Que el fútbol y la política están íntimamente relacionados lo demuestran varios hechos a lo largo de la historia común que ambas disciplinas comparten. En Uruguay, según coinciden varios estudios que analizan el fenómeno, fue el Partido Colorado el primero que vislumbró el arraigo popular que tenía el juego y, por ende, los beneficios que éste podría traerle al gobierno, como representación de la política. La presencia uruguaya en la justa de Colombes fue impulsada y promovida por Atilio Narancio, un pediatra con fuerte ascendencia social y de estrecho vínculo con el fundador del batllismo.
Un trabajo del profesor de Historia Andrés Morales, especializado en Antropología del Deporte, publicado en la revista de Asociación de Profesores de Historia del Uruguay (APHU), consignó en 2002 que “el batllismo encuentra desde el vamos la importancia de darles vida a personas que arrastraban masas desde su actividad en el fútbol. Julio María Sosa comienza a destacarse en la dirigencia de Peñarol justo cuando el club vivía su trascendental paso de ser un centro gremial ligado al ferrocarril inglés, a independizarse totalmente y pasar a ser un club netamente criollo. Esto se da en 1913. Ya era muy importante su actividad periodística en la redacción del diario El Día (el diario del batllismo, un verdadero trampolín para hacer política)”. “El batllismo buscaba singularidades que le dieran identidad a la nación, y entre éstas aparece el fútbol”, marcaba Morales en aquel entonces.
Resultados y objetivos
Al igual que en los albores del siglo XX Uruguay buscaba afianzarse en su identidad colectiva como nación, es un tema al que José Mujica le ha dedicado mucho tiempo y discursos desde que asumió la presidencia el 1o de marzo de 2010. Concentró su esfuerzo en unificar a la sociedad en un tema con el que quedó dividida desde antes de la dictadura, durante y después. Se lo pidió a los militares, se lo pidió a los familiares y a todos en general, haciendo énfasis en no recargar con el pasado las mochilas de las nuevas generaciones.
Pero también lo ha hecho desde la práctica, logrando definir políticas de Estado junto a los partidos de la oposición, integrando a éstos a las direcciones de las empresas públicas. Quizá la renovación de los ministros de la Corte Electoral y del Tribunal de Cuentas concretada la semana pasada sea hasta ahora el máximo resultado que pueda exhibir el presidente. Y si bien no fue Mujica el que clasificó a la selección uruguaya, sus intervenciones como primer mandatario en torno a la suerte de la celeste en el máximo torneo deportivo mundial fueron calificadas como muy importantes, por ejemplo, por el politólogo Daniel Chasquetti. En especial aquellas declaraciones que les dirigió cuando cenó con los integrantes del plantel previo a que viajaran al continente africano.
Les dijo que “ellos representaban a los niños” y les pidió que, además de intentar ganar, “se divirtieran”, quitándoles el peso de tener que cumplir con “la historia”, aquella que se construyó en base a los triunfos mundialistas del 30 y del 50. “Cuando escuché esas palabras se me vino a la mente una imagen que tengo registrada desde chico, cuando en 1974, en plena dictadura, [Juan María] Bordaberry fue a despedir a la selección que viajaba a Holanda 74 y Masnik le dijo: ‘sabremos cumplir’”.
Para Chasquetti, con su prédica Mujica favoreció en la previa a que la sociedad pudiera aceptar que el fútbol sigue siendo un juego, fortaleciendo la filosofía de Washington Tabárez de intentar “desdramatizarlo”. En una nota publicada el fin de semana por el portal de la BBC en español, el docente de Sociología del Deporte en la Universidad ORT, Leonardo Mendiondo, destacó en esta línea: “Ya no vamos al Mundial con la soberbia infundada de que vamos a salir campeones sino que vamos disfrutando paso a paso cada triunfo que vamos consiguiendo”.
Pero en 1990, cuando el maestro Tabárez llevó a la celeste al campeontado de Italia, no había tenido el mismo apoyo desde el discuso y la acción política y desde el periodismo (que en esta cobertura cambió palabras tales como “rendimiento” por “solidaridad”, “desempeño” por “organización”, entre otras). Comenzaba entonces una década marcada por la cultura del individualismo, la competencia y la eficacia. “Los resultados de este Mundial tienen que ver con la política en lo que hace a la reacción de la gente en función del desempeño de la selección. Había previamente un clima de optimismo que se venía notando en las encuestas: la gente dejó de ubicar los temas económicos y de empleo como los principales problemas”, opinó Chasquetti.
Para el cientista, otro dato de ese optimismo que se vive en Uruguay desde antes de Sudáfrica está dado por el hecho de que se revirtió la tendencia histórica, a partir de la administración pasada, de que se registraba más partidas que retornos de uruguayos que viven en el exterior. “Ahora la gente está volviendo”, resumió el entrevistado. También sobre esto Mujica se encargó de insistir, incluso antes de tomar la posta de manos de Tabaré Vázquez, repitiendo ante cada foro internacional e interno que tenía a disposición aquello de que “Uruguay es el mejor país para vivir”.
Como el Uruguay no hay
El postulado de Mujica tiene por estas fechas una relación directa con el fútbol, a la luz de la importancia que las sociedades le dan al fútbol y su campeonato mundial. Para el sociólogo Rafael Bayce, que también es director técnico, el cuarto lugar logrado por Uruguay y la forma en que pariticipó en el campeonato beneficiará directamente los planes de gobierno: “Cualquier cosa que repercuta en un estado de ánimo colectivo favorece a los que están directamente vinculados, pero más a los responsables de conducir a ese colectivo”.
Consultado por la diaria, el profesional sostuvo que “a nivel político va a repercutir favorablemente en el gobierno, la gente lo va a criticar menos... y además esta actuación ayuda al objetivo de Mujica de lograr un estado de unidad nacional, para el cual ya había establecido un piso con una serie de pronunciamientos y señales”. Sin embargo, descartó de plano que en esta coyuntura el presidente aproveche para encarar acciones concretas: “Favorecerá el estado de ánimo, pero no la aplicación de medidas particulares. Por ejemplo, no puede derivar en la aplicación de indultos a militares, es decir que no podrá avanzar en aquellos aspectos sensibles detrás de los cuales se encuentran grupos fuertes...tampoco podrá poner un dólar a 15 porque los industriales no se lo permitirán”, ejemplificó.
Para Chasquetti, lo que pasó en Sudáfrica “es bueno para el gobierno... y lo es para cualquier gobierno, como para el de Zapatero, que está ahogado por problemas de todo tipo” y que al haberse coronado España como campeón podrá obtener un aire para mejorar el relacionamiento con los distintos actores políticos y sociales. En este sentido, Bayce consideró que “la luna de miel no será eterna: cuando pase algo que ofenda a ese colectivo, inmediatamente se termina ese estado de ánimo”. Sin embargo, mientras esté presente en la memoria lo logrado en territorio sudafricano, el gobierno “podrá evitarse alguna huelga que le fueran a hacer y podrá tener una discusión del presupuesto más amistosa”, arriesgó.
Dos pasiones
Pero además de capitalizar y verse beneficiado por Sudáfrica 2010, el gobierno debería aprovechar para poner en práctica líneas de acción que alienten y favorezcan el desarrollo deportivo a futuro, como si se tratara de una pared que el equipo le hizo al gobierno, en referencia al discurso que pronunció Mujica el 1o de marzo en el Parlamento, cuando dijo que imaginaba iniciar un ciclo de gobierno que tuviera políticas de Estado por varias décadas.
“Parece bastante obvio -consideró Chasquetti- que apoyar el deporte y el fútbol en particular puede ser un buen negocio para el gobierno, que debería pensar en algún tipo de proyecto y programa para desarrollar el deporte de alta competencia. El gobierno de Tabaré Vázquez lo había hecho apuntando a una perspectiva ciudadana del deporte, pero le faltó política de alta competencia, y creo que a eso se refería el maestro Tabárez cuando en la conferencia del sábado dijo que Uruguay no tenía política de deporte”.
Bayce destacó que la aceptación de un cuarto puesto como un dato alentador tiene un fuerte componente natural, además del esfuerzo por desdramatizar el fútbol y por la búsqueda de un espíritu colectivo nacional: “Se debe a una evolución demográfica, las nuevas generaciones no saben ni lo que era el Uruguay del 30 o del 50 ni lo que Mujica propone ideológicamente hablando, no tienen idea; les cae simpático por lo que dice en la tele. La gente que es joven, que no tiene cosas para festejar, encuentra un motivo válido en esta actuación”.
Hoy, al igual que en 1924 cuando Uruguay tuvo su primer logro deportivo internacional y el Puerto de Montevideo se vio desbordado de gente que fue a recibir a los “footballers”, las calles estarán impregnadas de ese clima de unidad y optimismo general, aunque a diferencia de entonces en esta ocasión la política ha tenido una responsabilidad más clara en la organización del festejo espontáneo.