Al fantástico mundo de Marina Fages se puede acceder por diferentes caminos: el de sus murales e ilustraciones, con paisajes inhóspitos de mullida flora e intensos azules y verdes, bosques dominados por la antigüedad de los árboles o por especies rojas y naranjas salidas de un sueño. También se puede ir detrás de canciones como las de su disco El mundo pequeño (2023): pegadizas, de ritmo cabalgante y pulso hardcore, o envolventemente melódicas y reflexivas como para volverse un ovillo de susto.
La aventura ofrece un tercer camino, al que se puede llegar, indistintamente, a través de sus discos o su obra pictórica. “Esta noche estabas tan bello/ que todo te reflejaba/ En tus manos/ dorada la rama/ con que conquistaste al imperio”, canta en “Esta noche”, una canción de su segundo disco solista, Dibujo de rayo (2015). “Me interesa el tema. Hay un libro que todavía no terminé, pero soy más de leer muchas cosas en internet”, bromea desde su casa en San Telmo. Con parquedad y misterio, la argentina Marina Fages admite su afición por la magia y cierta influencia de La rama dorada, el clásico extenso estudio sobre mitologías y religiones del antropólogo escocés JG Frazer, publicado por primera vez en 1890.
En El mundo pequeño, un trabajo inspirado en el poder del fuego, y producido por Fages –elegido por la revista Rolling Stone como uno de los mejores cinco discos argentinos de 2023–, la narrativa es de historias mínimas y urbanas, con un tejido de astucia musical y maniática búsqueda poética. “Quiero caminar con vos y tratar de entendernos”, dice, y encuentra la magia salvadora en el aluminio de una lata de refrescos. El tema arranca con la reminiscencia de una zanfona medieval y un arreglo renacentista, y luego deriva en una canción pop perfecta.
En otra dirección sonora, “Aguardiente” es furia sentimental con conciencia, y una de las canciones más festejadas por los fans que concurren a sus shows, con una batería crudísima y un emporio de guitarras eléctricas, en la mejor tradición del heavy metal de los 80.
“Cuando empecé a elaborar este tema para el disco, me dije 'voy a probar cosas distintas'”, cuenta, y apunta una versión anterior, incluida en su EP Marina Fages y las Chicas de Humo (2017). “Me gusta cambiar la estructura de las canciones. En este caso le saqué la intro, la grité mucho más, y al estribillo le cambié los acordes. Es como un ejercicio de producción. Es decir, esta misma melodía no queda igual producida por Lucas Martí, por ejemplo, por Lucy Patané, o por Marina Fages, ¿no?”, explica, y menciona a dos de los artistas con los que ha compartido composiciones y obsesiones musicales.
Sudor y catarsis
“Todo es una mierda, todo es muy triste, me salva que en mis recis hacemos pogo sonriendo”, escribe un miércoles en su cuenta de X. “Últimamente están pasando cosas muy lindas en los shows”, se extiende sobre el tema, en diálogo con la diaria. “La primera etapa de este año fue intensa de varias formas y muy exigente. Y me empezó a pasar que después de tocar y de compartir eso con la gente me quedo muy bien, con una sensación que me dura muchos días. Me estoy divirtiendo mucho en vivo. Siento que de alguna forma me solté, o me relajé con ciertas cosas, y la estoy pasando muy bien”.
Fages nació en Tierra del Fuego en 1983, y si bien se crio en Buenos Aires dice que jamás pudo desprenderse del viento de la provincia patagónica. Estudió guitarra de forma temprana y autodidacta, aunque no se siente instrumentista. “Me identifico más como compositora”, dice. “En función de lo que quiero tocar voy aprendiendo, pero de a poquito. De hecho, también toco la flauta, el clarinete y el bajo, pero tranqui”, dice, con elevada autoexigencia.
“Yo siento que me cuesta aprender. Trato de hacer mucho, y como soy cabezadura le doy y le doy. Me expongo a situaciones medio cualquiera, medio límite. Cuando te ponés en situaciones extremas es cuando decís 'ahora voy a subir un nivel'. A veces lo lográs, a veces no”.
Ahora mismo, cada vez que sale a correr, Fages lleva en sus auriculares la discografía de Babasónicos, y luego repetirá el procedimiento con La Renga. “Me gusta estudiar cómo fue que una banda se mantuvo bastante igual desde que arrancó hasta ahora, cómo mutó en su forma de componer y de producción a través de tantos años, sin cambiar su identidad, y generando un universo propio”, cuenta.
La curiosidad de Fages explica la abundante cantidad de información detrás de sus composiciones, y también, la especie de su arte. En paralelo a sus muchos proyectos musicales, dibujó storyboards para publicidades, diseñó tapas de discos, incluidas las de su discografía, y gestionó la disquería Mercurio.
Como guitarrista, puede ser simple, compleja y original a la vez, y mandar todo eso a una canción fácilmente memorable como “Corazón de la isla”, o despacharse con piezas virtuosas, como “Grimorio del mundo pequeño” o “Buen día te quiero”, incluida en su disco Madera metal (2013). Con sus discos y sus pinturas recorrió Europa varias veces. Su música también llegó a Japón, donde grabó el EP Osaka Sessions (2023) junto al grupo local Zum.
Un poco de impro, un poco de hardcore
“Tengo formación experimental, pero nunca estudié. En algún momento empecé a hacer música en un colectivo de improvisación que se llama Marder”, explica sobre una de las vertientes importantes de su deriva. “Me gusta mucho la música experimental, la improvisación libre, sobre todo, me encanta. En un momento participaba mucho más en ensambles, ahora ya no tanto, pero cuando nos juntamos con amigas o amigos a tocar, pintan improvisaciones”, relata, y destaca dos de los proyectos de este tipo en los que participó: r353 y El Tronador.
“Yo de chica... bueno, sigo escuchando mucho hardcore, hardcore punk, y mi banda de cabecera, en la que increíblemente después empecé a colaborar, es Eterna Inocencia”, dice sobre las raíces de su música más alborotada. “También me gusta mucho el metal, y tuve épocas de escuchar mucho más hardcore. Siempre me gustó lo que se genera en vivo, es un tipo de música muy enérgica. Recuerdo que cuando empecé a ir a shows, al principio la música me chocaba, pero lo que me fascinaba era la interacción entre el público y la banda, me resultaba como una piña. Como que había una retroalimentación en esa situación, y podías compartir ese momento de una forma muy linda”, rememora, dibujando una imagen que ahora se replica en sus propios shows.
Sobre su recital de este domingo en Montevideo, como parte de una nueva encarnación del ciclo Contumancia, su amistad con el uruguayo Dani Umpi, que será parte de la fecha, y sus principales fuentes de inspiración musical, agrega: “También flasheo el electropop, me encanta bailarlo, y levanto mucha data de ahí”.
Ciclo de música independiente Contumancia. Domingo a las 18.00 en Plaza Mateo (Rambla Presidente Wilson, Parque Rodó). Actuaciones de Marina Fages, Dani Umpi y Centeiia FC. Amenización musical a cargo de Eros White. Entradas a $ 650. Comunidad la diaria 2x1.