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La comediante argentina Charo López trae su unipersonal Mi amor a Montevideo

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“Estamos viviendo un proceso de deshumanización muy grande”, dice la actriz, improvisadora y columnista, que se presenta el viernes en La Trastienda.

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Entró en el mundo de la improvisación luego de la crisis de 2001, en sus veinte y sin saber bien qué hacer con su vida. Estudió con Fabio Mosquito Sancinetto y rápidamente la improvisación se volvió su vida. En 2012 ganó popularidad con Cualca, una serie de sketches que inicialmente se emitieron en el programa televisivo Duro de domar y luego alcanzaron gran éxito en Youtube. Allí compartió elenco con Malena Pichot, Julián Doregger, Julián Kartún y Julián Lucero. El humor disruptivo, transgresor y pionero que construyeron quizás estaba adelantado a su tiempo, pero ha envejecido muy bien.

Desde entonces, López ha construido una carrera prolífica. Entre 2015 y 2019 estuvo en Persona, un exitoso show de stand-up en el que compartió escenario con Pichot, Vanesa Strauch y Ana Carolina. En 2021, junto a Alexis Moyano, Martín Garabal y Adrián Lakerman, hicieron durante un año Un mundo maravilloso, un podcast de humor diario que encapsulaba en episodios de diez minutos debates, humor improvisado, ficción y personajes. Un contenido tan absurdo como fascinante y fresco.

En la pantalla grande participó en Hoy se arregla el mundo (2022), una película de Ariel Winograd protagonizada por Leonardo Sbaraglia, y este año en Jaque mate, la última película de Adrián Suar. También se la puede ver en la serie de Netflix División Palermo, reciente ganadora del Emmy Internacional a Mejor Comedia, en la que interpreta a la policía Paloma Gutiérrez; el papel le valió el Premio Cóndor de Plata como mejor actriz de reparto en comedia.

La etiqueta de comediante es la que le queda más cómoda, dice a la diaria. “Después trato de hacer las diferentes ramas de la actuación a las que me asomo, pero me cuesta mucho no hacer comedia”, afirma antes de su show de este 20 de diciembre en La Trastienda. La artista llega a Montevideo con Mi amor, un unipersonal “difícil de explicar”, en el que explora las relaciones, la identidad y el amor en “todas sus formas”, con el humor absurdo, fantasioso, inesperado e inherentemente político del que es dueña.

¿Cómo te llevás con estar sola en el escenario? ¿Lo disfrutás más que estar acompañada o es distinto?

Me gusta mucho hacer shows con otras personas, lo disfruto mucho porque me gustan las diferentes químicas que se dan, eso me encanta. Pero esta experiencia, si bien estoy sola arriba del escenario, tiene mucho que ver con el público también. Hablo un montón con la gente y los tres personajes que atraviesan la escena están basados en experiencias de las personas, del público, así que tampoco estoy tan sola.

Estás jugando con otras cosas...

Exactamente. No es que tengo un material cerrado que voy y lo presento, sino que el show se va haciendo con las experiencias de las personas que vamos charlando y de ahí se va construyendo.

¿En qué ahondás en Mi amor?

Trata justamente del amor, y del amor en todas sus formas. Desde el amor a la patria, al otre, el amor a la familia, la pasión al trabajo, a la profesión, al oficio, a los hijos, el amor a una misma, los corazones rotos, y el romanticismo. O sea, me interesa el amor porque es algo que abarca formas muy distintas y nos atraviesa a todos desde los mismos lugares. Eso es maravilloso, ir haciendo funciones y dándome cuenta de que todas las personas sufrimos más o menos por lo mismo y disfrutamos más o menos por lo mismo. Un poco trata de eso, de encontrar las coincidencias en las emociones.

Es un poco como una oposición, una respuesta a un clima de época que tal vez nos lleva por otras partes, en particular en Argentina, a exaltar otros valores y sentimientos. ¿Sentís que surgió de esa realidad?

Absolutamente. Ahora nosotros estamos culturalmente viviendo un proceso de deshumanización muy grande y realmente de eso se trata, de escuchar y de armar en comunidad, de no estar solo en el sentir ni en el pensar. Tenemos nosotros ahora un vocero presidencial que da las peores noticias y con un tono muy irónico siempre termina sus frases con un muy seco “fin”. Vamos escuchando todo el tiempo malas noticias con un punto muy frío, muy frívolo también, muy prepotente, entonces yo siento que ningún “fin”. “Fin” de nada: todavía nos queda un montón para charlar, para sentir y para salir adelante, y por lo menos a mí eso me hace sentir bien. Cuando la función fluye y de repente hay 300 personas empatizando con una situación que cuenta una persona que tiene ganas de contar alguna experiencia, eso por lo menos a mí me reconforta mucho, me hace feliz.

¿Para vos no hay lugar para el humor que busque solamente hacer reír sin ser político o sin cuestionar?

No, yo creo que es imposible escapar a la política. Te posiciones donde te posiciones, estás haciendo política. Hablar de política es por ahí más obvio, pero no hablar de política también es una posición muy clara de dónde te estás parando para comunicarte. A mí me gusta, es algo que me apasiona y me cuesta mucho mirar para otro lado también.

Yo no creo que pueda cambiar mucho la realidad de las personas, creo que no tengo esas herramientas, eso se lo dejo a los políticos que tienen la capacidad de cambiar algo. Sí siento que puedo aportar al menos un espacio un poco más humanizado y de ideas que se van formando desde la sociedad, desde esos que casualmente esa noche nos juntamos todos en un espacio.

¿Cómo fue el proceso hasta Mi amor? ¿Le venís dando vuelta hace mucho tiempo?

El esqueleto del show es un formato de improvisación que tiene como 20 años. Es un tipo de relato que se usa mucho para entrenar improvisación, que es como ir de lo más grande a lo más pequeño. Y no sé por qué, pero tomé la decisión de que el tema sea el amor desde ahí. A la hora de escribir siento que lo más honesto que puedo hacer siempre es hablar de mi propia experiencia y después tratar de empatizar con las personas en cómo veo estos temas. Así que Mi amor lo empecé a hacer de una manera bastante tímida, con funciones más chicas. Por lo general, los procesos creativos para mí siempre se cierran con el público en vivo en el teatro. Entonces también como que empecé a tantear el formato de a poco y, una vez que ya sentí que estaba determinado, convoqué a más personas.

Estaba Manu Calmet –trabajo con él hace ya diez años–, que se encarga de la música, de todo lo que es audiovisual y también del contenido y de la curaduría. Después agregué más cosas, armé un equipo más grande. Está Margarita Molfino, que me ayudó con las coreografías, con cómo poner el cuerpo arriba del escenario. Eso el stand-up me lo tenía un poco corrido, pero yo soy muy inquieta, entonces me ayudó a encauzar el cuerpo, las formas y todo eso, que era algo que por ahí a mí se me iba de largo. Y a encontrar el disfrute en que haya humor no sólo desde la palabra, sino desde el cuerpo, y apoderarse de la escena desde el cuerpo.

Después se sumó también Andy Ruiz, que es la persona que armó la puesta en escena, que también fue un proceso de charla, de encuentro, de coincidencias, de ver cómo hacer para armar un show que sea visualmente potente y que tenga juego. Es una escenografía muy volátil, entonces también hubo ahí ese encuentro y, una vez que teníamos más o menos todo cocinado, se sumó una iluminadora. A este show le pude dar su tiempo de cocción para que tenga trucos que quizás no se entienden desde lo consciente, pero hay un montón de significados desde la puesta de luces también.

Fue un proceso largo y lindo y es un proceso que no terminó todavía y que se sigue armando. Por ahí hay algunas cosas, algunos temas de otros monólogos que hice en otro momento, que los rescato y los traigo de otra manera para repensarlos también. Tiene un poco de todo eso.

Hay una apuesta fuerte a lo audiovisual...

Sí, yo tenía muchas ganas de rescatar eso también, las posibilidades que tiene el teatro de crear fantasía desde la música, la apuesta. Eso es otra cosa también con las que el stand-up a veces te lleva puesto, como que lo que más importa es la palabra y la idea, entonces tenía ganas un poco de correrme de esa formalidad del monólogo y de que haya un poco más de fantasía.

La fantasía y esta búsqueda de lo absurdo siempre es un elemento en común de tu humor y de tus trabajos, ¿no?

Sí, esta vez está todo más absurdo y nunca se sabe para dónde está yendo el show. Eso me gusta también: es un show difícil de explicar de qué se trata y mi deseo más grande es que la gente no entienda mucho qué es lo que está pasando, pero que se vaya con una sensación en el cuerpo distinta.

¿Cómo vivís la interacción con el público fuera de Argentina?

Me siento como que un poquito tengo que pedir permiso, que acá [en Argentina] no me pasa tanto.

¿En qué sentido?

Como que vos te estás metiendo... Por más que estamos cerca y todo, siempre uno es un extranjero y creo que hay que tener otros recaudos a la hora de opinar. También si vos vas a opinar de la cultura y la idiosincrasia de otro país, te tenés que bancar que te pongan un freno. Y bueno, sí, a mí me gusta tomar ese riesgo también, pero siento que voy un poquito más a hurtadillas que cuando estoy haciendo algún show en Argentina. Y también hay algunas adaptaciones: ahora yo siento que estoy yendo a otros países contando la experiencia en tiempo real de estar viviendo en el primer país oficialmente anarcocapitalista. Entonces también me siento un poco como juglar de eso.

En Gelatina

López empezó a hacer radio –y stream– en 2022 junto a Noelia Custodio en Qué olor, un programa que se transmitía por El Destape Radio y por Youtube. Como ninguna otra cosa que existiera en la radio –o en el stream–, López y Custodio condujeron hasta diciembre de 2023 dos horas semanales de un programa delirante e inesperado y construyeron un público fiel que compartía chistes internos difíciles de comprender para el que se enganchaba por primera vez a verlas.

Hoy en día participa en Industria nacional, el programa central del canal Gelatina, que conducen Pedro Rosemblat, Marcos Aramburu, Lía Copello y Matías Mowszet. Es una de las columnistas recurrentes y cada miércoles presenta su sección “Discoteca clausurada”, en la que explora la historia y las canciones de discos raros, normalmente olvidados por el público.

¿Cómo te sentís llevando tu comedia a formatos como el stream, en los que el vínculo con el público es totalmente distinto? Por ejemplo, te he escuchado mencionar el peligro de los fragmentos descontextualizados que pueden circular en las redes.

Hacer streaming me llevó un proceso de entendimiento del nuevo formato, de tener todo el tiempo personas opinando en tiempo real de lo que estás diciendo o de cómo te ves. Yo nunca trabajo leyendo comentarios. Trato de armar la columna, o lo que sea, con las personas que están en la mesa, teniendo conciencia de que hay otro del otro lado, pero no compro el estar recibiendo devoluciones segundo a segundo, porque siento que es enloquecedor.

Supone estar expuesto a que cualquiera te pueda sacar de contexto o a que cualquier error que puedas cometer sea exponenciado.

Yo sé que existe ese riesgo y también fui aprendiendo que existe ese riesgo dándome la cabeza contra la pared. Porque un chiste sacado de contexto o un chiste editado realmente puede lastimar a alguna persona. Y vos decís: “Che, yo estaba haciendo un chiste que nada que ver, que iba por otro lado”. Pero también pasa eso que cuando trabajás con humor un poco corrosivo, y te tenés que comer esas turbulencias.

Mi amor, de Charo López. En La Trastienda, viernes 20 de diciembre a las 21.00. Entradas $ 1.200 y $ 1.500.

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