Es la única pista de remo del mundo, con molinos de energía eólica a su lado. El dato no está chequeado pero es la forma en la que Osvaldo Borchi, entrenador de la selección uruguaya de remo, exige graficar las condiciones excepcionales del Seaforest Waterway, donde se compite en los Juegos Olímpicos. Es un canal portuario, en la bahía de Tokio, que los japoneses aprovecharon para, en su extensión de dos kilómetros, disponer de una pista ideal para remo y canotaje de velocidad. Ideal, con la salvedad del viento cruzado que suele atravesar el área de competencia y que genera movimiento de olas y complicaciones para la remada.
Es la única pista de remo con molinos de viento, pero ni el sábado ni el domingo los molinos se movieron. Sol punzante, calor abrazador y lo que mata, como siempre, es la humedad, que vuelve el aire más pesado e incómodo. No hay ni señales del viento esperado y los uruguayos Bruno Cetraro y Felipe Kluver, debutantes olímpicos de 23 y 21 años respectivamente, salieron el sábado con la adrenalina a tope, con las ganas de comerse a los nenes crudos, de conseguir la hazaña de meterse directamente en semifinales, en una serie con campeones y finalistas del mundo. Mucho sueño para hacerse realidad. Reman mil metros como líderes y las fuerzas empiezan a flaquear. Llegan a la línea de meta sextos y Borchi, veterano de mil regatas y 10 Juegos Olímpicos en sus espaldas, los espera con cara larga y alguna que otra reprimenda. “No se gana una regata en mil metros”, les dice a los jóvenes. Quedó claro, pero andá a explicarle a un pibe que no puede salir a probarse a fondo, en el día más importante de su vida deportiva. Se le entiende, a Osvaldo, y también se les entiende a Bruno y a Felipe. Salir, fundir el motor y si la cosa no se da, probar de nuevo al día siguiente.
Lección aprendida. La regata del domingo es exigente por la lista de rivales, y la dupla Cetraro - Kluver precisa un tercer puesto. Salen tranquilos, regulando. No desesperan. Han pasado 23 horas desde su debut olímpico, pero fueron 23 horas de mucha experiencia recogida y asimilada con aplomo, con determinación. Pasan por debajo del puente y entran en los últimos mil metros de regata, la última mitad de la carrera. Aumentan su frecuencia de remada, se ponen en posición para emparejar la cosa, con Portugal y con Ucrania. Quedan 500 metros, el calor aprieta, los rivales apretaron más y hubo que echar el resto. Como el día anterior, pero esta vez en el momento oportuno, un montevideano y un mercedario vaciaron el tanque de nafta en la bahía de Tokio. No quedó nada, pero lo que pasó fue la consecuencia de cientos de días de trabajo, de los madrugones en los días de frío más crueles de Montevideo, de todos los sacrificios que sabemos que un par de estudiantes hacen, para ser olímpicos sin ser profesionales, para cumplir sus sueños mientras cumplen con sus responsabilidades.
Bruno Cetraro y Felipe Kluver entraron a las semifinales por una diferencia de ocho centésimas sobre el bote portugués: 0,08 segundos en 2000 metros de prueba. Esa fue la combinación espacio-tiempo que los separó de verle la cara al éxito o no. Es la mejor actuación en la historia del doble par peso ligero para Uruguay, que nunca había estado entre los 12 mejores del mundo. Y ahora, el bote blanco, que lleva el sol de la bandera marcado, tendrá la posibilidad de escalar más posiciones para intentar igualar o superar lo que hizo Jesús Posse en 1988, cuando fue 11º. Ese es el último antecedente para el remo celeste de meterse en semifinales a este nivel.
Lo que queda serán dos regatas. La primera para buscar un lugar en la final A, en caso de ser primeros, segundos o terceros. La segunda, según determine el resultado, puede ser la final A (que ordena del 1º al 6º) o la final B (7º al 12º). En la final A, los primeros tres se llevan las medallas y el resto el diploma olímpico, que también se llevaran los dos primeros botes de la final B.
Por motivos climáticos las semifinales se pasaron para el miércoles a las 11:10 (martes 23.30 de Uruguay), y allí Uruguay enfrentará a Alemania, República Checa, Noruega, Polonia y Canadá. Una parada durísima contra rivales clase A.
De un puerto a otro
Una hora y media de trayecto entre Tokio y Fujisawa, una suerte de balneario en las afueras de Tokio, parte de esta inmensa conurbación, la más grande del mundo. Tablas de surf, windsurf y japoneses disfrutando de la playa en una de las zonas que no está afectada por el estado de emergencia producto de la covid-19. Allá está Enoshima, puerto deportivo construido para los JJOO de 1964 y que vuelve a recibir la competencia olímpica de vela.
Los helicópteros surcan el cielo, la televisación cuenta con imágenes desde todos los ángulos, desde el aire y desde el agua. La organización dispone de botes para la prensa e increíblemente, hay lugares libres promediando la jornada, cuando los periodistas uruguayos llegamos, después de la mañana en el remo.
Dolores Moreira tuvo una primera regata complicada. En el agua, en comunicación entre botes, Luis Chiaparro, su entrenador, cuenta las particularidades de ese debut. Fue 23ª, después de verse desfavorecida por un borneo en el viento y errar alguna decisión estratégica. Llegó a estar debajo del puesto 30, pero remontó cerca de 10 lugares, para evitar un peor resultado. Al final, promedio, 23 entre 44. De eso se trata, el viento cambia y hay que ajustar las velas, modificar el rumbo y seguir. Sacarle el máximo jugo posible a lo que el día le ofrece. Lola no se desanima. Rearma la estrategia y sale al segundo encuentro con los otros 43 veleros en competencia. Larga la segunda del día, monta un par de marcas y está en cuarto puesto. Elige el lado izquierdo de la cancha, pero la naturaleza favorece al lado derecho, con mayor presión de aire. La uruguaya pierde algunos puestos y queda entreverada en un grupo grande, para la última manga. Finalmente, termina en 11º puesto. Sonríe igual, pero un poco se lamenta. Siente que estaba para más, y lo estaba. Moreira quedó en el 16º puesto el primer día, dos lugares arriba de la neerlandesa medalla de oro en Río 2016, gran favorita, y siete lugares arriba de la irlandesa medallista de plata en 2016. El día fue raro para todas, irregular. Ahora Lola se prepara para dos regatas más, en un día con pronóstico de poco viento, que pone en riesgo la realización de las competencias. Su objetivo es estar entre las mejores 15 y, si la cosa se viene dando, poder meterse entre las 10 para disputar la medal race.
Sueño de familia
Nicole Frank competirá desde las 7:34 de la mañana de Uruguay, cuando ya sea de tardecita en tierras niponas y las aguas de la piscina del Centro Acuático de Tokio reciban a la joven de 17 años de edad (la más chica de la delegación) para hacer su debut olímpico. Nicole cumplirá el sueño de su abuela Angelika, que clasificó a unos JJOO que nunca pudo disputar, originalmente previstos para realizarse en Tokio en 1940, pero suspendidos a causa de la guerra mundial. También cumplirá un sueño propio, por supuesto, y uno que no esperaba alcanzar tan rápido.
La uruguaya tiene la ambición de mejorar en la piscina olímpica su récord nacional en la prueba de los 200 metros combinados. Es actualmente de 2 minutos 18 segundos y 24 centésimas. Nadará en la serie más lenta y con menos participantes. Sus rivales serán una peruana y una nadadora serbia y, a priori, Nicole tiene el tiempo más lento de las 27 participantes. Salir del último puesto en la clasificación, ya sería para ella un logro en sí mismo, en relación a los tiempos de inscripción a la prueba.