Como se siente un tufillo relativizador cada vez más intenso –todo es igual, nada es mejor, a menos que se haga viral– seguro debe haber algún mal dormido que le baje el precio a la importancia de Charly García para el rock –o la música toda– de Argentina. Pero por su gran obra solista y las bandas que integró es su figura más trascendente. Y si hacemos una biopsia de sus discos podremos comprobar que hay células de García en la mayoría de los organismos musicales relevantes del rock argentino (el caso más clínicamente obvio es el de Fito Páez). Por eso, un nuevo disco de estudio de García, luego de siete años de silencio, es algo más que una noticia, por varias razones.
Atrás de Charly García, el artista, el músico –y también el personaje–, está Carlos Alberto García Moreno, el hombre que en pocas semanas cumplirá 73 años y que, por lo que se ha conocido públicamente, sufrió varios vaivenes importantes de salud. Entonces, a la expectativa lógica de escuchar nueva música del astro la acecha una incógnita todavía más grande. Primero, por el “riesgo” que corre todo músico tan veterano como legendario de convertirse en una parodia de sí mismo, como esas películas que Al Pacino acepta sin ganas, en las que actúa de Al Pacino haciendo de Al Pacino. Segundo, y más importante, nos persigue el temor de que García no esté como para grabar un disco.
No es casualidad que lo primero que escuchamos del flamante álbum sea una especie de gong, que tira unos poquitos segundos de misterio y brinda un aire trascendental. “Rompela” da el puntapié inicial, un rock & roll marca de la casa, a ritmo de un riff caminante y bordonero, doblado por varios instrumentos que le da una inmensidad orquestal. La canción es estructuralmente impecable y hasta tiene swing, pero enseguida nos estalla en el oído que la gola de García se terminó de desgraciar.
Más allá de que la voz está un poco abajo en la mezcla y pasada por efectos varios –o cambios de lugar en el paneo estéreo–, por momentos cuesta entender lo que canta –incluso escuchando con auriculares– y se nota su esfuerzo por empujar la melodía (hay una cuestión orgánica y otra interpretativa, que tristemente se retroalimentan). Pero eso no quita que lance frases de esas que nos hacen sonreír. “Freud lo ha arruinado todo, como internet”, canta en “Yo ya sé”, una canción más tranquila y reflexiva.
El álbum, titulado La lógica del escorpión, cuenta con invitados que son viejos compinches de García, como el guitarrista David Lebón, compañero en Serú Girán. Él toca en “El club de los 27”, un típico blues al estilo de Chicago –eléctrico y con firuletes de piano–, que destila ambiente de zapada y su letra también parece sacada de la galera. La cosa se pone oscura cuando canta que va a visitar a sus amigos Brian Jones (fundador de los Rolling Stones) y Kurt Cobain (Nirvana), ambos popes del club de los 27, y al final termina de pintar de negro porque escuchamos un balazo…
Influencias y versiones
De poco más de media hora, el disco funciona como un mapa de coordenadas de los estilos más viscerales del García solista clásico (1982-1989), pero en breves pinceladas, porque la mayoría de las canciones son cortas. Estéticamente va al núcleo, con muchas guitarras, teclado y piano; nada de cosas raras y experimentales. “La medicina nº 9” es musicalmente la canción más alegre del disco –también con Lebón–, de pulso funk bien bailable y con una obvia referencia a “Revolution 9”, de los Beatles, pero un estribillo un tanto agrio: “Y aunque no pierdo la esperanza,/ a veces con vivir no alcanza./ Voy a tomar un poquito más/ aquella medicina number nine”.
“Te recuerdo invierno” es una balada a lo Serú Girán, con bríos tangueros escondidos en algún recoveco melódico, bamboleándose entre la ternura y la amargura. Esto contrarresta con los acordes podridos de “Autofemicidio”, una canción que, ya desde el título, muestra intentos de azuzar polémica, con frases como “hay gente que se suicida,/ un acto muy egoísta,/ para salir en la tele,/ en diarios y en las revistas”, y otras como “los chicos quieren ser chicas,/ las chicas quieren ser grandes”. En “América” García comparte compases con otro de sus secuaces de Serú Girán, Pedro Aznar, y cuando el invitado canta solo, la diferencia abruma.
El disco salió en plataformas digitales y también fue editado en vinilo. Queda claro que está pensado a la antigua, porque en la octava canción García anuncia que se trata del “lado B”. Así empieza “Juan represión”, una versión de la canción de Sui Generis que originalmente fue pensada para el álbum Pequeñas anécdotas sobre las instituciones (1974), pero que fue censurada y vio la luz recién en la edición en CD de 1995. Al escucharla con atención, no parece haber razones artísticas para regrabarla medio siglo después –la amalgama de Nito Mestre con García es insuperable–, pero quizás sobren los motivos personales.
En la segunda parte hay varias versiones. Una de “La pelicana y el androide”, de Luis Alberto Spinetta, editada en 1986 (una canción ya de por sí muy garciana, de la época en la que hicieron junta), que cuenta con una pista de voz de Spinetta (póstuma, claro está, porque falleció en 2012). También hay una versión de “Watching the Wheels", de John Lennon, en español, como García supo hacer con “I’ll Feel a Whole Lot Better”, de The Byrds, en 1990, y que se convirtió en uno de sus clásicos. Justamente, el disco cierra con otra versión de The Byrds, de “So You Want to Be a Rock ’n’ Roll Star”, también en español y en compañía de Fito Páez.
Por los invitados, algunas referencias en las letras y el ambiente de las 13 canciones, el álbum desprende olor a despedida. Y era obvio, desde antes de escucharlo, que el disco no iba a estar a la altura de lo mejor de García. Pero ¿qué músico argentino actual, contando a los más jóvenes y brillantes, se le acerca a toda esa obra monumental? Nadie, ni mirando con telescopio. No en vano, en 1980, con Serú Girán, antes de empezar su carrera solista, García cantó dos versos que aún resuenan: “Mientras miro las nuevas olas/ yo ya soy parte del mar”.
La lógica del escorpión, de Charly García. 2024. En plataformas.