Cultura Ingresá
Cultura

De amistad y de juego

4 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago

Lucía Franco presentó Mi amiga de al lado y se reeditó en Uruguay Rompecabezas, de Diego Bianki.

Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

Mi amiga de al lado

Con Mi amiga de al lado, la ilustradora Lucía Franco (Pájaros y El niño de la mancha con Natacha Ortega, Ema y las abejas con Virginia Mórtola, Y tú, ¿de dónde sos? con Pablo Fernández), se lanza como autora integral y nos regala una historia conmovedora y cercana.

Mi amiga de al lado es una historia de transformaciones y de amistad. Franco cuenta, conjugando texto e ilustraciones en una amalgama inseparable. Los textos son breves, sin adornos y condensan la acción y la emoción de la protagonista, mientras que las ilustraciones marcan el tiempo, abren el universo cotidiano de la niña y vehiculizan el punto de vista de los otros personajes. Es una historia de cambios –comienza con una mudanza– y de la amistad entre la protagonista, Lucía, y su vecina de al lado, una anciana llamada Victoria, un vínculo fuerte, en el que cada una encuentra en la otra refugio y compañía, a la vez que se complementan desde sus perspectivas en los dos extremos de la trayectoria vital.

La acción transcurre, podemos suponer, en nueve meses, quizá diez: comienza en invierno –un invierno boreal con nieve– y termina el 31 de octubre, en Halloween. Entre las pequeñas historias cotidianas, en ese tiempo se suceden acontecimientos muy significativos: la mudanza y la amistad entre las protagonistas, el cumpleaños de Lucía, el nacimiento de la hermanita, la muerte de Victoria. Esta sucesión que, enumerada de esta manera, puede resultar agobiante e incluso burda, se cuenta con la sencillez y la naturalidad de la vida misma, como si fuéramos testigos privilegiados de esas dos casitas vecinas, la 43 y la 45.

La historia la cuenta en primera persona Lucía; es su perspectiva la que conocemos al leer el texto escrito. Sin embargo, la ilustración funciona como un narrador omnisciente que nos permite acceder a la historia desde afuera y conocer otras perspectivas, observar lo que ocurre alrededor, aproximarnos a los sentimientos de los personajes. Franco maneja con delicadeza lo que dice y lo que calla, y esos silencios elocuentes dicen aquello para lo que Lucía no tiene palabras.

Las ilustraciones del inicio y del final expresan, a través de la representación de las dos casas, la circularidad. Con sutileza, de todos modos, los detalles muestran que esa estructura estable que sigue siendo la misma es también la que sostiene los cambios, que aparecen en pequeños detalles: todo permanece igual, pero distinto, y da la idea de transcurso, de continuidad.

Franco consigue transmitir la densidad de lo cotidiano. Si bien la historia que cuenta está marcada por verdaderos acontecimientos, se enmarcan en el devenir de lo cotidiano y son los pequeños detalles, las cosas compartidas, las que van tejiendo la amistad entre Victoria y Lucía. Hay dos soledades que se encuentran y hallan en la otra lo que necesitan: tiempo, conversación, un universo para compartir y conocer; hay dos vidas paralelas, llenas de cosas en común que irán descubriendo o nos irán mostrando. Hay también otros hilos que los lectores podemos seguir –la ausencia del padre, la timidez de Lucía, la incertidumbre–, que no se mencionan pero se insinúan, son vistos. Y en este punto, destaco cómo se ilustran las miradas de los personajes, en particular la de la madre, que aparece como testigo participante.

Mi amiga de al lado deja una sensación de tibieza. Lleno de detalles y abierto a diversas lecturas y preguntas, dejará su huella, igual que esos nueve meses cambiaron a las casitas 43 y 45 y a sus habitantes.

Rompecabezas

Aunque fue publicado originalmente en 2013 por el sello argentino Pequeño Editor, la novedad es que Rompecabezas, de Diego Bianki, se acaba de reeditar y está accesible en Uruguay, por lo que es una oportunidad para revisitarlo.

Rompecabezas es, además de un libro, un proyecto artístico del autor. Bianki construyó para su realización muchísimas piezas: personajes pintados en cajas de cartón. Con ellas jugó para formar los personajes del libro, que pone en diálogo, en un juego de espejos en cada doble página, a seres diferentes, poniendo frente a frente a un yo y un .

La narrativa se construye en un juego de contrastes e identificación que opera mediante la repetición del recurso y va abonando la idea central: la identificación a pesar de las diferencias (o en las diferencias). “Sin embargo, todos estamos hechos de polvo de estrellas” y “todos juntos hacemos el mundo”, plantea el autor. Insectos, personas, pequeños vampiros, animales varios, extraterrestres verdes aparecen en plano de igualdad, frente a frente, en una toma de posición que invita a la reflexión.

Rompecabezas se propone inmenso y atrapante. La paleta de colores alta, vibrante, el tamaño de las ilustraciones a toda página, los detalles y la gestualidad de los personajes, la imaginación puesta al servicio de la representación de un universo, atrapan al lector, lo sorprenden y lo invitan a ponerse a jugar. El juego aparece en distintas dimensiones: en la alusión a los rompecabezas de madera, en la elaboración de estos de manera artesanal, en el libro mismo que se convierte en un juego de páginas que se despliegan. Por otra parte, mediante el armado de los prismas, Bianki propone una mirada micro y una mirada macro: luego de la tesis que separa aguas en el libro, se pasa de construir los rostros de los personajes a construir con ellos un mundo.

“¡Deja que tu cabeza se abra!”, propone Bianki, y la ilustración redunda en un guiño humorístico. Porque al final del libro –artista plástico y docente al fin– cuenta su secreto, va a invitar a los lectores a experimentar, a crear ellos mismos y continuar el juego, que es infinito como las combinaciones posibles. Y, en esta convicción de que “aunque seamos tantos y parezcamos tan distintos, hay algo en lo que somos iguales: todos somos diferentes”, se propone la perspectiva de construir un nosotros.

Mi amiga de al lado, de Lucía Franco. Baobab, 2025. 40 páginas. $ 590. Rompecabezas, de Diego Bianki. Pequeño Editor, 2025. 64 páginas. $ 1.320.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

¿Te interesa la cultura?
None
Suscribite
¿Te interesa la cultura?
Recibí la newsletter de Cultura en tu email todos los viernes
Recibir
Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura