En esta época de secuelas, precuelas, remakes, recuelas (cuando se supone que se entrega una secuela pero en verdad se vuelve a contar algo que ya vimos) y sus combinaciones, ha aparecido un formato curioso y llamativo, que a priori no termina de cuajar fácilmente: la derivación de una idea original. Así, han aparecido series de televisión que toman películas como punto de partida pero no necesariamente las adaptan o simplemente versionan, sino que crean un producto nuevo desde la misma premisa (o una similar).
Entre ejemplos desafortunados como la serie sobre Del crepúsculo al amanecer, de Robert Rodriguez, y otros imprescindibles como la Fargo de los hermanos Coen, Netflix dio luz verde al inglés Guy Ritchie para hacer lo propio. The Gentlemen, su película de 2019, contaba la historia de Mickey Pearson (Matthew McConaughey), un estadounidense que imponía un imperio de producción y tráfico de marihuana en Reino Unido, aprovechando las tierras de los empobrecidos nobles locales. Cuando Mickey decidía retirarse, el vacío de poder disparaba una trama de enfrentamientos, traiciones y sorpresas.
La película, vertiginosa y divertida como suelen ser las mejores de Ritchie, fue un moderado éxito y acaso allí debería haber quedado todo. Nada hacía pensar que íbamos a tener entonces este derivado, que a priori podría entenderse como innecesario, pero que en su desarrollo y construcción termina superando al producto original.
Nuestro protagonista aquí es Eddie Horniman (Theo James), segundo heredero de un ducado en Inglaterra, pero que en realidad ha vivido siempre alejado de la nobleza. De hecho, es un casco azul destinado a los Balcanes. Sin embargo, ante un padre agonizante tiene que volver de apuro a su casa para descubrir dos cosas: uno, que heredará todo, dejando sin nada a Freddy (Daniel Ings), su hermano mayor, y, dos, que en sus tierras –específicamente, debajo de ellas– la familia Glass (Kaya Scodelario, Ray Winstone y Harry Goodwins) cosecha marihuana. Al parecer, el endeudado duque cubría los disparatados gastos propios y de su familia permitiendo durante años el cultivo de cannabis en sus tierras. El recién llegado Eddie pretenderá cambiar las cosas, no sin un enorme grado de complicaciones.
La gracia de The Gentlemen, la serie, está en las inesperadas peripecias que el nuevo duque irá enfrentando episodio a episodio, cobrándole cada vez más cariño a esto de ser un mafioso enfrentado a disparatadas situaciones con ayuda –o no– de los Glass.
Así, en una narración cargada de humor negro, violencia sardónica y las tradicionales obsesiones del director (gángsters, gitanos, boxeadores, etcétera), The Gentlemen lleva al espectador de la nariz episodio a episodio. Y si bien sobre la recta final amaga a quedarse sin nafta, mantiene el alto interés siempre.
El elenco es, sin duda, de lo mejor. Sorprende James –una cara reconocible en producciones para jóvenes adultos– en un protagónico consagratorio: es fabulosa su imperturbabilidad ante lo que va pasando. Lo acompañan los artistas que encarnan a los Glass, pero además hay participación específica en uno o dos episodios de gente cómo Giancarlo Esposito, Max Beesley o Freddie Fox para animar el cotarro.
Aunque mucho de lo que plantea se soluciona en sus ocho episodios, quedan suficientes puntas abiertas como para desear que la serie siga. Ojalá que sí, porque entretiene a un nivel que hoy pocas logran.
The Gentlemen. Ocho episodios de 55 minutos. En Netflix.