En 1992, su segundo disco solista, O canto da cidade, la transformó en un fenómeno internacional. Aquí mismo, en Uruguay, no había donde no sonara el optimismo despertador de la melodía del tema que daba nombre al álbum: era la más solicitada del programa Aquí está su disco, de Radio Montecarlo, se colaba en las emergentes emisoras de FM, desde las más vanguardistas hasta las más clásicas, en jingles de campañas que buscaban simpatías de todos los colores.
En 1994, editó Música da rua –el que trae “Alegría ocidental”– y llegó a Uruguay para hacer sus primeros dos shows, uno en Punta del Este y otro en Montevideo.
Su constante inquietud y curiosidad, también musical (egresó como bailarina de la Universidad de Bahía con una tesis sobre Astor Piazzolla), le permitieron experimentar con distintos ritmos y variedades instrumentales en sus siguientes discos. En Carnaval electrónico (2004) probó con el drum and bass que resultaba un furor en Reino Unido; Vinil virtual (2015) tiene mucho funk, folclore gaúcho y hasta arreglos de guitarras al estilo de Steve Vai. En 2021 grabó “Erudito”, un tema inspirado en el “Carnaval de Viena, op 26”, del célebre compositor y pianista alemán Robert Schumann. Entre sus composiciones más nuevas, “A felicidade” surge como la más original y encantadora, de esas que provocan ganas de tomarse un avión directamente hacia Bahía.
En diciembre editó Baiana, un disco que, a priori, no tiene hits redondos, aunque arranca con “Mulheres do mundo”, una canción, que al igual que todas las del álbum, es una mezcla explosiva de catarsis, festejo y declaración de principios e identidad. Fue compuesta a las puertas de un nuevo amanecer de Brasil, tras el triunfo como presidente de Luiz Inácio Lula da Silva y la partida de Jair Bolsonaro: “Él no, él no sabe. Las mujeres proclamaron la independencia de Brasil”, canta, “las artistas, juristas, periodistas, estudiantes, indígenas, budistas”, y en la arenga final, luego de una recorrida por la geografía y la heterogénea cultura brasileña, sentencia “cuando la democracia aquí brota”, como una certeza reencontrada.
Con ese disco, Daniela Mercury llega a Montevideo como una de las figuras estelares del festival Acá Estamos, donde la sintonía por las causas en las que milita es total. Su activismo tiene diferentes vertientes, como las políticas destinadas a las infancias (es embajadora de Unicef desde 1995) y la defensa de los derechos humanos y de las minorías discriminadas por su preferencia y/o identidad sexual. En 2013, a través de su cuenta de Instagram, declaró públicamente su amor por la periodista Malu Verçosa, su actual compañera, con quien adoptó cuatro hijas. En 2015, en su rol de embajadora de Unicef, en una comparecencia ante representantes de las Naciones Unidas, declaró: “Dios no es homófobo. Me hizo tal como soy y me siento privilegiada por todo lo que soy, y ser homosexual no me hace peor persona, sino más interesante”.
Con ella hablamos horas antes de su presentación en la rambla de Punta Carretas.
¿Cómo es que miles y miles bailen con tu música, como en el Carnaval de Bahía? ¿Cómo se siente en el cuerpo?
La siento como una potencia, una energía, un movimiento de la tierra. Es maravilloso estar abrazada por la multitud. El trío eléctrico está dentro del público, entonces puedo sentir de cerca la alegría de las personas. Es parte del motor que me mueve. Una sensación extraordinaria.
¿De dónde surge tu activismo político?
Desde niña fui muy consciente del país y del mundo en que vivo. Esa consciencia me la dieron mis padres. Mi madre era asistente social y mi padre era una persona muy altruista. En casa siempre tuvimos una noción clara de la vida política del país, de la desigualdad, y desde niña hice acciones sociales. Por eso el activismo político está metido en mi arte. Es parte de mi coherencia. No podría tener una profesión sin un activismo asociado, porque mi arte habla de mi gente, de una alegría posible, buscada, reconstruida. Cuando hay tanta desigualdad, mucha gente no tiene una vida digna, entonces hay que devolvérsela. En ese sentido, creo que el arte es una potencia, porque toca consciencias, es una forma de comunicación directa con las emociones. Entonces, es un camino fantástico para hablar de las cuestiones sociales, contra la discriminación, para luchar por la igualdad. Toda mi obra, mi testimonio ciudadano y artístico, tiene ese sentido de aproximarnos, de romper fronteras entre las personas y tratar de mirarnos con más amor, más respeto y tratar de disminuir la injusticia, no sólo en mi país, sino en la región y el mundo. Mi trabajo de activismo no se reduce a Brasil, aunque fue en mi ciudad donde aprendí a mirar la desigualdad que hay en el mundo y los problemas a enfrentar.
¿Cómo definirías este momento de tu vida?
Estoy muy inquieta. Tengo mucha energía, sigo estando llena de sueños y quiero encaminar proyectos nuevos, hacer lo que no hice todavía. Estoy componiendo mucho ahora, y eso me da mucha felicidad. Siempre fui compositora, pero no le estaba dedicando tanto tiempo. También me estoy dedicando a la familia, a mis hijos y a mis padres, que tienen 95 y 85 años. Tengo el deseo de conciliar el trabajo con la convivencia con las personas que quiero, de disfrutar con ellas. Pero también tengo la certeza de que es necesario dedicarle un buen tiempo al activismo político y social, porque estamos en un Brasil donde muchas personas no quieren igualdad ni justicia social, así que preciso apoyar al gobierno de Lula y a todos los políticos que luchan contra la desigualdad. Hace falta un activismo constante.
Has dicho que la cultura tiene que ocupar un lugar central en la política de un país. ¿Cómo es ese camino en Brasil?
En verdad la cultura es todo lo que producimos como pueblo, así que cuando no valoramos la cultura no nos valoramos a nosotros mismos. Es un proceso conjunto de valorización de las personas, de lo que ellas producen. Específicamente creo que cuando reforzamos la cultura, se invierte en felicidad, placer, salud mental, en autoestima del pueblo. La cultura es un alimento esencial, igual que el agua y la comida. Es preciso alimentarse de sueños, de futuros, de positividad. Es necesario descansar, tener contacto con el placer, con la alegría. Si no, nos volvemos amargos, inhumanos, egoístas, tristes. La cultura es el contacto con nosotros mismos y con otros pueblos del mundo. Por eso es muy importante que se valore, para que el ser humano se valorice en nuestros países. Y tenemos que hacer entender que todos dependemos de todos, que no vivimos solos. La cultura ayuda a entender qué somos como humanidad, filosóficamente, antropológicamente. Es nuestra esencia y no podemos perderla de vista. Además, la industria creativa genera más empleo que otras, contamina menos, genera más calidad de vida... La comunicación audiovisual siempre fue de extrema importancia a lo largo de la historia y hoy nos permite estar en contacto con la producción de otros países, y que otros entiendan nuestra visión. Es la forma de construir un mundo más rico. Somos seres de conocimiento y no podemos quedar sujetos a la visión del mundo de otros. Por eso es importante producir cultura, para ocupar nuestro lugar en el mundo, porque quien consigue exportar su cultura, también consigue exportar su manera de pensar.
¿Qué te inspiró a escribir "Mulheres do mundo”?
Esa canción comenzó intentando hacer algo para reforzar la importancia de las mujeres, que sufrieron mucha violencia, que sufrimos discriminación, misoginia, machismo. Siempre es importante apoyarnos. Quería escribir una canción sobre las mujeres, pero es difícil escribir sobre la mitad de la humanidad: somos tan diversas. Tuve que buscar puntos en común y encontré una manera interesante de hablar de las mujeres: por el lado político, por la contribución a la democracia, en ese momento que vivimos en Brasil de autoritarismo más egoísmo, con esa visión antidemocrática y una élite que se quería apropiar aún más del país sin pensar en las grandes mayorías. Me puse a pensar en cómo las mujeres lideraron movimientos contra el fascismo, como el Ele Não, contra la candidatura de Bolsonaro, que fue el comienzo de la lucha continua contra el fascismo durante cuatro años. Las mujeres fueron determinantes en ese sentido. Y quería colocarlas como protagonistas de la lucha contra el autoritarismo. También hablo de los estados del nordeste y de algunos asuntos que ocurrieron en ese proceso: las juristas, artistas, periodistas, estudiantes indígenas pidiendo justicia y manifestando para defender el estado de derecho en las arcadas de la Facultad de Derecho de la Universidad de San Pablo, y también hago referencia al acto que tuvo lugar en la Catedral de San Pablo años atrás, durante la dictadura. Yo participé entonces para denunciar la violencia. En "Mulheres do Mundo" hablo también de las mujeres que vienen del campo y reivindican sus derechos. Fue esa reunión de elementos en una canción que yo quería que abriera el álbum, porque es el tema central: las mujeres y la democracia.
¿Conocés el candombe uruguayo?
Sí, pero quiero conocer más. Veo que está creciendo y que hay grandes movidas durante el carnaval. Me da curiosidad entender las similitudes y diferencias con el candomblé de Bahía. Son batidas distintas, lo sé. Me da felicidad ver que la población celebre sus raíces afro, es muy importante porque es muy rico. El candomblé de aquí lo veo en la obra de Ruben Rada y de otros artistas y me encanta. Tal vez venga en febrero para ver un desfile de Llamadas para ver de cerca y entender mejor los ritmos de aquí. Es patrimonio inmaterial de la humanidad. Eso es muy importante para un pueblo, tener esa relación con los tambores, con los orígenes, con su historia, con la lucha contra el racismo estructural, contra todo tipo de discriminación. Todas esas rítmicas ricas que nacieron junto con el sufrimiento, como ocurre en Brasil y en otras partes. Los tambores siempre traen memorias de lo que no se puede repetir, la memoria del dolor y también de la lucha contra todo tipo de esclavitud.
Para vos Salvador de Bahía es "un país aparte". ¿Cuáles son las cosas más lindas?
Sin dudas, lo más precioso es la cultura, expresión de nuestro pueblo. También del sufrimiento, de las luchas. Salvador es una ciudad importante: fue la primera capital cuando llegaron los portugueses y fue la ciudad en la que se declaró la independencia de Brasil. Ahora, justamente, se va a conmemorar el bicentenario, con grandes heroínas, incluidas algunas que yo cito en "Mulheres do Mundo": María Quitéria, Joana Angélica, María Felipa. Mujeres muy fuertes, como la princesa Leopoldina, que lucharon mucho contra los colonizadores. Entonces, Salvador es una ciudad que tiene mayoría de personas afrobrasileñas y tenemos una cultura diversa. Es una ciudad que al ser un puerto absorbe la influencia de la música pop del mundo entero. Es la tierra de Joao Gilberto, de la bossanova, de Caetano, de los Novos Baianos. Haciendo un paralelismo con Uruguay, me encantan especialmente las entidades carnavalescas, los blocos de afro, las percusiones, los sambas. Ha sido determinante para la cultura popular brasileña, y a la vez es muy antropofágica: como dice Oswald de Andrade, nuestra cultura engulle la cultura del mundo entero y la hace suya. Salvador absorbe todas las influencias pero no pierde sus ritmos esenciales.
Acá Estamos, con Daniela Mercury, Lali Esposito, Laura Canoura, Vanesa Britos, Agustina Padilla, Catherine Vergnes, Sofía Álvez, Agustina Morales y Soledad Ramírez. Este domingo desde las 15.00 en Rambla Presidente Wilson, Punta Carretas. Entradas a $ 400 en venta en Tickantel.