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Foto: Alessandro Maradei

“Nací en esta época y hago lo que puedo con lo que tengo”: rebeldías, ansiedades y parecidos de Agustina Giovio

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La cantante uruguaya habla de su disco debut, su experiencia en el programa Tu cara me suena y cómo aprendió a lidiar con los ataques de pánico.

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“Está buenísimo ser productor musical porque cuando vos tenés una visión muy clara de lo que querés, a veces a través de otros no podés llevarla a cabo de la misma manera. En cambio, si tenés todas las herramientas, lo podés hacer tal cual, aunque nunca queda tal cual, pero seguro muy cerca de lo que te imaginaste”, dice frente a una cámara que la retrata junto al espejo, anticipando su participación en el concurso televisivo Canta conmigo, conducido por Marcelo Tinelli.

“Hola, mi nombre es Agustina Giovio, vengo desde Uruguay. Mi sueño es vivir el resto de mi vida escribiendo canciones y cantando, y los invito a gozar este momento conmigo”, se presenta a continuación, rodeada por la soledad de un galpón iluminado y frente a un lote de jurados con filas de cantantes consagrados, docentes líricos y figuras mediáticas con vestimentas extravagantes. Es el invierno de 2022 y Agustina Giovio busca retomar su carrera de este lado del mundo, luego de una intensa travesía por Estados Unidos como estudiante de comedia musical interrumpida por la pandemia, que la devolvió a Montevideo. De ese encierro de inseguridades logrará salir airosa escribiendo nuevas canciones.

“Siempre me consideré mejor escritora que cantante”, dice, sin casete, la artista de 24 años, mientras camina con soltura entre la decoración vegetal de un coliving en Punta Carretas, transformado en su hogar mientras tramita una mudanza a Buenos Aires para el próximo capítulo de su carrera artística.

“Acá te podés quedar un mes, dos meses. Hay gente que se queda a vivir”, cuenta mientras subimos por el ascensor hasta el piso 11 del edificio, desde donde puede verse a un hombre pequeño, con ropa de jean y gorra de lana amarilla, barriendo hojas secas de una piscina.

En un amplio loft de uso múltiple, una mujer pelirroja comenta sobre el frío del día, primero en español y luego en su inglés natal, con auriculares puestos y conectada a una computadora. Otro joven pelirrojo, con grueso abrigo, maniobra un cuchillo sobre una tarta de verdura. La cantante rodea los amplios sillones elegidos para continuar la charla.

“Este lugar es ideal. También lo usan colegas que trabajan con marcas o vienen a grabar videoclips”, cuenta, y adelanta un proyecto en común con el músico tropical El Reja.

El perfeccionismo que reconoce en sí misma tiene dos caras: la del inconformismo habitual –“a veces quiero explicar que en los ensayos estuve mucho mejor”– y la del impulso que la mueve a tomar un balde con engrudo y llevarlo hasta la avenida 18 de Julio, en pleno invierno de 2024, para pegar los afiches del concierto con el que presentará su primer disco, Generación de cristal, a sala llena. “Los primeros me quedaron medio torcidos, pero después le encontré la vuelta”, admite con humor.

“Al mismo tiempo, necesito estímulos nuevos todo el tiempo para no aburrirme”, advierte, y recuerda su paso por el programa Tu cara me suena (Teledoce). Allí se la ve en su salsa, desplegando sus dotes de actriz y cantante, emulando a artistas como Mon Laferte, Nicki Nicole, Olivia Rodrigo, Lali Espósito y Axl Rose: “Fue una experiencia muy intensa. Yo me la tomé como un desafío. Estudié a fondo cada personaje: no sólo sus canciones, también sus biografías y siempre pensando ‘¿qué más puedo aprender?’”, explica sobre su participación en el célebre formato televisivo, que invita a los concursantes a combinar sus capacidades artísticas, vestidos y maquillados como sus homenajeados.

“No tengo memoria de querer hacer otra cosa. A los 3 años ya lo tenía clarísimo”, dice sobre el comienzo de su vocación. “Siempre me lo tomé muy en serio. No era tan seguro lo de cantar, pero sí sabía que quería bailar o actuar. A los 4 ya bailaba ballet y hip hop. A los 9 estaba en un programa de televisión y a los 17 me fui a estudiar comedia musical”, relata.

Cosquín Rock (archivo, mayo de 2025).

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Escuela de rock

“Yo no me considero un prodigio: aprendí a cantar estudiando mucho”, afirma, y vuelve a destacar la importancia de la escritura en su vida: “En primero de escuela organizaron un concurso de cuentos. Escribí uno porque había que hacerlo y a los pocos días me enteré de que había sido seleccionado para participar en un concurso nacional. Era una historia de hadas y ganó el primer premio. Ahí me di cuenta de que disfrutaba de escribir. También porque no me destacaba en otra cosa: era malísima en dibujo y en deportes. Desde entonces empecé a engancharme con la poesía, al punto de que más tarde llegué a entregar exámenes escritos en rima”.

A la música llegó a través de un vecino que vivía frente a su casa y daba clases de varios instrumentos. “Hubo un verano en el que mi madre me mandaba todos los días. A mí me encantaba ir y ahí empecé a escribir canciones”, cuenta.

Su playlist conserva mucha de la música que define su estilo: Green Day, Avril Lavigne, Blink-182, Billy Joel y Guns N' Roses. En su Instagram se la puede ver transformada en Axl Rose, su preferido, cantando el clásico “Welcome to the Jungle” ante el asombro del jurado de Tu cara me suena.

“Creo que Axl fue la interpretación que más disfruté. Con otros artistas tenía que estar más contenida, pero con él podías saltar y correr; me gusta esa cosa de rebeldía que genera mucha adrenalina”, dice. En el mismo sentido, agrega a su playlist a Rage Against the Machine, El Peyote Asesino y Abuela Coca: “A ellos los descubrí en el Cosquín Rock. Mi baterista me dijo que eran de la misma época que el Peyote y que no me los podía perder. Cuando los vi en vivo, me encantó la energía que tienen y lo que provocan en la gente”, dice sobre el músico Emiliano Pérez Saavedra.

Durante su turno en uno de los escenarios principales del Cosquín, la cantante, vestida con un tapado de leopardo, lidera con soltura y virtuosismo vocal una banda de punk-pop con una sonoridad cercana a Trotsky Vengarán y Fun People, con estribillos pegadizos y adolescentes. “Ojalá se repita. Siempre me pongo muy nerviosa, y a veces eso me juega en contra en lo vocal, pero fue un show que disfrutamos mucho con toda la banda”, asegura. “Me saqué muchos gustos, hicimos unas visuales increíbles y logré divertirme. Igual, lo mejor de todo fue el intercambio con músicos de otros grupos y la cantidad de gente que conocés”.

Esa noche, además, se subió a cantar con la murga Agarrate Catalina: “Fue algo totalmente impensado. La Catalina es un ícono de la música uruguaya. Me invitaron de un día para el otro y, sin ensayo, me puse a cantar y salió divino. Recuerdo el estribillo que cantamos y se me eriza la piel”, dice, y la euforia de ese momento revive en el relato y en su rostro.

Catarsis y comunidad de cristal

“Qué ganas de vivir / No te voy a mentir / Un día tenía amigos / ahora tengo rivotril”, canta en el inicio de “Generación de cristal”, el tema que abre su disco debut.

Luego, en “Malditación”, confiesa: “Hace tres días que no duermo / corte me encierro / Ya prendí un palo santo pa’ calmarme / Pero ni al universo hoy le pinta contestar / Me siento que estoy un poco loca / Y pa’l carajo si acepto la derrota”.

Varias veces le advirtieron que su poesía autobiográfica podía jugarle en contra a la hora de sumar puntos en la industria del pop: “Me decían que si me mostraba vulnerable no me iban a contratar”. Sin embargo, siguió adelante con sus canciones más personales.

Foto: Alessandro Maradei

“Yo sufro mucho de ansiedad y ataques de pánico, sufro montones”, dice. “Y hablo pila de esto porque a mí me sirve y creo que a otros también. Que alguien tenga ataques de pánico o un trastorno de ansiedad no quiere decir que no pueda tener una vida normal o ser exitoso, como me llegaron a decir a mí cuando arrancaba. A veces me cuesta salir de la cama”, admite. “Y me gusta visibilizar esas cosas también porque sé que muchos pasan por lo mismo”, afirma.

La música y la escritura, cuenta, siguen siendo fundamentales en su vida como espacios terapéuticos. “A veces sólo escribo para poner mis sentimientos en algún lado, para sacarlos. Hay canciones tan crudas que ni las muestro; me parece demasiado para que alguien las escuche. Pero a mí me hace bien escribirlas”, dice, y agrega: “Además, hago terapia psicológica y tomo antidepresivos y ansiolíticos. Al principio me costó aceptarlo. Tenía miedo de quedar anestesiada o perder creatividad, pero la verdad es que el tratamiento me ha ayudado muchísimo”.

Como respuesta al mensaje de su música, Agustina recibe fotos de personas con frases suyas tatuadas, o historias en las que reconocen un sufrimiento compartido. “A veces siento la presión de cuidarlos, porque muchos se abren y me cuentan lo que les pasa. Muchos son jóvenes. Con algunos tenemos un grupo de Whatsapp donde intercambiamos música, pero lo primero que les digo siempre es que busquen ayuda profesional”.

Entre sus fortalezas, Agustina destaca la disciplina y el humor: “Sé cómo convertir la tragedia en comedia. A veces para tapar, pero también para decirme: ‘Esta es la vida y hay que reírse de todo: de lo bueno y de lo malo’”.

Otro envase

“Yo no nací con el teléfono en la mano, pero a los 12 o 13 ya lo tenía”, recuerda en el inicio de una reflexión meditada sobre su generación. “La inmediatez obviamente nos afecta. También estamos muy expuestos a las redes y a la comparación”, sostiene.

“Las generaciones mayores siempre nos dicen: ‘En nuestra época nosotros no teníamos nada, era todo más difícil, pero le buscábamos la vuelta. Jugábamos en la calle y tomábamos una sola Coca-Cola en la semana’. Y sería así. A veces hasta me gustaría haber nacido en esa época, pero nací en esta y hago lo que puedo con lo que tengo”, remata su idea.

Agustina no se reconoce en el parecido físico con su madre, pero la gente se lo recuerda todo el tiempo: “Desde hace unos años, ella cumple el rol de mi mánager, y cuando vamos a firmar un contrato me dice: ‘No digas que soy tu madre’, porque está convencida de que le quita profesionalismo, pero la apariencia la delata”, se ríe. “De carácter soy muy distinta a toda mi familia. Ellos son muy de discutir y gritar. Yo, desde chica, me guardo las cosas. Por eso escribo, prefiero evitar el conflicto, y creo que de ahí viene también la ansiedad. Ellos se matan y a la media hora están comiendo juntos. Al final, no sé qué será lo más sano”, se pregunta.

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