En el verano de 1994, luego del éxito de su disco Fiesta monstruo, un ejecutivo de un sello discográfico le sugirió a la banda que los temas de su próxima placa deberían ser todos tan festivos y exaltados como su versión de “Siga al baile”. Gastón Bernardou, más conocido como el Francés, percusionista y arengador oficial de Los Auténticos Decadentes, recuerda con humor el episodio y lo coloca como uno más de los malentendidos entre la industria musical y la banda.
“Hace poco le pedí a Chat GPT que escribiera un tema al estilo de Los Decadentes, y salió algo bastante parecido a lo que supongo que imaginaba este tipo”, dice por teléfono desde su casa en Ezeiza, recostado en una silla plegable en un patio lleno de árboles y pájaros de siesta.
En 1986, el Francés, Gustavo Daniel Cucho Parisi y Gustavo Eduardo Nitto Montecchia fundaron la banda con una base de ska e inquietudes musicales de lo más inverosímiles. Solían vestirse desprolijos y con ropa de otras épocas, pero tenían canciones muy pegadizas. No una o dos para salir del paso, sino diez o veinte para elegir las mejores del montón.
En 2017 Los Auténticos Decadentes hicieron un festejo por sus 30 años en México y el Francés lo guardó entre sus mejores recuerdos. En el comienzo del show, los vientos y la batería interpretan un concentrado de los hits del grupo, tal como solía hacer James Brown, antes de salir a escena. En este caso no hay una superestrella: los cinco, seis, siete compositores aparecen en escena como figuras de Titanes del ring, con los brazos en alto en señal de un triunfo compartido con sus devotos.
Este domingo, antes de iniciar una gira por Estados Unidos, Los Decadentes van a cerrar el festival musical Canelones Suena Bien, organizado por la comuna canaria. “No se puede explicar mucho el efecto que provoca la banda”, reflexiona el músico en su charla con la diaria. “Cada vez que tocamos una canción es como volver a empezar. Sigue la joda y el festejo que se armó la primera vez que nos presentamos en vivo. Eso se mantiene intacto”, reconoce y avisa.
¿Es cierto que cuando arrancaste con la banda trabajabas en la célebre revista Humor?
Era una especie de chepibe. La pasé muy bien en esa época con tipos macanudos en la redacción, como Alejandro Dolina. Cuando dije que no iba más porque tenía que grabar el primer disco de la banda [El milagro argentino], no querían. Me decían: “Tomate las semanas que te damos licencia”, y yo pensaba: “No trabajo más. Grabamos el disco y nos hacemos famosos”. Después eso no pasó tan rápido.
¿Cómo caíste ahí?
Una vez escribí una carta para la sección Correo de Lectores por una polémica que se había armado entre grupos de rock y los boliches para tocar. Había lugares que te hacían vender determinada cantidad de entradas previas y ahí recién te dejaban tocar. Nosotros estábamos en contra de eso. Así fue que llevé la carta personalmente, me recibió Gloria Guerrero y me dijo que estaban buscando un cadete. Terminé siendo algo así como un asistente personal de Gloria. Era un trabajo divino, que coincidía con la vuelta a la democracia y un ambiente muy fermental en la cultura. Yo me escapaba mucho al segundo piso, donde estaban los dibujantes.
Cuando arrancaron a tocar con la banda, ¿qué equipos tenían?
Era todo muy precario. En ese momento no había muchas opciones para comprar instrumentos. Podías acceder, sobre todo, a instrumentos nacionales que estaban bien, con sus limitaciones. Era muy común que las bandas se prestaran lo que cada una tenía. Cuando nos salía un show pasábamos por la casa de los chicos de La Renga, que eran amigos, y nos prestaban guitarras, y cuando tocaban ellos pasaba al revés. Llegamos a tocar con una guitarra trucha y no teníamos ni afinador. Lo nuestro era más ganas que otra cosa. De a poquito fuimos mejorando. Yo usaba unas tumbadoras marca Colombo, eran las que había. Después me compré unas Sánchez Retta que eran de un luthier que las hacía de fibra de vidrio. No fue nada fácil. Para comprar instrumentos había que trabajar mucho.
Sobre todo porque siempre fueron una banda ambiciosa en la búsqueda de su sonido.
Más que en el sonido, te diría que en la cantidad de instrumentos. Pero sí, siempre quisimos sonar bien, y lo logramos con mucho tiempo. Todavía seguimos mejorando. Arrancamos como una banda de amigos en la que había algunos músicos y otros más atorrantes (yo estoy en ese último grupo, te aviso). Con el tiempo la cosa se fue equiparando. La banda siempre fue actitud y buenas canciones. Podían estar mal tocadas, pero sabíamos que funcionaban. “Loco (tu forma de ser)” la hicimos en el primer show”, por ejemplo. Y además éramos originales, teníamos un estilo propio que rescataba cierta mística del barrio y mezclaba diferentes ritmos argentinos.
Decías que el éxito demoró más de lo que pensabas.
Sí. Habían salido Los Fabulosos Cadillacs, y al año la pegaron. Con Los Pericos pasó igual. Yo fui al primer show y a los tres meses eran famosos. Entonces, pensaba: “Ahora venimos nosotros”. No pasó. Pasaron varios años hasta que pudimos vivir de la música. Tampoco es que queríamos una gran fama; buscábamos pegarla y tocar en los boliches de Argentina. El primer disco lo grabamos a fines de 1988 y pegó en el 92. Al principio fuimos un grupo que pasaban los deejays como algo raro. Nunca fuimos un grupo muy apoyado por las compañías discográficas. Siempre tuvimos que meterle de forma independiente.
Luego de un buen tiempo, comenzaron a ser reconocidos por la prensa y por sus colegas como una banda de buenos músicos y compositores.
Eso debe de haber sido en el 98 con el disco Cualquiera puede cantar. Ya teníamos varios discos arriba y sonábamos bien. Antes nos veían como una banda pasatista, medio boluda, y nosotros también nos veíamos así. Ya habíamos sacado más de una decena de canciones que la habían pegado, pero cuando grabamos “Siga el baile” con Alberto Castillo, muchos grandes de la música de ese momento nos empezaron a reconocer. Creo que en eso también influyó el hecho de que siempre fuimos los mismos, mientras que otras bandas se separaban. Lo nuestro era, y sigue siendo, bastante simple. Buscamos algo costumbrista, alegre y con algo histórico para que la gente se ponga a bailar y además se sienta representada. Siempre fuimos muy antiguos en nuestros gustos. Mientras sonaba Soda Stereo, nosotros escuchábamos cumbia colombiana, Katunga y Radio Colonia.
Repasando la discografía del grupo me di cuenta de que si no hubieran compuesto más canciones después del año 2000, de todas formas tendrían un excelente y abundante repertorio para seguir tocando por el resto de sus carreras. ¿Cómo lo lograron?
Eso tiene que ver con la cantidad de compositores que tiene la banda. [Jorge] Serrano es como el [Lionel] Messi de la composición. Después viene Diego [Demarco], que hace temas buenísimos: Pablo [Armesto], el bajista, también; lo mismo pasa con Mosca [Lorenzo], uno de los productores y también percusionista. Cucho tal vez compone más esporádicamente, pero saca excelentes temas, y el resto de la banda también. Y escuchamos todo. Para cada disco sabemos que podemos contar con 100 canciones de base. Con todas las que se volvieron hits, ni bien las trajeron, yo me volví loco desde la primera vez que las escuché. Me acuerdo perfecto cuando apareció “Cómo me voy a olvidar”; lo festejamos como un gol. No podíamos creer lo buena que estaba la canción.
Por otra parte, para que pase eso también tiene que haber ganas, hambre, orgullo; algo te tiene que mover para lograr una buena canción. Nuestros mejores discos los hicimos cuando no teníamos un mango y estábamos hasta las bolas. Tocábamos, pero nos costaba pila. Eso es algo que tratamos de no perder de vista cuando nos va mejor.
Tengo la teoría de que la canción “El murguero” tiene que haber impulsado en gran forma el crecimiento de la murga argentina.
Totalmente. Me consta que en Uruguay el carnaval es una fiesta todos los años desde hace mucho tiempo, pero acá en Argentina fue diferente. Tuvo un momento muy fuerte durante los 40 y los 50, y después la dictadura prohibió los corsos y de alguna manera mató esa cultura. En los 80, con la democracia, volvieron los corsos y de a poco, muy lentamente, algo de aquello de principios de siglo se volvía a ver. Y es tal cual, esa canción ayudó mucho al resurgimiento del carnaval; claro, lo hicimos al estilo de la murga porteña, con bombo y el sonido de cancha, pero enseguida la canción se ganó un lugar en todos los carnavales del país y ahora lo ponen en los colegios para que los chicos hagan una murga. No fue algo que buscamos premeditadamente, pero así pasó.
Se podría decir que el espíritu de Los Decadentes los lleva a ir al rescate de las fiestas perdidas.
Sí, también la fiesta del cuarteto, de la cumbia. Como te decía, siempre fuimos muy tradicionalistas. Las películas de Alberto Castillo las vimos todas. Escuchábamos los ritmos, veíamos al chabón y la onda que tenía, su bohemia, la barra de la esquina, y queríamos representar eso con nuestra música para que no se perdiera.
Son un grupo con muchas giras encima. ¿Cómo se mantiene el físico?
Cada uno hace lo que puede. Yo hago gimnasia, pilates, aerobox, para que después en los shows pueda rendir. En ese sentido, siempre tuvimos como ejemplo a Mick Jagger y a los Rolling Stones. Obviamente, somos Los Decadentes, no somos súper estrictos.
Somos un grupo muy familiero, salimos de gira pero no todo el tiempo. Elegimos bien lo que vamos a hacer y buscamos que haya buenos momentos de descanso. Y también hacemos otras cosas, como el programa de radio que tenemos con Cucho [Enciendan los parlantes, en Nacional Rock].
Hoy la escena musical latina, con el revival de la cumbia, por ejemplo, se parece mucho más a la música de Los Decadentes que cuando ustedes empezaron. ¿Eso los favorece en algún sentido?
Sí, obviamente. A pesar de que siempre nos sentimos como aparte de todo, nos encanta que en este momento haya más gente que disfrute sin prejuicios de la música festiva, para la joda, y que reconozca el valor de cumbias muy antiguas.
Muchos de los ritmos que se hacen ahora nosotros, en vez de hacerlos con máquinas, los hacíamos con la batería. Cuando empezamos, toda la música se sostenía sobre el redoblante, y después sobre el bombo y con un tumbado. El compás pelado lo hacía Castillo tocando con sus manos arriba de una mesa; él decía que eso era “milonga-candombe”, y eso mismo es el reggaetón y todo lo que vino después. Pasa que como nuestro estilo es tan electroacústico, somos como una especie de pieza clásica. No pertenecíamos al mundo cuando estábamos en nuestro mejor momento, y ahora mucho menos. Siempre estamos volando en nuestra nube decadente.
Los Auténticos Decadentes cierran el festival Canelones Suena Bien este domingo 2 de abril en Parque del Plata, Canelones (en el arroyo Solís). Desde las 19.00 también actuarán Kumbiaracha, Rossana Taddei, Ruperto Rocanrol, Los Muñecos de Algas, Candombe Tribal, Cuatro Cuervos y Gerardo Nieto. El sábado actúan Ruben Rada, La Triple Nelson, Camila Sapin, El recreo, Fausto, Salamandra y DJ Nata. Entrada gratuita.