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Alucinaciones en Familia y su trilogía de amor, locura y muerte

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El músico Pau O’Bianchi extiende su poesía urbana en el proyecto más ambicioso de su carrera.

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De su manía compositiva nos enteramos por distanciados pero constantes oleajes. Tan prolífico como prudente, el cantante y compositor uruguayo Pau O’Bianchi malacostumbró a sus seguidores con regalos musicales desproporcionados –tres discos nuevos el mismo año– tan sorpresivos como desconcertantes.

Esta tradición de corte navideño se forjó sobre el misterio, las altas expectativas y la música que dejó 3Pecados, su anterior banda, y se terminó de inaugurar, yendo hacia otra dirección, en diciembre de 2015, con el lanzamiento del primer disco de Alucinaciones en Familia, su proyecto más ortodoxo.

Casi diez años después, con tres long plays editados en vinilo por el sello Little Butterfly, la banda sigue siendo, a la vez, un fuego de músicos amigos y el refugio más luminoso de su voz cantante.

Alucinaciones en Familia I (diciembre de 2015)

Darío Barrios, Matías Chouhy, Luciana Giovinazzo, Lucas Meyer, Pau O’Bianchi, Sebastián Pina, Fabrizio Rossi, Pablo Torres y Diego Zapata firman este primer capítulo, producido por AEF.

El grupo se presenta en sociedad con “Drones por Capurro”. Como lo hacían las viejas series de tevé al comienzo de cada capítulo, en poco menos de tres minutos la música destaca poderes y señas particulares del grupo y sus personajes. El clima es de agradable bienvenida, con un beat de batería simple y constante que sostiene el sobrevuelo eléctrico de guitarras que se cruzan, todavía, con sutileza.

La caminata por Capurro del texto también marca el inicio de un regreso optimista, un amanecer con lagañas incluidas, retratado con distorsiones, notas sostenidas y deformadas y mucha astucia musical.

“Sinthome” es un cambio de frente hacia el interior. “Tengo claustrofobia sentimental y pánico a la energía de las arañas”, confiesa Pau, en territorio sin norte. A oscuras, sigue adelante y se estrella.

En “Parodista” el grupo dispone de toda su artillería para hacerte bailar, y en “La orquídea fantasma” te pone a lagrimear. Un punteo perdido y otro casi imperceptible producen la magia inicial de un momento de derrota aceptada. El campo queda abierto para que se despliegue en toda su magnitud la belleza musical de Alucinaciones en Familia: ondas sonoras que aparecen y desaparecen, fragmentos de canciones alguna vez compuestas, falsos desenlaces, una historia maldita narrada con especial esmero por la musicalidad de cada palabra.

Con “Secta de las dos lunas” ya llevamos cinco piñas seguidas. La épica y la instrumentación del tema podrían recordar a Arcade Fire. El teclado que suena sobre el final nos manda lejísimos en el tiempo, es una trampa.

Con pergeñada serenidad, comienza a sonar “Cáncer pop”. Todo lo anterior fue para llegar hasta acá, el disco arranca de vuelta, con su canción más salvaje.

“Yo también odio tanto, y me odié/ en días sin sentido, ¿a amor de quién?/ sintonizando ideas como fe/ para existir, morir y volver”, canta Pau.

Quedan dos canciones más: “Alucinaciones en familia”, que dialoga con Buenos Muchachos, y “Trompas de falopio”, un remanso perfectamente ubicado. “Estoy bien, muy bien”, deja dicho el cantante.

Alucinaciones en Familia II (agosto de 2019)

Darío Barrios, Diego Zapata, Pablo Torres, Pau O’Bianchi, Fabrizio Rossi, Sebastián Pina y Matías Chouhy firman esta continuación, también producida por AEF. Si la primera parte de esta trilogía fue una primavera de lluvias infernales y calor desubicado, la segunda es un otoño seco.

“Insulina” es un pegue hacia Hawái con una trompeta de pésimo augurio. “Jessica (mezcalina china)” suena a Gang of Four y un poquito a la melancolía synth de Jaime Roos. El arranque del tema es una clase maestra de pop sucio. “Los crímenes” contiene los vicios de Pau y Rossi, un arpegio que baja hacia una lucidez repentina y fragmentos de una vida electroshockeada, reconstruyéndose al ritmo de un melódico de telenovela.

En “Camposanto de Valentina” sale un rato el sol, pero exclusivamente para hablar de muerte y agrotóxicos. Los primeros dos minutos son de distracción de surf pop; el resto es un viaje febril con el susurro de Rossi como copiloto.

Con “Duraznos”, la canción menos barroca de las tres partes, el disco se instala en un ritmo lento y extraño: una guitarra acústica y un coro, integrado por Giovinazzo, Karen Halty y Leandro Dansilio, acompañan otro relato alucinado sobre la muerte.

“Barcos en el cuarto” parece arrancada de un disco que nunca salió. Aquí las capas sonoras se suman en la forma de una improvisación, y hasta suenan como otra banda menos hábil. El disco termina con “300”, una canción perfectamente descartable.

Alucinaciones en Familia III (marzo de 2024)

La tercera entrega, producida esta vez por Juan Branaa, la firman Barrios, O’ Bianchi, Chouhy, Dansilio, Pina, Torres y Zapata. Como en las dos anteriores, aquí no faltan las canciones de fiera catarsis, las de historias nocturnas y amores, y las de corte existencialista. Sin embargo, el clima dominante del disco, tal vez por pura casualidad, remite al comienzo de la saga.

La placa arranca con “Las canciones se terminan”: el segundo renacimiento. Aquí las capas sonoras vuelven a unirse armoniosamente, en una adición de teclados y ruiditos de fantasías ochenteras, uruguayas y hollywoodenses; la lírica de Pau se vuelve más personal que nunca y un bajo pospunk sirve como soporte familiar.

“Árboles de los anzuelos” es casi una rapsodia que juega con los clichés de la canción de estilo melódico internacional y termina mutando en un pop progresivo al estilo de Talk Talk. En “Pimienta y escarbadientes” entramos en un inesperado terreno de rock convencional y efectos de wall of sound. “El orillo está crocante y sin sabor a quemado”, canta Pau, mostrando su versatilidad como cantante, para salvar esta canción del pozo de los lugares comunes. “Corona de flores” es otro tema de exportación: un bolero al estilo de Burt Bacharach o Paul Mauriat.

“Patético” habla de la falta de sentido de todas las cosas e intercala una percusión seca con un colchón de sintetizadores que recuerda la sobreproducción de algunas canciones de No Te Va Gustar.

Superado el momento mainstream, “Intención de humor” viene a bajar de un ondazo la bola de espejos. Volvemos al pantano de las alucinaciones con un vals gótico. “Cambiando de formas” es un ejemplo de la especialidad de la casa. Casi al límite de la canción, el track funciona como caleidoscopio de climas musicales que marea, envuelve y entretiene, igual que una atracción del Parque Rodó. Para ello, la banda usa todas sus destrezas, se permite solos instrumentales, en una gimnasia de jam session virtuosa, pero nunca aburrida.

La mejor canción del disco se llama “Olivia cambió”. Una psicodelia arrancada de la vida real, recreada con un coro góspel, una base de jazz lenta y oscura, y la permanente magia de los teclados alucinados.

El final, como en cada disco, es poco pretencioso. Parece estar todo dicho. “Alma y vida” habla de inyectables, culpas y un dolor insoportable. Sobre el final de la canción la voz se apaga y el arreglo sugiere una elevación mística.

Los tres discos de Alucinaciones en Familia están disponibles en Spotify y otras plataformas.

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