El partido podría haber tenido otro resultado, pero un error arbitral destrabó a los locales, que consiguieron el gol del empate que no aparecía, justo en el momento en que Boston River se había armado para defender la victoria. En Montería, Jaguares terminó debutando en la competencia internacional con victoria por la Sudamericana, pero la serie quedó muy abierta.
Boston River fue aguantando el partido con un equipo apretado: dos líneas fuertemente defensivas, y los puntas listos para un contragolpe que no llegaba. O sea, más o menos lo mismo que Jaguares en la previa: en la expectativa, persiguiendo ese sueño a corto plazo, jugando a ser lo mejor posible con el juego de los uruguayos. Es decir, muy bien plantados, utilizando al mango su esquema de neutralización y tratando de jugar con convicción para que los de arriba pudieran tener las seguras. Y es creer o reventar.
Seguro que llega. Claro. Para que eso pase, uno debe controlar al colectivo rival y, fundamentalmente, convencerse de que esas sábanas blancas colgadas en la penumbra del atardecer no son fantasmas, que esa pelota que gira prolija y rápida, de lateral a lateral, de una raya a la otra, pero cerca del medio y lejos del arco, no asusta ni determinará el destino final del juego. Cuando el partido estaba llegando a los 20 minutos se produjo la mejor jugada de Boston River: Wiston Fernández se desahogó por la derecha y mandó un centro peligroso para que Gonzalo Mastriani, en gran esfuerzo, la peinara al ángulo, pero el arquero Wilder Mosquera estuvo mejor y voló sacándola al córner.
Ese fue el minuto de Boston River. Tras el córner, un pase profundo de Robert Flores a Mastriani lo dejó frente a la media luna, y cuando se iba lo faulearon, lo que generó un tiro libre que Flores no pudo aprovechar. De ahí hasta el descanso, fue un flotar con comodidad para los uruguayos y un desgaste improductivo para los locales.
El cambio y los cambios
Otra vez tomó fuerza el elenco local, y los colombianos la hamacaron de un lado para el otro, pero más cerca de Gonzalo Falcón. Boston tampoco se quedaba quieto. Si no me creen, lean: a los nueve minutos del segundo tiempo, una de las preparadas jugadas del equipo uruguayo salió de manera especial y con un premio, porque el gol no sólo tuvo el valor de la anotación, sino el preciosismo de su definición. Mastriani, de espaldas al arco pero con ojos en la nuca, reventó la pelota contra la red haciendo una pirueta efectiva para su golpe con la pierna izquierda, y puso a los rojiverdes arriba en el marcador, 1-0.
A los 22 minutos, cuando recién había ingresado al campo el rochense Guillermo Fratta, un futbolista colombiano, Eder Steer, que también había ingresado pero en el equipo celeste, cayó en el área y, de manera poco creíble, el árbitro pitó un penal que Pablo Rojas cambió por gol. De esta manera llegó el empate, que hasta entonces no se veía por ningún lado.
El partido volvió a cambiar. Los locales, que se sintieron con las alas de la ilusión y la fuerza de la convicción, empezaron a cargar sobre el arco uruguayo en busca de la victoria. Los cambios desde el banco también fueron influyentes: Steer fue determinante como 9 de área, mientras que la salida de Wiston Fernández en Boston River trajo aparejado cierto desbarajuste de la contención del mediocampo. Seguramente la idea era poblar la zaga, pero se quedó sin el pulmón del medio.
Y entonces Rojas lo hizo de nuevo: arrancó por la derecha, se fue metiendo al área y, cuando llegó a la zona del gol, sacó un zapatazo que venció irremediablemente el arco de Boston. Iba media hora del complemento y era evidente que al elenco de Alejandro Apud le quedaba poca fuerza para revertir la situación. Así terminó el encuentro, con ese 2-1 alegre para los celestes colombianos y casi insípido pero un poquito amargo para los uruguayos, que bien podrían haber conseguido un resultado positivo para la revancha que se jugará en mayo en Montevideo.