Gerardo Dorado es murguero viejo. También es futbolero. Llegó a jugar en la Institución Atlética Sud América. Dice que nunca tuvo un puesto asegurado, ni en la cancha ni en el cuadro. Recuerda al mítico Celmar Canario Aguilera, ídolo de la institución, quien, haciéndole de espejo, le enseñó el oficio del número cinco. En sus canciones y en su vida hay versos futboleros como dagas en el texto. Está comprometido con el género, lo ama, lo cuida, siente la responsabilidad por el respeto a los que pasaron antes, a quienes admiró y admira, colegas de las tablas nuestras, representantes de la cultura, embajadores. Hay dos líneas paralelas en la entrevista que están cada vez más cerca, hasta que se cruzan: una es el fútbol, la otra es el arte; en el medio hay un tipo común y silvestre que es hincha de la IASA porque le aburren los cuadros grandes. Es Gerardo Dorado, El Alemán, amante de las canchas chicas, que se presenta con su banda este martes en el teatro Solís, el estadio Centenario de los cantores.
“Lo que queremos es hacer un espectáculo que sea especial para el Solís. Es un teatro, vamos a utilizar las cosas que tiene el teatro. Armamos unos telones de tres metros por diez, que están pintados por la gente de Came House, representando la tapa del disco. El otro que participa es Ovidio, que tiene intervenciones con títeres, pero que además está coordinando todo el espectáculo en general. Es una conjunción de artes para que salga lo mejor, se administran los recursos como se puede, la gente se involucra. Y la gente entiende por dónde va la mano”.
¿El público recibe en la entrega de quienes están en escena lo que fue pasando para llegar a ese momento?
Es una responsabilidad enorme estar en ese teatro y ser un intérprete en Uruguay. Te miento si te digo que voy a disfrutar el durante. Voy a disfrutar el después muchísimo, y estoy disfrutando la previa. Pero el momento es terrible, te tiemblan los dedos, pasan un montón de cosas. Tenés que estar muy concentrado. Es como jugar al fútbol.
En este caso vas con la banda, entonces es aun más parecido al fútbol.
Cuando vas con el cuadro es distinto sí. Por suerte está esa confianza en la gente que laburó contigo, que sabe las cosas que pasaron para llegar a eso. Nos conocemos, sabemos la historia de cada uno. Nos demandamos entre nosotros, nos marcamos entre nosotros y estamos arriba del otro, eso es lo que te hace no quedarte nunca. Siempre con amor.
¿Cuál es esa responsabilidad?
El Choncho Lazaroff dice en una canción, incluso lo dice en una especie de prólogo en la tapa del disco, que el artista tiene que ser observado y observar. A la hora de observar uno critica, pero también es observado por lo que está haciendo. Hay una responsabilidad en eso, vos no podés emitir un comentario y después lavarte las manos. Si vas a emitir un comentario tenés que estar comprometido y pensar bien qué es lo que vas a decir. Es la revisión permanente, porque cargás en la espalda con un montón de artistas anteriores a vos. Estás representando algo que tenés que cuidar.
¿Qué es lo que se está representando?
Queda atrevido decir que uno está llevando adelante el legado de otros artistas, pero yo siento que sí, siento que quiero seguir ciertos caminos. No sé si es responsabilidad o respeto, o ambos. Uno ve que hay tipos que lo que hacen es reproducir la cultura, pero no fotocopiarla. Hoy por hoy en este mundo de globalización, ves que aparecen músicas de pueblos originarios deformadas para que puedan ser internacionales. Para la venta sirve. Es como la música de shopping. Pero la cultura es la que es. Nosotros vamos creciendo a nuestra medida, no precisamos que sea internacional, nos interesa que sea nuestra. El shopping es igual en cualquier lugar del mundo, es un espacio de comodidad, común a todos; tenés que estar cómodo para comprar. No es un barrio, donde podés sentirte incómodo, triste, feliz, pero ahí en el barrio está la verdadera cultura, y esa es la cultura que hay que entender. Yo como murguista entiendo que tengo esa responsabilidad; la manera de evolucionar en el género tiene que ser muy cuidada.
¿Qué es lo que marca qué es nuestra cultura?
Lo que te puedo decir es que de la gente que está haciendo esto no hay ninguno que a mí me suene que lo haya vuelto pop. Tiene que ver con que naciste con el género y lo amás, lo cuidás. No sé si puedo descifrar qué es lo que hace que un género se globalice. Si vos partís desde tu cultura y lo que querés hacer es aggiornarlo, modificarlo, como en el tango, es una cosa. Porque yo no quiero escuchar a alguien cantando como Gardel. Han aparecido artistas que modifican el tango sin dejar de respetarlo. En Uruguay una forma de renovación es la cantidad de mujeres cantando tango. Si te ponés a contar, ¿cuántas mujeres hay cantando tango y cuántos varones hay? Francis Andreu, Valeria Lima, Malena Muyala, Maia Castro, pero varones no hay tantos. El tango era un género vinculado a los hombres. En ese sentido, hay una renovación que respeta al tango.
¿Qué es lo que pasa antes de subir al escenario del Solís?
Hay uno afinando, uno haciendo ejercicios de voz, el batero moviendo los dedos. Hay muchos abrazos antes de salir, no sé si en el fútbol se da tanto eso, del abrazo fuerte. Lo que no se da en la música de repente es la charla previa, las manos en el medio. Después subimos y cada uno se ubica en la posición que le toca con su instrumento, con su función. Es lo mismo, es un sentir muy parecido. Cuando entrás a la cancha tenés ese nervio ahí, como cada vez que voy a tocar a un boliche u otra sala. Pero en el Solís es incomparable. Debe ser como jugar en el estadio Centenario.
¿Cómo hacés para no pasarte de rosca con la emoción?
Tenés que bajar la pelota al piso, respirar, frenar un poco. El martes pasado, por ejemplo, con un grupo de tercero del liceo 23 de Sayago fuimos a la Movida Joven; de repente para ellos ir a la Movida Joven es como para mí venir al teatro. Era la primera vez que subían a un escenario, es vivenciar la música realmente. Los nervios de los gurises los ves, los momentos antes, los momentos después. Este martes sería la devolución del martes pasado, no tendría que ir para cuidar la garganta, por ejemplo, pero creo que me va a servir para venir a tocar, y les va a servir a ellos.
El partido se está jugando mucho antes del primer acorde.
Es que si hay algo que está saliendo mal, yo estoy tocando y estoy cantando pensando en eso que está saliendo mal. Me ha pasado de arrancar a cantar y no fijarme la altura del micrófono, entonces estoy en la mitad de la canción y estoy pensando en bajar el micrófono. Termina la canción y de repente me olvido y arranco la otra canción con el mismo problema. Por eso me gusta llegar temprano, ver cómo quedan los telones, ver el escenario.
¿Cuando vas a ver un partido de la IASA ves en el jugador lo que vos sentís cuando vas a tocar?
Somos un desastre como público para el fútbol. Si yo me mando una macana tocando no va a pasar nada; puede joder en un futuro, que alguien diga que fue a ver al Alemán y se mandó tremendo gallo, pero en el momento no te putean, no te hacen sentir una basura porque tocaste un la y era un mi. Imaginate que una persona que encima no sabe nada de música te grite que estás desafinado. Es increíble lo que pasa en el fútbol: sin siquiera saber las reglas, hay gente que está insultando a los jugadores. No tiene lógica. El espacio del fútbol parece un lugar donde ir a descargar determinado tipo de energía, de rabia, de bronca; en la música no pasa eso, o por lo menos en el género que tocamos nosotros, de repente en el punk es diferente. Con los árbitros pasa parecido, pero el día que falten los árbitros les vamos a pedir por favor que vuelvan.
¿Qué es lo que realmente te apasiona de la música?
Hay muchas cosas que enriquecen el estar cantando, el momento de la composición, el sumar cosas nuevas que voy aprendiendo teóricamente, pero lo más apasionante, lo que siempre buscás, y que pasa a veces, es emocionarte con lo que estás diciendo o con cómo lo estás diciendo. Se trata de buscar ese pegue. Y también me pasa con otros artistas. Me empezó a pasar eso con canciones de Silvio Rodríguez, por ejemplo, eso de que la forma de decir es la música y lo que se dice es la poesía. Esa es la pasión más grande, es como sacar una pelota de cabeza en el área.
¿Y qué es lo que realmente te apasiona del fútbol?
Me pasó este año, que tenía que ir a cantar a Entre Ríos; era un viaje como de siete horas. Cuando empezó a llover yo deseé que se suspendiera el partido para no irme pensando en eso, pero no se suspendió y me fui para la cancha. Era pleno agosto. Me quedó doliendo la piel del frío que hacía, éramos 12. 90 minutos jugando en el barro. Ahí volví a la niñez. Y ese recuerdo es el que me va a hacer volver siempre. Me fui a Entre Ríos con tremendo dolor en las piernas, pero con tremenda felicidad.