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Foto: Ignacio Alcuri

Mirando para acá o mirando para allá: el problema de los lomos de los libros

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¿Texto ascendente o texto descendente?

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Hay personas que tienen sus bibliotecas ordenadas por colores. Otras que contratan a decoradores que llenan las bibliotecas con libros adecuados al ambiente del resto de la vivienda. Les cuento esto para que el caos de mis bibliotecas les parezca decente en comparación. Los libros ocupan la mayoría de las superficies horizontales de la casa. No bajo la tapa del inodoro por miedo a que se llene de enciclopedias y que un día apurado no tenga tiempo de hacerlas a un lado. Hay libros en el piso, sobre los sillones y en otro montón de sitios que no están pensados para eso.

Y después, hay una biblioteca relativamente pequeña y considerablemente más ordenada que todas las otras, incluidas las superficies horizontales. Un espacio curado, con cuatro estantes de contenidos bastante específicos. En el primero están los libros de mi autoría y antologías en las que he participado, en el segundo están los que utilizo en los talleres literarios, repletos de consejos que personalmente no utilizo (pero soy honesto al respecto), mientras que los otros dos son de temáticas que me apasionan, como el humor, la televisión y las autobiografías de humoristas de la televisión.

Un día, acomodando esos libros como quien arropa a sus hijos antes de dormir, noté algo que había notado muchísimas veces curioseando en bibliotecas propias y ajenas: algunos tenían el texto del lomo mirando para acá y otros lo tenían mirando para allá. Para que se entienda mejor, en algunos el texto del lomo corría desde arriba hacia abajo, y en otros desde abajo hacia arriba. La diferencia se daba incluso entre los míos: todos estaban mirando para allá (de abajo hacia arriba) salvo el último, que estaba mirando para acá (de arriba hacia abajo).

Recordé que en mi faceta como maquetador editorial (vuelve a sobrevolar la sombra del pluriempleo), un día recibí la orden de cambiar el sentido de los textos. Finalmente decidí hacer el enorme esfuerzo de volver a sentarme en el sillón, colocar una mano en el bolsillo y con la otra tomar el celular y googlear acerca del choque de preferencias a la hora de darle sentido al texto en el lomo de un libro.

Así descubrí que hay dos escuelas. La escuela anglosajona dice que el texto debe ir de arriba hacia abajo, para que al apoyar un libro (solemos hacerlo con la tapa hacia arriba, salvo que seamos psicópatas) el texto del lomo quede del derecho. Podrían decir “para eso está la tapa”, pero si son varios libros apilados, como ocurre en la mayoría de las superficies horizontales de mi casa, solamente se vería la tapa del que está arriba de todo, si es que la pila no es más alta que la altura de una persona. Tiene sentido. ¡Claro que lo tiene! Pero si fuera tan fácil, no existiría esta guerra que se desarrolla desde hace siglos.

Por ejemplo, figuras como el bibliólogo, tipógrafo, ortógrafo, ortotipógrafo y lexicógrafo español José Martínez de Sousa (el pluriempleo es mundial) se muestran a favor de la orientación ascendente, clasificación más clara de entenderse que “mirando para allá”. En su libro Diccionario de edición, tipografía y artes gráficas (Trea, 2001) contaba que esta era la opción preferida en todo el planeta, incluyendo a los anglosajones, hasta 1984, quizás influenciados por las normas ISO.

El título ascendente “se lee con más facilidad que el descendente cuando el libro muestra su lomo en un estante, que es la posición para la cual se emplea el título en el lomo”, dice De Sousa. “Siendo esto así, resulta incomprensible por qué la norma internacional obliga a un comportamiento que entra en colisión con la lógica. Puesto que los libros se hacen para que ocupen un estante y no, en general, para que estén sobre una mesa [me ataca directamente], es legítimo seguir la tradición latina y anglosajona de colocar el título en forma ascendente, con lo que se favorece al lector”.

No entendía a qué se refería con leerse “con más facilidad”, hasta que lo encontré mejor explicado por ahí. Imaginen una larga fila de libros colocados en forma vertical en una biblioteca. El sentido de nuestra lectura es de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo, así que tenderemos a leer los lomos empezando por el libro de más a la izquierda, y tenderemos a inclinar la cabeza en esta dirección mientras caminamos hacia la derecha (era una biblioteca muy ancha). El lomo anglosajón nos obliga a empezar desde la derecha y caminar hacia la izquierda. Que, de nuevo, no es tan terrible, pero suena menos natural.

De todas maneras, como en tantos ámbitos de la vida exceptuando el fútbol, los estadounidenses están imponiéndose, como podrá comprobar quien vaya a una librería, pida mi último libro de cuentos, Bestuario (Penguin Uruguay, 2023), y lo coloque en su biblioteca. No funciona con libros prestados; hay que comprarlo.

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