Pipo Túnel, Betty Dos Dientes, Chico Trueno, Marisa Bombastic, Costillita D'angelo, Juanpi Binomio y Claudia Buscapleitos: son amigos, o cómplices, salidos de una lluvia de ideas en la que participan a diario el equipo creativo y la numerosa audiencia de Soñé que volaba, el programa insignia de Olga, el canal argentino de streaming que también es un estudio de tevé, una radio y muchas otras cosas.
“¿Existen?”, pregunta Susana Giménez, encantada de sumarse a la broma, sobre los personajes impresos en una hoja de papel que acaba de leer al aire. A su lado, Migue Granados explota de la risa, como cada vez que alguno de sus ingeniosos caprichos se vuelve realidad; por caso, que una de las grandes divas del espectáculo porteño baje al llano del humor pícaro, delirante, y libre de intelectualismos, para que tiempos y espacios se confundan, tal como sucede en una borrachera o en un sueño.
Con el mismo fin, el actor y conductor rosarino metió al estudio una moto de gran cilindrada sólo para escuchar el sonido de su encendido, y otro día subió la bicicleta de un espectador sobre la mesa que sostiene los micrófonos.
El antecedente inmediato de Soñé que volaba fue un proyecto que nació como programa de radio en 2017 (por FM Blue) y luego mutó a show de streaming en Vorterix. El hijo de Pablo Granados ya había demostrado lo que podía hacer como comediante y guionista, tanto en tevé (Peligro, sin codificar) como en radio (Black and Toc, junto a Elizabeth Vernaci y Humberto Tortonese), cuando se encontró con Martín Garabal (Famoso, División Palermo) y le propuso sumarse a su propio show: Últimos cartuchos.
La química entre ambos, que no podrían ser más diferentes, funcionó de maravillas. De inmediato, se hicieron de una buena cantidad de adeptos, pero fue en Vorterix, ahora con imagen incluida, que el programa explotó, siendo a la vez un fenómeno muy popular y también de culto, como le pasó a Lalo Mir con su Radio Bangkok en los 80, o a Norberto Ruso Verea y su Heavy Rock and Pop en los 90.
El final de Últimos cartuchos se emitió el 27 de noviembre de 2020. Durante la pandemia el grupo de conductores y productores del programa comenzó a transmitir desde sus casas, vía Zoom, mientras el número de visualizaciones en Youtube seguía creciendo semana a semana, tanto el de sus transmisiones en vivo como el de los videos que subían a las redes sociales. En algún momento del año, la química entre los cómicos provocó algún chispazo que acabó con el programa, pero el particular humor del dúo dejó un potente residuo en la cultura juvenil –y no tanto– rioplatense, y lo mismo pasó con esta nueva modalidad de comunicación, que hizo florecer cámaras en las radios tradicionales y nuevos canales de streaming, como Luzu TV –el más efectivo de todos, con tantos seguidores argentinos como uruguayos–.
La esquina del movimiento
Durante 2021 y 2022, Migue se dedicó a continuar con otros proyectos como el podcast La Cruda, el programa de tevé ESPN Playroom y la serie Una casa. A comienzos de 2023, anunció que volvía a la radio (o al streaming). En junio salió al aire el primer episodio de Soñé que volaba, y con poco menos de dos meses de vida conecta con 30.000 espectadores online todos los días y ya luce como una realidad aumentada de los planes más salvajes de su conductor.
Si Luzu TV, con planos muy cortos, cámaras baratas y una escenografía de cartón para manualidades sobre las paredes de un monoambiente se impuso como la última moda a imitar, instalemos un estudio de grandes dimensiones, con una mesa de ping pong y una banda musical en una esquina transitada del barrio Palermo para que los transeúntes pasen y vean: así, aunque jamás lo dijo con estas palabras, piensa el personaje detrás del actor Migue Granados. Es el mismo que hizo construir una letra o (de Olga) con la tipografía de las fraternidades universitarias estadounidenses como logo del canal y concretó, con esa marca foránea y a priori poco simpática, un medio a contracorriente de todo lo que se supone que se debe hacer en este momento en un país en plena crisis económica.
Para suplir a Garabal, Migue llamó a Sofi Morandi (Porno y helado), una actriz tan rápida y ocurrente como él, a Julián Lucero (Cualca), otro actor que parecía aportar un color distinto e interesante a las dinámicas de diálogo absurdo, pero dejó el programa de forma temprana apesadumbrado por el peso de muchos compromisos laborales, y a Lucas Fridman, su amigo y eterno productor. También unió fuerzas con dos exproductores de Luzu.
El Orange bear, como le dicen sus más allegados, es una máquina de fabricar complicidad. En su mundo todos pueden participar. Incluso si se trata de un sujeto en extremo egoísta, exagerado, grosero e increíblemente insensible. ¿Su fórmula? Podría resumirse como un talento o una especial capacidad para saltar por encima de las vallas de la censura y la corrección política, sin ofender a nadie, ofendiendo a todos, al mismo tiempo.
La originalidad y la efectividad de su humor se expresan en salidas repentinas, gritos guturales, respuestas rápidas, palabras inventadas y, sobre todo, en su mimetismo con los comunes personajes de la vida cotidiana de Buenos Aires. Al desborde lo nivela con sus otras facetas. Como cantante y pianista, se suma a las canciones de los artistas invitados y, como aficionado a la ciencia, especialmente a la medicina, habilita un espacio de columnas en el que participan expertos de los más variados saberes, para explayarse en clave didáctica, igual que lo hacen en La Cruda.
Migue también quiere llenar el estadio del club de fútbol River Plate con los seguidores del programa y su ocurrencia ya es noticia. Dice que todavía es un chiste, pero ni bien lo compartió al aire, más de un par de músicos de renombre lo llamó para sumarse, y la idea siguió creciendo con más motos –ahora dentro de un globo de la muerte–, pulseras para los concurrentes como las que usó la banda Coldplay y un homenaje a la película El rey león.
Soñé que volaba, de lunes a viernes de 10.00 a 13.00, en Youtube y Twitch. También tiene una versión en Spotify.