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Sin cuerpo ni alma: ¿quién necesita estas nuevas canciones de Riki Musso?

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El cantante, músico y compositor uruguayo lanzó el EP Acuerdos asimétricos y el sencillo “El exilio de bonsái”

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Si alguien le pidiera a una inteligencia artificial tres canciones originales de Riki Musso con algo de actualidad uruguaya, un poco de introspección psicoanalítica, otro de culpa cristiana, una pizca de ajenidad psicótica y un trasfondo de crítica social, el resultado final no sería muy distinto al de Acuerdos asimétricos, el nuevo EP del músico uruguayo, fundador del Cuarteto de Nos.

De todos modos, el descubrimiento nada tendría de novedoso. Mucho antes de Chat GPT, incluso de la proliferación de los cibercafés en territorio oriental y el acceso masivo a la telefonía celular avanzada, el excéntrico guitarrista supo echar mano a todo tipo de inteligencias artificiales, armando y desarmando aparatos de música y de otros ramos, con una curiosidad que excede lo artístico y se acerca al afán científico, que le ha permitido la creación de inspiradas melodías, reconocidas por un considerable número de oyentes, por muchos de sus colegas y por calificados jurados como los que otorgan cada año los premios Graffiti.

Si tomamos como única referencia su vida separada del Cuarteto y de otros proyectos no solistas, como el de Exilio Psíquico –una gran injusticia en términos históricos y comparativos, pero de todas formas un método conveniente para refinar la verdadera esencia sonora y poética de este hermano Musso–, su saldo artístico sigue estando a favor luego de 30 años de divagaciones estilísticas.

Desde el instrumental de “El despertar de Mirpo”, incluido en la banda sonora de la exposición 1 como Mirpo (1992) del artista plástico Fernando López Lage, pasando por los mejores momentos de su álbum Servo (2006), como “Autos nuevos” o “Servo control”, y los de Formidable (2014), “Cabras en el ascensor”, “Sánchez, el gurú del overlock”, hasta sus últimos cortes, con los que parece abrazar lo más rústico de su estilo experimental, Riki siempre ha sido el Felisberto Hernández de la música contemporánea uruguaya, en la coincidencia de un terreno fantástico y surrealista salido de lo cotidiano y un folclore definido en postales de miseria espiritual y física, precariedades y remiendos de identidad uruguaya, con los que ha alcanzado un vuelo poético mucho más alto y efectivo que el de colegas con inquietudes comparables.

Se sabe que a sus logros Riki Musso les dice tropiezos o casualidades hijas de su mente distinta, y que nada está más lejos de la realidad. En cualquier caso, al igual que el notable escritor y pianista (Hernández, por las dudas), el encuentro y las combinaciones inusuales de patrones sonoros y lingüísticos se conjugan en un norte al que Musso parece tender indefectiblemente, según lo presentado en sus nuevas canciones, como si no pudiera encontrar otro modo de funcionamiento.

En la contracara de la supuesta limitación se abre el infinito camino de la abstracción, en el que ha sabido moverse como pez en el agua al punto de conseguir con su arte una convincente imitación de las funciones cerebrales que provocan los sueños y otras creaciones complejas que mueven el comportamiento humano, como el conjunto de movimientos que provocan coreografías indígenas, los viajes astrales o las predicciones del pae Donato.

Tal vez, todavía, no sea del todo cierto que una inteligencia artificial pueda encontrar los ingredientes y la forma de batir de Musso. Una IA de uso gratuito podría devolver algo como la divertida y rítmica “Cara de huevo duro”, con un poco de Cuarteto de Nos clásico, un poco de Andy Kaufman, un poco de “I Zimbra” de David Byrne, un poco de pospandemia, y un poco de Cacho Bochinche y un poco de bullying. A la hora de inventar algo como “Nosotras, albóndigas” podría empatar lo sonoro, pero dudo que una IA sepa rescatar las trazas de desidia casera incluidas en esta entrega de producción nacional que, de tan triste, no me animo a reproducir en este medio.

Lo ultimísimo del músico es el sencillo “El exilio de bonsái”: música de tierra adentro filtrada con artefactos electrónicos en la que se menciona la caña con pitanga y un fragmento de letra de una canción futbolera, como parte de una narración distópica de la historia artiguista, posiblemente producida por una borrachera de un admirador del prócer o de un baile de jubilados reunidos en una fiesta del ibirapitá. Todo podría ser.

Entonces, con lo más valioso del Riki Musso 2025 como referencia de este envío, me preguntaba quién podrá necesitar algo como “No está en mis planes”, una canción cuyo contenido se advierte al filo de una empatía directa y rara en Musso, en el track que abre el EP Acuerdos asimétricos, cuya portada muestra un inminente final que pasa inadvertido por sus protagonistas.

Con una base básica y funcional, en la sintonía más lúdica del músico, perfectamente contagiosa y bailable, el hombre de lentes gruesos canta: “Está cansado, flaco y derrotado/ pobre muchacho/ no sabe hablar/ viene de lejos salvando su pellejo/ soy un problema para los que me bancan/ una vergüenza familiar”: una oda al patetismo humano, al deterioro y la vejez de algún tipo, que podría convertirse fácilmente en un himno latinoamericano de los vencidos, en el que la explotación productivista y sus consecuencias se dan de boca contra un estribillo, muy Cuarteto/Campodónico, que es toda una declaración sin bobadas ni sentidos retorcidos: “No me quiero salvar/ no está en mis planes/ no me interesa ser feliz”.

Acuerdos asimétricos y “El exilio de bonsái”, de Riki Musso. En plataformas.

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