Con armoniosas melodías de folk y postales campestres de plantas y lunas amigas, Simona Bustelo (21) podría engañarte. Nadie dijo que sus discos no sirvan para acompañar una hora frente a apuntes de estudio o que no sean capaces de inspirar las mejores vibras de una mañana por comenzar. Sólo conviene avisar que, sin el sobresalto del agua demasiado caliente, la paz sugerida en la sonoridad de sus canciones podría agotarse de pronto ante la irrupción mental de una pregunta totalmente desubicada y urgente.
“Aquellos días en los que no podía ni cantar y sólo le gritaba al mar”, lanza la cantante y compositora uruguaya, criada en El Pinar, en “18”, uno de los temas de su notable EP Florecer flores (2023). “A veces duele la sombra de la madre / la sombra de la luna”, dice en “Junio”, bajo un tejido acústico nada colorido.
“Ahora estoy contenta y bastante tranquila, tratando de desconectarme de todo el armado del show”, cuenta a la diaria en la semana previa a la presentación oficial de su álbum Noche oscura del alma, que será este martes en la sala Hugo Balzo del Auditorio Nacional del Sodre.
En su primer larga duración, Simona redobla la apuesta de una primera persona arrojada a sus tormentos, en narraciones que podrían concluir con posibles soluciones. “Pensé que nadie iba a quererme”, admite en “Candombe raro”; “Cantame canciones que me hagan llorar”, pide en “Jazmín”; y en la explícita “Conviviente” explica: “Estoy cansada de no parar de pensar...”.
“Mi generación tiene que lidiar con el individualismo y la tecnología, pero al mismo tiempo está tratando de tocar fibras de la sensibilidad”, apunta la cantante. “Para mí, lo más importante es que en el oído del oyente se sienta lo que yo estoy sintiendo al momento de interpretar y cantar”, dice sobre la esencia de su música. “En vivo, siempre intento que toda la banda se sienta bien, porque eso también se nota al momento de tocar. Me gusta que todos estemos conectados, en una misma línea hacia la que queremos llevar las cosas para que eso también se transmita al público”, asegura.
“Y en el estudio, grabando este nuevo disco, me pasó de estar varios días con la banda y con Esteban de Melas”, dice en referencia al productor del disco, “ensamblando las bases de las canciones, pero como espectadora. Y cuando me tocó entrar a cantar, lo mejor que me salió siempre fue en la primera toma”, cuenta, y pone como ejemplo de la crudeza anhelada “Febrero”, un tema en el que comparte versos con Pedro Dalton, de Buenos Muchachos. “Fue el primero que hicimos. Apagué las luces del estudio y no presté atención a lo técnico. Creo que ahí se escucha esa conexión que estoy buscando”.
Foto: Rodrigo Viera Amaral
Simona estudió canto y composición con Papina de Palma, a quien le atribuye gran mérito a la hora de encauzar su creatividad y su catarsis de forma artística. Entre sus gustos musicales menciona una etapa de fanatismo por la banda española Extremoduro, la fidelidad a la estadounidense Natalie Merchant y la predilección por “voces lamentosas” como las de Fernando Cabrera –“su voz sale muy de adentro, y es como que exorciza con su canto”– y Chavela Vargas. Su banda fundamental, de todos modos, se llama Buenos Muchachos.
“Son una gran referencia para mí, y Pedro, como intérprete y poeta, también”, dice, al tiempo que trae la coincidencia de su año de nacimiento, 2003, con la salida del disco Amanecer búho: “Ese disco me acompañó mucho en mis primeros años de vida. En casa sonaba todo el día y en la puerta de mi baño había un afiche con la tapa del disco. Mi madre había trabajado en la promoción del show con el que lo presentaron en el teatro El Galpón”, recuerda, y elige como canción preferida “Milagros”, del álbum Uno con uno y así sucesivamente (2006).
“Hoy la vamos a hacer con Pedro. Yo la cantaba por las escaleras cuando tenía cuatro años y hacía toda una performance. Obviamente, es un tema superoscuro, que habla de temáticas pesadas. Yo creo que conectaba con algo más allá del mensaje de la letra. Era como una fuerza o una intensidad que me transmitía esa música. Y cada vez que yo escucho a los Buenos me transmiten esa misma energía que yo ahora quiero lograr con mi música. Creo que ellos también siempre quisieron conectar, y eso me parece admirable”, reflexiona.
Simona se declara “muy oyente de las palabras y de las voces” y “muy pinarense”, así que quizás no haya nada de ficción en su poesía. “Siempre escribía en cuadernos y en mi teléfono las cosas que me pasaban, pero no lograba trasladar esas vivencias a una canción. Papina me ayudó a encontrar distintas maneras y mecanismos para lograrlo”, relata.
“Soy muy poco citadina”, acota sobre su localía. “Me encanta vivir en El Pinar. Ahí están mi familia y mis amigos de la infancia. Es un lugar muy lindo, con mucho verde, donde podés andar en bicicleta por cualquier lado. Ahora vive mucha más gente que antes, pero me sigue pasando que cada vez que tengo que salir de ahí, cuando vuelvo siento que estoy en una paz total”, concluye.
Simona presenta Noche oscura del alma. Martes a las 20.00 en la sala Hugo Balzo del Auditorio Nacional del Sodre. Entradas $ 600 en Tickantel. 2 x 1 para la diaria.