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Marcos Barcellos y Diego Presa.

Foto: Alessandro Maradei

Buceo Invisible: “No tenemos ningún tipo de presión, salvo el deseo”

7 minutos de lectura
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Diego Presa y Marcos Barcellos hablan de La mañana del incendio, el nuevo disco del grupo en siete años, que presentan este jueves en Sala del Museo.

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“Hay un posible viaje en el dibujo que se terminó generando en el disco, que en la presentación tiene sentido seguirlo tal cual”, dice Diego Presa, cantante, guitarrista y compositor de Buceo Invisible, sobre el toque que dará el grupo este jueves en la Sala del Museo. Quiere decir que tocarán su flamante disco en el mismo orden, canción por canción, en que fue editado en plataformas digitales y en vinilo. La mañana del incendio, su sexto álbum de estudio, [rompe siete años de silencio discográfico tras la salida de Luz marginal] (https://ladiaria.com.uy/cultura/articulo/2019/2/una-luz-en-el-camino-luz-marginal-de-buceo-invisible/).

Es la primera vez que van a tocar en esa sala, ya que suelen presentar los discos en recintos más teatrales, con asientos para el público, como el Solís o el Auditorio del Sodre, comenta Presa. “Nos pareció que hay un espíritu en las nuevas canciones y en este momento del grupo que está bueno para hacer algo más cercano a un concierto de rock, con gente parada”, agrega.

El disco tiene ocho canciones y, como suele ser la regla en este grupo de mucha gente, a veces se dejan llevar por la música; así nos topamos con algún tema que dura más de seis minutos. Presa dice que “hay climas que necesitan su tiempo” para desarrollarse, entonces, si bien “la cultura pop está presente” en el grupo, no los “ata”: “Si tiene que durar, que dure. Somos músicos tocando. Por supuesto que hay otras maneras de grabar, componer y producir que están buenísimas, pero acá ese placer y ese deseo de tocar juntos está presente, y si tiene que extenderse, que se extienda”, insiste Presa, que junto con Marcos Barcellos (uno de los encargados de la poesía y los textos), otro de los tantos integrantes de la banda, conversó con la diaria sobre el nuevo álbum.

Este es el primer disco que sacan en siete años. ¿Qué pasó en ese largo tiempo, además de la pandemia?

Presa: Unas cuantas cosas. Fue el momento de menor intensidad en la actividad del grupo en casi 30 años y, a la vez, hubo un resurgir de ese trabajo. Se dio un proceso en el cual la pandemia tuvo que ver, pero no solamente.

Barcellos: A mí me hace acordar a un perfume del primer disco [Música para niños tristes, de 2006], que demoramos nueve años en sacarlo. Tiene cierta cuestión fundacional, aunque es un disco distinto a los otros. Cuando se demora, en cualquier proceso creativo, siempre está la pregunta “¿viene o no viene la cosa?”, y más siendo un grupo con muchísima gente, que estamos juntos desde hace muchos años y prácticamente no ha sufrido variaciones de integrantes; eso ya es un milagro. Siempre está la duda, pero surgió, y fue un proceso de grabación súper lento, pero seguro. Después, otra cosa es que, a diferencia de todos los demás discos de Buceo, en todos estos años –salvo en la pandemia– tocamos mucho las canciones antes de grabar.

Presa: Nos basamos en la lógica de los procesos internos, no nos apuramos al cuete; no tenemos ningún tipo de presión, salvo el deseo.

Barcellos: En la liga en la que nos movemos nosotros no hay ese tipo de presión ni de requerimientos: hacemos lo que se nos canta cuando se nos canta, y eso es parte de la ventaja.

O sea que no vivir de la banda hace que puedan hacer lo que quieran con ella.

Barcellos: Te hago una disquisición semántica: la vida no pasa solamente por la cuestión económica, porque damos por hecho que vivir es trabajar, pero vivir es más que trabajar. Esto es algo que nos hace vivir, como dice la canción de Jaime [Roos]. Pero sí, estamos alejados del dinero desde hace 30 años.

Presa: Hemos tomado todas las decisiones adecuadas para estar alejados del dinero.

¿De dónde salió el título del disco? Puedo tener una idea, pero quiero que me lo digan ustedes.

Presa: ¿Qué idea tenés?

La última canción del álbum se titula “Bradbury”, entonces, “La mañana del incendio” me remite a Fahrenheit 451, la quema de libros y todo eso.

Presa: Nada que ver, pero está buenísimo.

Barcellos: ¿Por qué no tomarlo a partir de ahora? En las entrevistas hicimos siempre el mismo ejercicio: preguntar primero a la persona que nos pregunta. Porque en la cuestión poética siempre se maneja esa idea de un código encriptado que quiere decir tal cosa, pero es de un reduccionismo espantoso. Justamente, la función de la poesía es abrir sentidos, no cerrarlos. Fuimos llegando al título de manera muy intuitiva, y siempre nos cuesta. El título nunca ha estado al principio del disco, sino cuando ya no se puede demorar más, entonces, llamamos a una reunión general y es hasta que salga. A nosotros nos sugiere muchas cosas; evidentemente, para el fotógrafo, “la mañana del incendio” puede ser un amanecer. También tiene que ver con la destructividad y con la potencia y la energía.

Presa: Siempre me interesó la música dentro de la cultura rock –y fuera de ella también– que no cierra todos los caminos. Las cosas que ya están dadas, cerradas, empaquetadas y que tienen un concepto demasiado definido se me mueren en poco tiempo. Las cosas que no entiendo del todo son las que sobreviven en el tiempo y me siguen fascinando.

¿Ustedes notan que en la música actual, sobre todo en el mainstream, hay cada vez más mensajes directos?

Presa: Una literalidad absoluta, y cada vez más, incluso en propuestas más interesantes, no necesariamente en las más ramplonas, también en cosas que están trabajadas y que tienen una intencionalidad.

Barcellos: Quizás esa literalidad desgarradora estuvo siempre, pero ahora se amplifica un poquito más con las plataformas. Hay como un arquetipo del creador que domina su obra hasta en el último detalle, que esto lo puso por esto, y se ve como un valor, pero también hay otro valor, que a veces se desestima, relacionado con el misterio, el imprevisto y el error. Hay millones de ejemplos. Cuando los Beatles grabaron Please Please Me [su primer disco, de 1963], dijeron de meter un tema más y [John] Lennon, que tenía 40 de fiebre, cantó “Twist and Shout”. Los Beatles pensaban todo lo que hacían, pero también sentían y jugaban. En todo esto hay algo que tiene que ver con el juego.

En el cine ya casi no hay finales abiertos.

Presa: No, es un peligro. Así es fácil de difundir y de explicar en una gacetilla.

Hablando de finales: ¿por qué la que cierra el disco se titula “Bradbury”?

Barcellos: Mi hermano [Santiago] es fanático.

Presa: Todos lo hemos leído y admirado en su momento. Crónicas marcianas [1950] y las otras cosas de Bradbury siempre han estado ahí. Es una gran puerta de entrada a la lectura.

Barcellos: Yo lo releí a raíz del disco hace un par de meses, y lo leí de noche con mi hijo de diez años y se recontra enganchó. Y eso que es un libro para cuando tenés 17 o 18 años, porque tiene algún enrevesamiento en la escritura, no es una cosa muy lineal como algunos otros de ciencia ficción, como [Jules] Verne, por ejemplo. La canción tiene una llevada similar a una posible crónica.

Presa: A mí “Bradbury” me hace acordar mucho también a una escena de El sacrificio [1986], de [Andréi] Tarkovsky, cuando el personaje principal, Alexander, sueña el posible apocalipsis, que aparecen unas imágenes de gente corriendo y vidrios rotos. Hay algo que me lleva ahí siempre, imágenes que me sugieren lo que está sucediendo en la canción.

En la que abre el disco, “Luna nueva”, al final se repite la frase “lo que fue será mucho mejor”. ¿Hay algo de nostalgia ahí? ¿Y cómo es eso de que lo que fue será?

Presa: Eso me lo hizo notar Jorge [Rodríguez], otro compañero, que la frase entraña una ambigüedad. Para mí es un llamado a la eliminación de la nostalgia. Nunca nos enamoramos de la nostalgia, ni pensamos que todo pasado fue mejor ni nos quedamos aferrados a determinados momentos, por ejemplo, de nuestra historia como grupo o de nuestra juventud, ni a palos. Entonces, para mí era algo que, justamente, tenía que ver con “el mañana es mejor” pero, a la vez, si analizás la frase, puede haber otra manera de verlo.

Barcellos: Me parece que las personas, con el paso del tiempo, tienen la tendencia a la conservación. La pelea contra la nostalgia es consciente, es una cuestión de entender que aferrarse a eso es una cueva complicada.

En este país hay una industria de la nostalgia, además.

Barcellos: Armada, sostenida y festejada.

En la canción “La casa del ángel” hay algo desolador.

Presa: Sí, es la posible destrucción de un espacio espiritual, de la ciudad, algo a lo que asistimos cotidianamente. Hay una correspondencia entre un espacio físico que compartimos, Montevideo, en estos años del siglo XXI: las casas destruidas, la falta de cuidado, el desprecio por la historia, que no es nostalgia sino otra cosa.

¿Qué es?

Presa: El capitalismo arrasador.

Barcellos: Yo iba al liceo 10, y enfrente estaba el edificio de Assimakos, donde ahora hay una Grandes Tiendas Montevideo, con la estética esplendorosa que tiene… Es como una quema de libros.

“Milonga de San Luis” es por el balneario de Canelones, imagino que lo frecuentaban.

Presa: Yo iba de niño, mi abuelo tenía una casa ahí, y compartimos el balneario con los hermanos Barcellos.

Ahí hay nostalgia.

Presa: Sabés que en realidad no, porque es el recuerdo lo que nos forma, de alguna manera.

Barcellos: La cuestión genealógica tiene que ver con la historia y las raíces. El tema es cuando te quedás añorando. En la nostalgia la clave es cuando la gente añora, pero no cuando reconoce o dice “estamos hechos de esto”.

¿Y qué es lo que recuerdan de esos veranos de San Luis de los que están hechos?

Barcellos: Yo sigo yendo a San Luis, ahí al arroyo del Bagre.

Presa: Esta casa estaba en la otra punta, más cerca de Los Titanes. El color, la luz de la Costa de Oro, que es bien distinta de la de otros lugares más esplendorosos. Hay algo en los atardeceres, cierta parquedad, una cuestión no expansiva que genera una protección y que no está exenta de tristeza tampoco, pero que es muy bella.

Sin el glamour de algunos balnearios de Maldonado.

Presa: Y sin la vitalidad.

Buceo Invisible presenta La mañana del incendio. Jueves 20 a las 21.00 en la Sala del Museo. Entradas desde $ 1.380 en Redtickets. **2x1 para la diaria.

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