Alejandro Lembo comenzó su carrera futbolística profesional en Bella Vista en 1996. Aún recuerda el primer partido oficial que jugó, en el estadio Martínez Monegal frente a Cerrito en la B, cuando tenía 18 años. Las ganas de dedicarse al fútbol y el esfuerzo que le puso a su carrera lo llevaron a lo más alto: vestirse con la camiseta de Uruguay. Hoy, con 44 años, recuerda lo mágico que fue defender la casaca celeste.
¿Te acordás del día en que te llamaron de la selección por primera vez?
Sí, fue el primer proceso para sub 20. Estaba jugando en la quinta de Bella Vista, en la cancha de Rentistas, y fue a ver el partido Víctor Púa. Cuando terminó se quedó charlando con mi entrenador y preguntando por mí. Yo pensaba: ¿qué hablarán de mí, que juego en la quinta y en la B? Y ahí llegó la primera cita. Sentí unos nervios impresionantes; estaba jugando con compañeros de Danubio, Defensor y Nacional, todos equipos de primera división, y yo estaba en la B con Bella Vista, era raro. De a poco me fui acoplando al grupo, no lo sentí con presión, éramos todos iguales. Además, las juveniles no tenían la repercusión que tienen hoy. Creo que a raíz de nuestra presentación en Malasia se empezó a dar más importancia a las juveniles y a apostar más por ellas. Ha mejorado muchísimo el nivel.
¿Cómo fue viajar a Malasia para jugar un mundial?
Fue una locura, fuimos 20 pibes súper humildes, que nadie los conocía, salvo dos o tres que jugaban en primera; fuimos con lo mínimo e indispensable, no con delegaciones como salen ahora, bien vestidos, y bien en todo sentido; nosotros no teníamos nada. La comunicación era diferente, no teníamos computadoras ni internet, no había comunicación directa. Estuvimos 40 días alejados de la familia, hablando por cartas, llegaba un periodista con todas las cartas de las familias; parece que estamos hablando de los 50, pero pasó en esa época.
¿Cómo fue vivir ese mundial?
Fue tremenda generación. Habíamos hecho un buen Sudamericano, pero nos quedamos con eso de que queríamos lograr más, porque a Argentina y Brasil les habíamos ganado siempre los amistosos; acá, en Europa, donde fuera. Éramos la selección más fuerte. Fuimos a este campeonato con mucha ilusión y calladitos fuimos avanzando, hasta meternos en la final. Pensamos que el partido era nuestro, fuimos con ilusión. Pudimos con equipos europeos como Francia, campeón de Europa, superamos a tremendos equipos y dijimos: “Si nos metimos en la final así, listo, es nuestro”, y lamentablemente fue el único partido que perdimos.
¿Qué extrañás del fútbol de esa época?
Que era un fútbol más vieja escuela, más aguerrido, más “pierna fuerte”, más charlatán, más de campito. Hoy está mucho más profesionalizado, con el VAR es imposible hacer algo fuera de regla, antes era parte de la maña y picardía que aprendías en la calle y que llevabas a la cancha. En eso les sacamos ventaja a los europeos, que no tenían tanta picardía.
¿Qué pensás de la tecnología en el fútbol?
Es justa, muchas veces se tildaba de que los errores eran adrede. Si bien le saca emoción, porque no es lo mismo, es lo más justo. Es un paso que había que dar con el profesionalismo que hay en el fútbol.
La grande
¿Cómo fue tu experiencia con la selección mayor?
Cuando volví de Malasia debuté en un partido con Países Bajos. El partido fue malo, perdimos 4-1, me echaron, pero como experiencia fue tremendo. Tenía 18 y todavía estaba en Bella Vista en la B. Sentí unos nervios tremendos; si bien ya había jugado con juveniles era otra cosa. Jugaba al lado de monstruos que estaban jugando en Europa. Fue medirme y darme cuenta de que me faltaba mucho por mejorar; me ayudó estar ahí, siempre los momentos malos te ayudan a crecer.
¿Y tus mejores momentos?
La Copa América de Paraguay, hicimos un buen torneo, y la Eliminatoria, en cuanto a juego; en cuanto al disfrute, fue el Mundial 2002, obviamente.
¿Qué es jugar un mundial?
Lo máximo que podés vivir. ¿Qué más puedo vivir con el fútbol si fui a un mundial? Una final de la Champions o algo así, pero es una final, no todo un campeonato.
¿Qué fue lo mejor de Japón-Corea 2002?
Me acuerdo del momento de cantar el himno. Fue lo más emocionante que me pasó en toda mi carrera. Con todo lo que llevaba jugar un mundial, estar debutando y que cantaran el himno con el pabellón, sentir ganas de llorar y tener que aguantarse porque tenés millones de personas mirando, pensar en que no te comieran los nervios, en no cansarte, fue tremendo.
La selección actual
¿Qué opinas de la selección actual?
[Óscar] Tabárez fue un antes y un después, cambió tremendamente todo a nivel selecciones. Profesionalizó a jugadores, no sólo la estructura de la selección, y armó un grupo de jugadores muy profesionales, que es lo que el fútbol necesita. Ahora no es como antes, que sólo con las virtudes alcanzaba: hoy se necesita ser profesional. Ahora no juega el que no se cuida, el que no come bien, el que no entrena bien, el que no duerme bien, el que no cumple con todos los requisitos; hoy por hoy cada detalle hace la diferencia. Con la comunicación y la tecnología todo se sabe de todos. Diego Alonso aprovechó todo eso, es un obsesionado del fútbol, sabe muchísimo. Ponés a cualquier persona a hablar con Diego y él sabe más, pero no de fútbol en la cancha, o del vestuario, sino de todos los aspectos físicos, fisiológicos, nutricionales.
¿Y sobre la zaga celeste que pensás?
Creo que no es el fuerte de esta selección –el fuerte es el mediocampo–. Son grandes jugadores pero no están en su cresta. Diego [Godín], por ejemplo, es tremendo jugador, pero ya no tiene la edad que tenía en el mundial pasado, que estaba en su plenitud. Capaz que Josema [Giménez] sí, y hay que esperar por [Ronald] Araujo. Los demás chicos están ahí, son buenos jugadores, pero no tienen la cantidad de partidos que en otras épocas. Si Diego los hace funcionar y se adaptan, estamos bien.
Su historia
¿Hacés algo relacionado con el fútbol actualmente?
Me estoy preparando porque me encanta la gerencia deportiva. Es un lugar que hay que explotar mucho en Uruguay. Primero tienen que agarrar fuerza a nivel de clubes, porque a nivel mundial el gerente deportivo es muy importante, cada vez hay más sociedades anónimas que contratan a un gerente deportivo por el que apuestan y al que le dejan trabajar y decidir.
¿Creés que es importante haber sido jugador para ocupar ese tipo de roles en los clubes?
Es importante. Para ocupar cargos en el fútbol hace falta la trayectoria como jugador, o por lo menos haber estado dentro del fútbol, conocer lo que es un vestuario, la cabeza de los jugadores, de los dirigentes, llegar a intermediar entre los dos para caminar por el mismo camino. Creo que llegando al entendimiento de ambas partes es que se va por buen camino.
¿Qué es el fútbol para vos?
Desde que tengo tres años jugué al fútbol todos los domingos. Hace un par de años estoy alejado del fútbol como trabajo, pero lo sigo disfrutando con mi familia, voy con mis hijos a ver a Nacional, voy a ver partidos de la selección. Lo disfruto más como hincha porque sigue siendo parte de mi vida, de la de mi familia y la de mis amigos.
¿Tus hijos juegan al fútbol?
No, jugaron un tiempo, pero después dejaron.
No les pusiste esa presión...
No, para nada, al contrario; si tuviera que elegir, prefiero que no jueguen, porque es hermosa la carrera, pero son pocos los elegidos. Yo tuve suerte, tuve mil amigos y compañeros que eran mucho mejores que yo y por constancia, suerte o lo que fuera, no llegaron y sufrieron mucho.
¿Cómo era el fútbol de los 90?
Totalmente diferente, hoy por suerte ha mejorado mucho. Fue evolucionando, sobre todo en cuanto a infraestructura; si bien estamos lejos todavía, ha mejorado.
¿Cómo fue tu proceso personal de elegir dedicarte al fútbol?
Era mi pasión, siempre lo fue, estaba seguro de que me quería dedicar a eso. Más allá de tener condiciones, o no, sabía que quería llegar de una forma u otra. Me sacrifiqué muchísimo.
¿Qué recordás puntualmente de ese sacrificio?
Me acuerdo de bañarnos en pleno invierno con agua fría y salir directo a estudiar muerto de frío, o a veces no poder ni bañarme con agua fría porque no había agua directamente, salir embarrado y ponerme el vaquero para ir al liceo después. Era muy sacrificado todo, el tiempo que estabas fuera de casa sin la familia y te perdías fechas importantes.
Aquella final
Uruguay jugó la final del Mundial sub 20 de 1997 en Malasia y cayó frente a Argentina. El plantel estuvo integrado por Gustavo Munúa, Martín Rivas, Carlos Díaz, Pablo García, César Pellegrín, Christian Callejas, Fabián Coelho, Marcelo Zalayeta, Nicolás Olivera –recibió el Balón de Oro en esta competencia–, Inti Podestá, Fabián Carini, Alejandro Meloño, Mario Regueiro, Manuel Abreu, Rodrigo López, Sebastián Cartagena, Lembo y Fabián Perea, lateral recordado por hacer el tanto del triunfo con gol de oro a Ghana en la semifinal, y quien falleció ese mismo año en un accidente de tránsito.
“Empezamos ganando 1-0 con gol de tiro libre de Pablo García y después, por esas cosas del fútbol, por una distracción llegó un cabezazo y fue gol, algo increíble, porque lo hizo Esteban Cambiasso. Él no hacía goles de cabeza, hizo tres en toda la carrera: uno fue ese. El otro gol fue de Quintana, que entró desde el banco de suplentes. Nos lo merecíamos nosotros, realmente: si bien Argentina tenía un equipazo, nosotros habíamos sido superiores. Fue el único partido que perdimos con Argentina desde que teníamos 17 años”.