muestra recuerda a los paseos didácticos de la edad escolar. Es también en la infancia donde surge esa chispa de la curiosidad que fue un motor fundamental para el proyecto. Del Pino destacó que tienen como referente a Rachel Carson, una bióloga que estuvo activa en los años 50 y tiene un ensayo donde se explaya sobre la importancia de mantener despierto el sentido del asombro en la adultez: “Ella habla de ese asombro, que en inglés es wonder y tiene una doble acepción: sorprenderse y preguntarse a la vez”.
Curiosa Naturalia está hasta mediados de diciembre, de lunes a viernes de 10.00 a 17.00, en el Museo de Historia Natural (Eduardo Acevedo 1427). Entrada gratuita.