En el Día Internacional de la Danza, Graciela Figueroa (1944) rara vez se separó de su botella de acrílico rojo. Desde el comienzo de la tardenoche del martes asumió con naturalidad el rol de anfitriona de su propio homenaje y caminó sin pausa entre las filas de amigas, colegas y estudiantes ordenadas en dirección de la mesa de autoridades.
Si se detuvo, sin perder su ritmo, fue para iniciar breves charlas de puesta a punto o para abrazarse con los recién llegados. “¿No se quieren sentar, amores?”, invitó a dos señores de traje, atenta al reloj que se había estirado más de lo previsto en un salón amplio y modernamente rústico del Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAE), a la espera de la llegada del presidente de la República, Yamandú Orsi.
En ese ínterin la homenajeada también pudo aceptar un par de mates amargos y retomar su intercambio con Mariana Percovich. “La danza es generosa y democrática. Todos los cuerpos pueden danzar. En silla de ruedas, sin ver o sin escuchar. Infancias o vejeces bailan. “No dejen de bailar”, había escrito esa mañana la dramaturga y exdirectora de Cultura de Montevideo en la red social X.
Foto: Federico Rodríguez Bissio, Presidencia.
“A veces nos tiraban naranjas, otras veces no. Pero la gente no se movía de ahí. Nos iban a ver aunque lloviera”, contaría más tarde Figueroa sobre las inusuales ceremonias bailables de sus comienzos, de las que era cómplice principal, los domingos en la feria de Tristán Narvaja.
“Yo no creía, no creo en la edad, pero después vi que hay un tiempo cronológico en el cual crecemos los humanos. De todos modos, sigo descubriendo y renovando cosas, continuamente. Claro, ya no me cuelgo de una lámpara con un salto como hacía antes, pero estoy probando a ver qué pasa”, reflexionaba, y bromeaba, en un audiovisual del cineasta Germán Ormaechea proyectado en el lugar, al tiempo que daba cuenta de algunos de los mojones más significativos de su carrera de bailarina, coreógrafa, docente y terapeuta y directora del Espacio de Desarrollo Armónico.
Su condición de guía y líder espiritual, por su trabajo en la danza, la educación y la salud, es algo que puede dimensionarse con fidelidad en un encuentro de este tipo a través de las reacciones de sus más allegados, aunque esta virtud también ha sido reconocida por personas de circunstanciales residencias: Estados Unidos, Chile y Brasil, entre otras.
En Uruguay, Figueroa fue reconocida en 2009 como ciudadana ilustre de Montevideo “por inspirar a varias generaciones de bailarines con su arte y don de gente”. Además, el teatro Solís la incluyó en la lista de su Patrimonio Cultura Viva, y en 2022 el Ministerio de Educación y Cultura le otorgó la medalla Delmira Agustini. En el exterior, fue becada como estudiante por la prestigiosa Fundación Guggenheim. Antes de dedicarse de lleno a la danza y la armonía, fue adscripta de un liceo y fundadora de la mítica compañía Teatro Uno.
Foto: Rodrigo Viera Amaral
Otra vuelta
Una escultura de la artista Águeda Dicancro con la forma de una punta de flecha cristalina reposó algunos minutos más cerca de la actriz Silvia Novarese (maestra de ceremonias), y a un costado de la mesa de autoridades estaban los responsables de otorgar el premio INAE a la trayectoria en danza a la célebre artista.
El coordinador del INAE, Gustavo Zidan, agradeció la buena concurrencia y resaltó la presencia del presidente, Yamandú Orsi, y de su esposa, Laura Alonsopérez, discípula de Figueroa, finalmente ubicados en primera fila.
“Es la primera vez que un presidente de la República viene al INAE. Ojalá que esta sea la primera de muchas visitas”, dijo el jerarca del Ministerio de Educación y Cultura, y agregó: “Es significativo que un presidente acompañe y apoye a los artistas de su país”.
Por su parte, la directora nacional de Cultura, Maru Vidal, antes de referirse a las virtudes artísticas de la homenajeada, comenzó por rescatar una de sus características personales: “Con Graciela nos hemos encontrado construyendo cultura, haciendo cultura en diferentes momentos, compartiendo momentos cómplices también, y su río siempre ha sido de un cauce profundamente generoso”. Definió a Figueroa como una “gran sembradora de belleza y sentido” y “una indiscutible referente ética y estética” que “ha hecho del movimiento una forma de amar, de resistir y de transformar, que nos recuerda con su camino siempre que la cultura no es un adorno, es fundamento; no es privilegio, es derecho, y no es solamente espectáculo”.
El ministro de Educación y Cultura, José Carlos Mahía, inició su discurso remarcando la presencia presidencial como una señal inequívoca de que “este gobierno se va a ocupar mucho de las artes y la cultura”, al tiempo que valoró a la bailarina como “una formadora de generaciones y una tejedora de comunidad a través de su grupo de danza Espacio y su trabajo para la Fundación Río Abierto y el Espacio de Desarrollo Armónico”.
Luego, Novarese invitó a Figueroa a tomar la palabra in situ (ya lo había hecho a través del audiovisual alusivo). Antes, había recibido de las manos de Orsi –que evitó sumarse a los discursos– su nueva distinción y se había sacado una foto con todos los presentes en modo selfi.
“La danza es una de las herramientas humanas, de los amores humanos, que nos conecta con la alegría y que abraza todas las tristezas”, dijo de pie. “Nos conecta con lo profundo, con una esencia que nada ni nadie puede amenazar. Nos saca del modo supervivencia porque es creación pura. Cuando bailo, todas mis inteligencias están despiertas, está despierta toda la operativa del ser”.
Por último, Figueroa llamó a la unidad y la comprensión de lo diferente, también la de las simpatías políticas, incluso las muy exacerbadas, y puso como buen ejemplo la reciente transición gubernamental: “A unos más en el fondo, otros más en el frente, se les nota, a otros no se les nota, pero todos queremos que todos los humanos, y la divina tierra que nos abraza, estén bien. Y ahí vamos caminando por las piedritas en la tierra, las piedritas de luz, hacia una humanidad en la que todos tengan oportunidades y un propósito en la vida”, dijo y agradeció asombrada por la numerosa cantidad de amistades que la acompañaron esa noche.
El evento terminó con las sillas devueltas a pilas junto a las paredes para aumentar las medidas de un salón de baile de estilo libre previsto como lógico festejo. Organizada la ronda, Alonsopérez tomó el centro de la pista con una danza de movimientos salvajes.