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Andrea Ghisolfi.

Foto: Alessandro Maradei

Andrea Ghuisolfi, bailarina: lo más parecido a correr en la calle con gente atrás de una pelota

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Andrea es de las botijas que jugaban al fútbol en el barrio, después de acalambrar a los pibes y a su hermano, que suspiraba resignado una vez que el resto aceptaba que la gurisa pateara para alguno de los arcos. Cuando se arrimaba alguna otra, como Joana, y siempre que fuera posible, la cosa era varones contra nenas. Ellos se lucían, ellas los molían a patadas. Ellos ostentaban el privilegio de la práctica, ellas: “Lo que nos arrebataron fueron las prácticas, y muchas de las cosas que por ejemplo a mí me interesaban”, dice Andrea, de aquellos tiempos en los que “el fútbol era de los varones, obviamente”. Andrea Ghuisolfi baila tango, folclore, danza contemporánea y todo el abanico de la profesión, pero además te puede tirar unos cortes de plena. Dicen que en el último partido de fútbol que jugó fue la que mejor se ubicó en el campo de juego, que terminó lesionada por eludir a un mastodonte pero que nunca llegó a salir del partido, y que perdió en la hora con un gol de chilena de uno que recién había entrado. Ella hablará de Riquelme y de “el mundo de los caños”, y de la danza hablará como algo fundamental.

¿Cómo fue en la infancia el vínculo con el fútbol?

Me crie en La Comercial, en Acevedo Díaz entre Nueva Palmira y Martín García. La cuadra de mi casa era donde los pibes iban a jugar al fútbol. Los gurises de las cuadras de alrededor iban para ahí. Entonces, en la puerta de mi casa siempre había un partidito de fútbol sucediendo. Pero el fútbol era de los varones, obviamente. Tenía que romper mucho para que me dejaran, pero terminábamos jugando; Joana, que se jugaba todo porque era deportista, iba a colegio privado y hacía de todo, y yo, que iba a la escuela donde fue Suárez, donde el deporte era bastante autogestivo. Pero Joana era mi amiga y caíamos para ahí. Era un momento en el que esas cosas eran para los varones. Yo era la hermana menor que quería hacer todo lo que hacía mi hermano, él tenía la llave del mundo; a mí no dejaban jugar al kikiriya porque había que dar vuelta la manzana, mi hermano se iba a jugar al Chulo, a todos lados, porque era varón. Cuándo jugábamos, en general, era nenas contra varones cuando venían otras, ellos nos hacían goles y nosotras les dábamos patadas. Íbamos para adelante. La cultura del mixto fue después. Si hubiese sido niña ahora, seguro jugaba al baby fútbol, porque me gustaba mucho, era muy divertido, era estar en la calle con más gente y corriendo.

¿Qué tan futboleros son en tu casa?

Mi viejo es muy futbolero, pero muy poco deportivo. Cumplió 86 años hace unos días, o sea que ya era grande, pero era el que menos jodía de los vecinos y el que iba a pedir la pelota cada vez que alguno la escondía para que no jugáramos más. Y muy de Peñarol, Tony Pacheco, Bengoechea, fuerte. Tengo el recuerdo de mi viejo sentado en la puerta llorando por Peñarol. Y lo vi pocas veces llorar a mi viejo: cuando se morían las gatas y por Peñarol. Entonces, en casa se veía mucho fútbol uruguayo, hasta el día de hoy prefiere ver Rentistas y Plaza Colonia que al Barça. En un momento el fútbol se empezó a transformar en ir a dormir un partido con mi viejo. Ir a comer los domingos, pegar una siesta mirando un partido. Ya vivíamos en Villa Española y empecé a visualizar la relación del barrio con el cuadro. Casi al mismo tiempo conocí la danza: lo más parecido a correr en la calle con gente atrás de una pelota era bailar, y estaba habilitado para mí .

Íbamos al estadio cada tanto. Mi hermano iba siempre, con mi viejo de niño y después con la barra del barrio. A mí directamente no me dejaban. Iba cada mil años. En la adolescencia, ciclo básico, liceo 29, íbamos con mis amigas, pero ahí la violencia machista ya la estaba categorizando, la estaba pensando, entonces no lo disfrutaba tanto. Hasta el día de hoy a veces me pregunto qué hago mirando a estos 22 giles atrás de una pelota. La pelota es lo más lindo de lo que está pasando. Se sacan la remera, quiebran, y yo les estoy dando vida. Sobre todo cuando veo millonarios. A veces pienso eso, pero después digo: es fútbol.

“Siempre tuve ese amor no correspondido, porque yo siento que juego increíble pero en realidad no”.

¿Cómo se fue haciendo el camino de la danza y cuánto tuvo que ver la pelota?

Nunca dejé de jugar al fútbol, esa mezcla, esa fisura de corretear y hacer algo bien mecánico, estuvo siempre. El otro día me lesioné en el fútbol y tengo que dar una clase mañana. La danza en un momento tenía mucho que ver con la belleza, con la armonía, con los movimientos femeninos. Pero también bailé folclore en la escuela de música de primaria. El malambo, el gato, la chacarera, la polca, todo eso era bastante marginal y muy divertido, como el fútbol; moverse por algo con un grupo de gente. El folclore y el fútbol tienen esa identidad, de encontrarte con otro y decir “este es mi folclore”, como “esta es mi forma de jugar al fútbol”. Mi vieja me acompañaba a todos lados. Y había que hacer de todo porque nadie ponía plata: cocinar para la peña, rifas para viajar a Durazno, a jugar nuestro partidito de fútbol que era el encuentro de folclore. Y si eras una niña de barrio estaba de más.

¿También se jugaba al fútbol en la escuela de música de primaria?

Hice piano, canto, de todo. Ahora se llaman escuelas de arte.Y ahí también se jugaba en el patio. Pero se generaba más eso de tal barrio contra tal barrio, y ahí nosotras entrábamos. Siempre estás en esa de batallar. Después me fui dando cuenta de que podía jugar con mis amigas. En el liceo a los varones les daban pelota de fútbol y a nosotras pelota de manchado, y nosotras jugábamos al fútbol con la pelota de manchado. Te decían que esa pelota era para jugar con las manos, y entonces, ¿por qué no me das una para jugar con los pies?

Foto: Alessandro Maradei

¿En qué momento apareció el tango, o el tango estuvo siempre?

La primera vez que fui a una milonga me rateé a la escuela de danza. Y me dije que cuando terminara iba a ir para ahí y fui. Mis viejos bailan tango oriental, ese que tiene hasta algo que ver con la plena. Porque la plena bien bailada es muy parecida, hay gente que tira cortes y quebradas como en el tango. Y en el barrio hay mucha plena, y el fútbol tiene esa música para mí. Es la banda sonora de mi infancia. Del margen. Mi familia es un tango. La historia de mis viejos son unos cuantos tangos. Y eso también me generó ese amor-odio como el del fútbol. Pero yo tengo mucho más que ver con eso que con otra cosa. Yo me enamoré del tango. Y el fútbol tuvo que ver ahí, haber estado en ese arrabal futbolero me tiró herramientas sin saberlo.

¿Qué tanto tuvo que ver la danza en el camino del fútbol?

En algún momento te alejás un poco de la esquina. Me acuerdo de ver a amigos irse en la pasta. Siempre digo que la danza me salvó, empecé a bailar y empecé a cuidarme para bailar mejor, para poder seguir bailando. Cuando empecé a bailar tango, volví a jugar al fútbol, pero mixto. Y eso que en la cancha soy de las que corren. No me destaco para nada en el fútbol, pero cuando veo a alguien caminando en la cancha no lo puedo creer. Le digo “acá corré, a caminar a 18 de Julio”. Después vas entendiendo otras partes del juego. Siempre tuve ese amor no correspondido, porque yo siento que juego increíble pero en realidad no. Es que me divierto tanto, siento el gusto de practicar, porque a nosotras lo que nos arrebataron fueron las prácticas, y muchas de las cosas que por ejemplo a mí me interesaban. A veces pienso por qué me divierte tanto jugar al fútbol. Porque mirá que bailo de todo y si me ponés una salsa me prendo fuego, pero jugar al fútbol es como un reflejo, es muy de la infancia, no es racional. Y la danza tampoco es racional, en realidad. Pero lo que corro en un partido... y soy asmática. ¡Si mi vieja me viera jugando al fútbol cinco! Antes llegaba toda floja, sin aire, pero feliz. Ahora corro como una hora y termino joya, como que hay algo que se revierte, por manija.

“Nadie puede decir que la danza no es lo suyo si juega al fútbol”.

¿Cómo se hizo tangible este vínculo entre la danza y el fútbol según tu experiencia como bailarina?

Hace un tiempo tuve un par de alumnos que eran jugadores de fútbol. Uno arquero y el otro volante, dos perspectivas distintas para empezar a ver cómo usaban sus herramientas. Lo agarraban muy fácil, todo lo que tiene que ver con el peso del otro, con mostrarle o no el peso. Me empezó a pasar de ponerme a ver videos de jugadas y ver que es danza, fuerte. Ellos me mostraron unos videos de Riquelme y ahí empecé a entrar en el mundo de los caños. Coreográficamente, es como que dejan el peso y se van para el otro lado, pero dejan la pelota. Están acostumbrados a entender lo que hace el otro. Para mucha gente hacer con el otro es muy difícil, existe ese miedo a tocar al otro, y los jugadores no tenían ese miedo. Saben qué hacer con una persona adelante. Santi, por ejemplo, estaba preparado para recibir un pelotazo en cualquier momento y en cualquier parte del cuerpo. Empecé a pensar en la fisicalidad específica de los jugadores en sus puestos, que es muy similar al tango. En el colectivo del que soy parte, Colectivo Periférico, tenemos una obra de hace muchos años que es una especie de deconstrucción de esa fisicalidad del tango, y es muy futbolera. La propuesta claro que es a nivel de género, y hay un dúo que hacen sacadas el uno al otro, que es entrar, entrar, entrar y sólo faltaba una pelota. Empecé a darme cuenta de que yo lo tenía adentro del cuerpo. Hay cosas que se alojan y que son para siempre. En Villa Española estamos teniendo una experiencia con el plantel de primera división, lo que me reencuentra con el barrio de mi adolescencia, donde viví un montón de cosas. Cuando al plantel de Villa Española les dije que se sacaran los championes fue la primera sacudida. Es que el del futbolista es un cuerpo social y el fútbol es un folclore rancio y duro, pero ahí, en los ejercicios que hicimos, apareció todo. Nadie puede decir que la danza no es lo suyo si juega al fútbol. Nos dijeron tanto que no tiene nada que ver, que ganaron ese lugar. Pero el otro, lo que nos pasa cuando bailamos o cuando jugamos al fútbol, ese no lo ganaron.

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