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Maximiliano Gómez festeja el segundo gol de Uruguay a Chile, ayer, en el estadio Centenario.

Foto: Matilde Campodónico, pool, AFP

El grito que el alma pronuncia: Uruguay, entre la clase del primer tiempo y la tenacidad del segundo

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En el arte nada puede ser accidental, los movimientos no deberían serlo. Hay algo en la elaboración que encanta, que habla del trabajo bien resuelto. Hubo maniobras y desviaciones importantes en Uruguay. Hablo del primer tiempo en la mitad de la cancha, con unos muchachos dándole sentido a la pelota. Ella, como agradecida.

Sí, son gurises: Fede Valverde tiene 22 años, Rodrigo Bentancur y Nico de la Cruz 23, Giorgian es un poco más grande y tiene 26, el más joven es Brian Rodríguez con 20. Hicieron todo bien: basculación, presión (muy buena cuando fue entre media y alta presión), pases con dinamismo (con acertadas decisiones cuando debieron ser para adelante, para el costado o, incluso, para atrás), pausa cuando se necesitaba o velocidad y profundidad si pedía la jugada. Así, en esa dinámica, bien pensada, llegó el primer gol. Da para entusiasmarse.

En las virtudes también están los defectos, dice el refranero popular. A esa mitad de la cancha le pasó: tanto dominó el primer tiempo, como sufrió en el segundo, no pudiendo encontrar la forma de marcar las siempre verticales intenciones chilenas. Para colmo, sin hacer pie, Chile puso el empate y Uruguay fue todo nervios, como un gato queriendo escapar del fondo de una bolsa. Ahí hay para mejorar. Y ganando, es mejor trabajar.

No fue el mejor partido de Luis Suárez, pero las peleó todas. También fue la voz cantante pidiendo desde arriba lo que los de abajo no veían. En el penal demostró su efectividad para seguir siendo el máximo goleador histórico de la celeste. Cuando se cansó, la experiencia le ofreció saber jugar para los demás. Tan necesario acto dentro del juego colectivo. A propósito de él, que el letrista no se olvide: con su gol se convirtió en uno de los ocho jugadores en marcar en cuatro o más Eliminatorias. Fenómeno.

Sí, dirán que es hermoso ganar así, con gol sobre la hora y grito enardecido. Lo es, nadie lo dudaría. Es una de esas veces en donde el desahogo parece tener mejor prensa que la tranquilidad. Maximiliano Gómez, ese al que le cuesta jugar porque adelante están Suárez y Edinson Cavani, hizo grande el grito, rompió el silencio templario del estadio, abrazó como si nada pasara. Porque habrá pandemia, pero un abrazo en la hora no se le niega a nadie.

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