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Mocchi.

Foto: Alessandro Maradei

Mocchi recuerda la grabación del jingle para Yamandú Orsi, se imagina como presidente y se prepara para sus shows del 9 y 10 de agosto en el Solís

8 minutos de lectura
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“Está bueno que exista la ley de identidad de género, pero falta formación para que se pueda cumplir”, dice el músico.

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“Siempre estoy cortando madera, llevando un cable de acá para allá, poniendo una ventana. Hoy pintamos dos paredes y dos muebles. Siempre estoy construyendo”, confirma Mocchi sobre la constancia de un hábito que le permitió construir su propia casa en Punta Rubia, desde la que había atendido el teléfono la última vez.

“Ahora ya no tengo domicilio”, anuncia esta vez el cancionista trans uruguayo, en diálogo con la diaria. “Voy y vengo entre Buenos Aires, Montevideo y Punta Rubia. Siempre estoy girando”, explica.

Recién llegado de una gira española, Mocchi se prepara para dos funciones en el Solís de un concierto de tres horas y media, en las que repasará sus cinco discos y estrenará sus nuevas canciones junto con un grupo de 24 músicos uruguayos y argentinos sobre el escenario.

Los nuevos arreglos edilicios que lo ocupan esta semana corresponden a un apartamento del barrio La Aguada, que fue su primer domicilio independiente y al que define como un hostal abierto a sus amigos músicos mientras se quedan en Montevideo. “Los recuerdos más fuertes y vivos de este espacio tienen que ver con las convivencias”, relata. Y eso, sobre todo, “pasa cuando nos juntamos para una fecha grande como la de ahora en el Solís. Otra cosa que me hizo amar este lugar es que formamos una gran comunidad en el barrio. Los vecinos vienen a los ensayos, entonces la conexión es muy fuerte”, dice.

“El primer recuerdo que tengo es de cuando recién me mudé. El apartamento no tenía ni siquiera pisos y, de a poco, fuimos arreglando la cocina, el living, el baño. Estaba todo roto cuando llegamos, y todavía lo seguimos refaccionando para dejarlo más confortable. Ahora tenemos vidrios dobles”, apunta con orgullo.

¿Te sentís cien por ciento uruguayo, o también un poco argentino?

Me siento del mundo. Siento que soy muy uruguayo en Argentina y muy argentino en Uruguay.

Ayer escuché una canción nueva que tocaste en la televisión, “Armadura”.

Ese tema está recontra atravesado por la migración, pero por la migración de todo: de los cuerpos, de los lugares, de las ciudades. Siento que es algo que me está moviendo. Con respecto a la identidad, me pasa, por ejemplo, que a medida que estoy menos tiempo en Uruguay, me doy cuenta de todo lo uruguayo que soy. Y no es que emigré, pero estoy constantemente cambiando de lugar, y ese estado de situación me está moviendo cosas.

“Armadura” habla de estar en constante cambio y transformación de la propia identidad.

¿Qué nos diferencia de los argentinos?

Lo que más extraño de acá cuando vivo allá es estar a diez minutos de todos mis amigos. En Argentina, sobre todo en Buenos Aires, es un plan ir a ver a un amigo. Es tipo: “Nos vemos el martes a las cinco de la tarde” y tu amigo se organiza para salir del laburo y tomar un transporte a tal hora y vos te organizás para recibirlo. Acá, de repente, te visitan una hora porque igual: “Te veo mañana”. Creo que allá se valora más el encuentro. Al mismo tiempo, en Buenos Aires la velocidad con la que pasan las cosas es otra. Acá va todo más despacio y hay una cosa de la amabilidad uruguaya que allá, si vas a un quiosco, capaz que no se da.

Los shows que vas a dar en el Solís son muy ambiciosos, tanto por su duración como por la cantidad de músicos que van a participar. ¿Qué encanto tiene para vos este formato?

Para empezar, todos los músicos que participan, de Argentina y de Uruguay, están muy involucrados en este proyecto. El gran desafío está en ensamblar todas las partes del espectáculo. Por ejemplo, yo ensayo acá con los vientos, en Argentina con las cuerdas, y eso después se junta. Me encanta que sea de esa forma porque deja mucho espacio a la improvisación.

Como que hay muchas cosas que se sabe que van a suceder y muchas otras que no. Eso nos permite habitar el escenario con una libertad re zarpada. Si bien hacemos tres ensayos generales de cuatro horas, donde nos juntamos todos, hay un montón de cosas que no se sabe cómo van a ser y cómo van a suceder.

Tiene algo de punk esa forma de tocar.

Sí, aunque todos los músicos saben en qué se están metiendo. El otro día escuché una entrevista a Noelia Sinkunas, una pianista con la que toco bastante y que es una monstrua, y decía algo así como que cuando empezó a tocar en el proyecto Mocchi, al principio no entendía nada, hasta que se dio cuenta de que era mucho más lo que podía explorar y aprender que lo que había para ensayar. En este formato más grande ensayamos el principio y el final del espectáculo, y el medio queda bastante libre para que todos propongan y prueben con algo. Dicho lo cual, tengo claro que los músicos con los que toco son unos salados. Todos.

¿Con quién dirías que aprendiste a escribir canciones?

Si pienso en esa suerte de cifrar lo que uno tiene para decir y que a veces ni sabe qué es, y que puede volcar en canciones, siento que mis psicólogos han sido grandes maestros de la composición.

Foto: Alessandro Maradei

También pienso en los músicos con los que he tocado. Hubo un momento en el que giraba mucho con el pianista y productor argentino Luis Volkov. De repente le decía: “Tengo esta idea, pero siento que este acorde no va”, y él me proponía otro acorde. Fue un gran maestro.

Después, influencias, cosas que escucho o que he escuchado a lo largo de mi vida, que van desde Pibes Chorros hasta Fernando Cabrera. Siento que siempre me paré mucho a escuchar letras y descripciones: de Cabrera, Jaime Roos, Ruben Rada, Alfredo Zitarrosa, Chico Buarque, grandes maestros de la canción. Soy mucho más de las letras que de la música; es lo que me atraviesa.

Volví a escuchar el jingle que compusiste para la campaña electoral del actual presidente, Yamandu Orsi. En los comentarios del video muchas personas decían que había sido el mejor jingle de esa campaña del Frente Amplio. ¿Cómo viviste esa experiencia?

Eso fue re loco, porque casi no existe el jingle. Si existió fue por un capricho mío. Cuando se comunicaron conmigo me dijeron: “Mirá, queremos una versión con todas las voces de los artistas que participaron en la campaña, y una versión de piano y voz”. Contesté: “Bárbaro”. Me contratan para eso. Me iba a tomar un avión, porque en ese momento yo estaba de gira, y se rompe el avión. No sabía si llegaba, si no llegaba, y mi productor me dice: “Vamos por barco”, entonces llegamos.

Cuando estábamos en camino al estudio me dicen: “Al final, no vamos a hacer la versión de piano y voz porque Luciano [Supervielle] está complicado para venir, y tenemos esta otra versión”. Yo les dije: “Listo, no me paguen, pero yo no estoy para hacer otra cosa. Siento que vine a grabar una cosa de piano y voz, que es lo que puedo hacer bien y que puede llegar a conmover a alguien. Además, es lo que artísticamente me convence”. Y ahí me decían: “No, bueno, pero escuchá esto otro que está bueno”. Lo escuché y al que estaba a cargo de la campaña le dije: “Me parece horrible, esto yo no lo voy a grabar”. Y ahí, a último momento, llamaron a Luciano, que dijo: “Voy a ver con quién puedo dejar a mis hijos”, y finalmente aceptaron mi planteo. Para mí fue una decisión que estuvo re buena, porque, si yo no me ponía firme, el jingle podría no haber existido.

Capaz que el resultado de las elecciones era otro.

Es que yo en esas cosas no transo. El productor me decía: “Vas a cobrar igual”. No es un tema de plata. Yo no quiero poner mi voz en algo que no esté re bueno. Y también les dije: “Yo lo grabo en diez minutos. Me dedico a esto y soy profesional. No estoy acá boludeando”. Me decían que por lo menos iba a llevar dos horas. Cuando la terminé de cantar por primera vez, ya había tres personas llorando.

Uno sabe, creo que hace 20 años que hago canciones y las toco. Y sé también dónde tirar las balas. Me había esmerado, escucho mucho y encuentro la forma de interpretar. Lo que me habían mostrado era una cosa medio bailable y fue como: “No, yo no puedo”.

¿Cuál dirías que es tu compromiso con la fuerza política que ahora está en el gobierno?

Siempre digo que empecé la campaña antes de que empezara el clima de campaña. Porque ya viviendo en Argentina y viendo cómo iba cambiando toda la película con la asunción de Javier Milei, me dio un cagazo tremendo. No estaba ni ahí con que ganara la derecha. Entonces siento que más que compromiso con un partido, con lo que tengo afinidad en muchas ideas es con la gente, a partir de lo que yo observo y de lo que voy viendo en el lugar donde me muevo. En ese momento sentí que tenía que hacer algo, lo que pudiera, para que no ganara la derecha, básicamente. Y lo que yo puedo aportar tiene que ver con el diálogo y con reparar en las necesidades que no están cubiertas a lo largo de todos estos años.

Vi nacer y morir los Centros MEC, por ejemplo. Y así, muchas políticas públicas que colaboraron con que mi proyecto exista. Hay cosas que rompen los ojos, como el destrozo invisible de estos últimos años. Por eso decido apoyar un proyecto de país, más que un partido, que siento que es el más amable con la gente.

¿Qué es lo primero que harías si fueras presidente?

Yo creo que formaría mucho a los funcionarios públicos. Por ejemplo, está bueno que exista la ley de identidad de género, pero falta formación para que se pueda cumplir. En muchos lugares no tienen ni idea y hay que explicar todo. El otro día fui al banco para hacer el cambio de nombre en el BROU y la tipa que me atendió me dijo: “Pah, te tengo que pedir disculpas, porque no tengo ni idea de cómo se hace esto. Y yo debería saberlo”.

¿Cómo puede ser que exista una ley pero no haya gente capacitada para aplicarla? Fui a tramitar el pasaporte y también: “Pah, no sé si te lo tenemos que cobrar o no”. Y dudo que fuera la primera vez. Era raro que no supieran cómo manejarse. Y así como pasa con esta ley, debe pasar con otras. Siento que esas cosas son fundamentales porque hacen que la gente pueda ejercer su ciudadanía o no.

Otro tema es la participación artística de Uruguay en el mundo. Creo que de a poco eso va cambiando, pero todavía falta mucho. Hace como 15 años fui de casualidad a una cosa que se llamaba Feria de la Humanidad, en Estados Unidos. En el stand de México había tacos y mariachis, en el de Argentina, una pareja bailando tango, y en el de Uruguay había una vieja tomando mate en una mesa con cuatro volantes. Siento que en ese aspecto Uruguay no está nada pillo.

No puede ser que tengamos un montón de músicos talentosos y que no podamos exportar nuestra música. Y siento que tenemos todo para hacerlo. La industria de la música, la independiente y la no tan independiente, mueven mucho dinero.

¿Pillo es una palabra que te define bien a vos?

Siento que, si sobreviví, fue porque me mantuve atento a estas cosas que digo de Uruguay, porque siempre quise saber qué había más allá, generando lazos con otra gente, rebuscándome para que lo que hago funcione, buscando cada vez más escenarios y pensando siempre en la construcción de un futuro. Así que yo creo que sí, soy bastante pillo.

Mocchi en concierto. Sábado 9 y domingo 10 en el teatro Solís. Entradas desde $ 600 a $ 1.500 en Tickantel.

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