En las fotos vemos sus manos embarradas y sus caras de orgullo frente a la comida que prepararon. Observamos como la emplatan cuidadosamente. Los recuerdos de su país de origen están en la ropa que llevan o en los cuadros que decoran su casa. Nos metemos en sus cocinas y hasta algunos se ponen delantal y gorro de chef. Todos son migrantes en Uruguay.
Entre repasadores y manteles violetas, blancos y amarillos, en los platos destaca el verde de la palta o el rojo de los tomates. La muestra Mi Receta Migratoria trae comida originaria de muchos países: tapioca, chifrijo, lomo en naranja país, arroz con camarones, gallo pinto, ceviche, sopa de maní, buñuelos colombianos. Hay ollas que hierven, salsas o condimentos que se entreveran y presenciamos el momento en que el plato se comparte.
También aparecen las mezclas de tradiciones. Simón, de Cuba, prepara sus catalinas con dulce de leche y, en el texto que acompaña sus fotos, se lamenta de que a veces la comunicación con los locales no es del todo fluida: “Me ha tocado gente que muchas veces me dice: ‘No me atiendas tú, que me atienda un uruguayo, porque no te entiendo’”.
La muestra también incluye fragmentos de entrevistas de cada migrante, un dibujo representativo de su país y la descripción de alguna de sus características. "Sacar a la luz qué está pasando en Uruguay con respecto a la migración de América Latina: qué piensan, qué sienten los migrantes. Y mostrar su comida”. Así resume Sinay Medouze, coordinadora, el proyecto que ganó un Montevideo Lab, se convirtió en un libro y ahora llega como muestra a la fotogalería del Prado del Centro de Fotografía de Montevideo (CdF).
En 2014 se publicó una encuesta de la Facultad de Ciencias Sociales, que indicaba que 45% de los uruguayos consideraba que la migración no era positiva para el país. Ese fue el puntapié para Mi Receta Migratoria, proyecto que busca potenciar la gastronomía latinoamericana en el que hoy trabajan ocho mujeres latinoamericanas: Andrea Gómez (CO), Jessenia Pazmiño (EC), Loredana Morando (UY), María Eugenia González (UY), Sinay Medouze (VE), Uxía Rodríguez (UY), Valentina Martínez (UY) y Lucía Ortega (UY).
En los encuentros con los migrantes generaron mucho material visual: 2880 fotos. Para el libro debieron seleccionar y hacer una curaduría. Entonces la fotogalería permitió potenciar el trabajo de todas. “Una vez que hacés un producto editorial queda algo cerrado, la gente que tiene el libro es quien lo puede disfrutar. Quisimos sacarlo del libro y que fuera una experiencia”, dice Sinay.
La migración tiene sus características en América Latina, que la diferencian de la europea o asiática, explica Sinay, venezolana instalada hace ocho años en el país. Y agrega que en Uruguay se resalta mucho la migración europea en la construcción de la nación, mientras se mira con reticencia la vinculada a la afrodescendencia y lo indígena. “Siempre quedamos en ese lugar de vulnerabilidad. Nosotros queríamos sacarle la vulnerabilidad a la migración. Estamos acá como sujetos de derecho y estamos haciendo cosas también”.
La adaptación al país no fue fácil para Sinay. “Cambié mi forma de hablar completamente. Dejé de hablar en venezolano y empecé a hablar cien por ciento en uruguayo. Entendí que era la forma de, por ejemplo, ir a un asado”, dice. Para ella, es algo que se repite bastante en las historias de las personas migrantes que conoció: “Cuesta mucho entrar a la casa de una persona uruguaya, que te inviten a tener un vínculo de amistad”.
La mayoría de los entrevistados para el libro están conformes con el trato que reciben de parte de los uruguayos. Son personas amables, dispuestas a ayudar. “Sin embargo, todo depende del país”, explica Sinay, “Yo tengo un dicho: ‘Dime de qué nacionalidad eres para ver cómo tratarte’”. Y también hay un tema racial. “Por ejemplo, de República Dominicana, una mujer que entrevistamos recibió mucho maltrato, por ser una mujer negra y por su nacionalidad, que está asociada en el inconsciente de Uruguay como que viene a causar problemas”.
Lo mismo con la entrevistada de Haití: “Ha tenido experiencias buenas, pero otras donde la gente la mira de arriba a abajo por ser una mujer negra y cuando dice que es haitiana la asocian a la pobreza y a la vulnerabilidad”. Para Sinay eso no sucede con otras nacionalidades, como la brasileña, cuya cultura es bien recibida en Uruguay.
La mesa está servida
“A la gente le encanta comer. Si tiene comida delante de la mesa, se le olvida de dónde es, cómo es, porque ya quiere probar. Y ahí es donde las diferencias desaparecen”, dice Sinay. Para ella, cuando piensan la historia de origen de sus recetas, todos sienten lo mismo: los lleva a la cocina de su familia o la infancia. “Yo aprendí a cocinar, es verdad, pero también busqué e investigué qué era lo que le ponía la tía a ese plato, cómo era que mi tía hacía esa habichuela tan rica, tan exquisita”, cuenta Aura, de República Dominicana, en el texto que acompaña su foto.
Más que el retrato de un plato o de una persona, la fotógrafa del equipo, Loredana Morando, buscó que las imágenes representaran sus charlas con los migrantes: “Con cada uno de ellos tuvimos una entrevista de dos o tres horas, y esto era como un fotorreportaje de esos encuentros donde contaban su historia”. Según Loredana, intentaron que la producción fuera algo natural y espontáneo. “En ninguna de las entrevistas llevé un buen equipo de flash ni nada”, destaca. El resultado son unas fotos que se alejan de lo gourmet y hunden sus raíces en lo hogareño.
“Me sensibilizó muchísimo más conocerlas. Conocer sus historias. Que no todos los migrantes llegan a Uruguay desesperados buscando trabajo o se vinieron porque allà está todo mal”, contó Loredana. Para ella, mostrarlos en su casa, un espacio tan íntimo, los puso en el mismo diálogo que uno tiene en su día a día: “Es una persona más como nosotros, no es alguien que tiene una carga negativa por determinadas circunstancias”.
El foco de cada imagen “se fue dando”. Así, destacó mucho las manos, caras y gestos. hay incluso alguno de ellos llorando mientras cuenta su historia. “Es cómo humanizar a estos migrantes. Para la gente son venezolanos, cubanos y más. Pero no. Son Eva, Ximena. Tienen su nombre, apellido, historia y sus recetas”.
Mi Receta Migratoria. Hasta el 28 de febrero en la fotogalería Prado del CdF (Senda Clara Silva, cerca del Rosedal). También se puede realizar una visita 3D en la página de la institución.